El espacio geográfico con el que se identifica el concepto de España en la Edad Moderna es en sí mismo objeto de cuestión: únicamente entre 1580 y 1640 se mantuvieron bajo el mismo rey los distintos reinos de la península ibérica (fuera de ese periodo, el reino de Portugal tuvo una trayectoria independiente, como una de las principales potencias mundiales -de hecho, como el primer Estado-nación de Europa occidental-, mientras que el reino de Navarra se mantuvo tras su incorporación en 1512); pero en las relaciones internacionales, el uso de las expresiones "España", "rey de España" y "reino de España" se hizo común, usándose también los términos en plural ("las Españas", Hispaniarum rex -principalmente en numismática-),[11] mientras que en la titulación documental se utilizó la "lista larga", enumerativa de todos los títulos de soberanía.
Don Carlos [o Don Felipe, según tocara] por la gracia de Dios rey de Castilla, de León, de Aragón, de las dos Sicilias, de Jerusalén, de Portugal, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarves, de Algeciras, de Gibraltar, de las Islas de Canaria, de las Indias Orientales, y Occidentales, Islas, y Tierra-firme, del Mar Océano, archiduque de Austria, duque de Borgoña, de Brabante, y Milán, Conde de Hasburg, de Flandes, de Tirol, de Barcelona, Señor de Vizcaya, y de Molina &c.[12]
El trazado definitivo de las fronteras peninsulares no se produjo hasta el tratado de los Pirineos (con Francia, 7 de noviembre de 1659) y el tratado de Badajoz (con Portugal, 6 de junio de 1801); permaneciendo hasta la actualidad, con lo que pueden considerarse como las más antiguas del mundo (todas las demás han sido alteradas de un modo u otro por guerras más recientes o procesos de colonización y descolonización).[13]
Los reinos hispano-cristianos medievales culminaron la Reconquista del espacio peninsular en 1492, e incluso antes habían iniciado su expansión por el Mediterráneo y el Atlántico. La conquista y colonización de América y de amplios espacios en otros continentes significó una proyección global de esa expansión. El periodo de hegemonía española en Europa suele situarse entre las batallas de Pavía (24 de febrero de 1525) y de Rocroi (16 de mayo de 1643), aunque tanto antes como después España fue una de las principales potencias.
En cuanto al arte y la cultura se considera como Siglos de Oro al XVI y el XVII, mientras que la Ilustración española del siglo XVIII se consideró a sí misma con un fuerte complejo de inferioridad.[19]
Monarquía Católica y Monarquía Hispánica
Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón se casaron en 1469 en difíciles circunstancias: ambos eran herederos a sus tronos, aunque con diversas dificultades (Isabel no fue reina de Castilla hasta 1476 y Fernando no lo fue de Aragón hasta 1479). Que esa unión matrimonial personal terminara dando como resultado una única monarquía (denominada "Católica" desde la concesión del título papal en 1496) no se realizó de hecho hasta la muerte de Fernando en 1516 (la muerte de Isabel, en 1504, permitió a Fernando casarse con Germana de Foix con la explícita intención de tener un heredero varón que, de haber existido, hubiera sido rey de Aragón y no de Castilla). La muerte de Felipe el Hermoso y la incapacitación de Juana la Loca posibilitaron a Fernando, como padre, ejercer la regencia castellana. A la muerte de este, una breve regencia del Cardenal Cisneros precedió al reinado del nieto de los Reyes Católicos, Carlos de Gante (Carlos I de España —con ese ordinal en Aragón y Castilla, pero no en Navarra, donde debiera llevar el IV o el V— y V de Alemania —donde fue elegido Emperador—), quien, a sus innumerables títulos (acumulados por una complicada combinación de fortuitas circunstancias sucesorias imposibles de prever), no sumó de forma indubitada los títulos españoles hasta la muerte de su madre (que nunca abdicó) el 12 de abril de 1555, pocos meses antes de abdicar él mismo (las abdicaciones de Bruselas, 25 de octubre de 1555 - enero de 1556),[20] en las que dejó a su hijo Felipe II como rey en los reinos hispánicos -incluyendo el Imperio ultramarino-, los territorios italianos y Flandes, y a su hermano Fernando I como archiduque de Austria y Emperador de Alemania (estableciendo las dos ramas de la Casa de Habsburgo que mantuvieron una estrecha alianza hasta 1700). La historiografía suele utilizar la expresión "Monarquía Hispánica" (de forma intercambiable con la de "Monarquía Católica" y con "España") para el vasto conjunto territorial conformado por las posesiones de "Su Católica Majestad" y la entidad política creada en su torno (cuya calificación como "Estado" es objeto de debate).[21]
La unión en la persona de un rey (o de una pareja real —los Católicos gobernaban indistintamente, y aunque el lema «Tanto Monta» no se refería a ello, ha pasado a ser un tópico referirse con él a tal fórmula—) de un conjunto de coronas y de reinos no implicaba la unificación territorial. Cada territorio mantuvo sus leyes y costumbres, sus lenguas e instituciones; y tanto política como económica y socialmente estaban claramente diferenciados.
OTROSÍ, considerando quanto yo soi obligada de mirar por el bien común destos mis reynos e señoríos, así por la obligaçión que como reyna e señora dellos les deuo, como por los muchos seruiçios que de mis súbditos e vasallos moradores dellos con mucha lealtad he reçebido. E considerando así mismo, que la mejor herençia que puedo dexar a la prinçesa e al prínçipe, mis hijos, es dar horden como mis súbditos e naturales les tengan el amor e los siruan lealmente, como al rey mi señor e a mí han seruido, e que por las leyes e ordenanças destos dichos mis reynos, fechas por los reyes mis progenitores, esta mandado que las alcaydías e tenençias e gouernaçión de las çibdades e villas e lugares e ofiçios que tienen añexa jurisdiçión alguna, en qualquier manera, e los ofiçios de la hasienda e de la casa e corte, e los ofiçios mayores del reyno, e los ofiçios de las çibdades e villas e lugares del, no se den a es trangeros, así por que no sabrían regir e gouernar segund las leyes e fueros e derechos e vsos e costunbres destos mis regnos, como por que las çibdades e villas e lugares donde los tales estrangeros ouiesen de regir e gouernar, no serian bien regidas e gouernadas, ni los vesinos e moradores dellas serían dello contentos, de donde cada día se recreçerían muchos escandalos e desórdenes e ynconuenientes, de que Nuestro Señor sería de seruido e los dichos mis reynos e los vesinos e moradores dellos reçibirían mucho daño e detrimento. E veyendo como el prínçipe, mi hijo, por ser de otra nación e de otra lengua, si no se conformase con las dichas leyes e fueros e vsos e costunbres destos dichos mis reynos, e él e la prinçesa, mi hija, no los gouernasen por las dichas leyes e fueros e vsos e costunbres, no serían obedesçidos ni seruidos como deuían, e podrían dellos tomar algund escándalo e no les tener el amor que yo querría que les touiesen, para con todo mejor seruir a Nuestro Señor, e gouernarlos mejor e ellos poder ser mejor seruidos de sus vasallos; e conoçiendo que cada reyno tiene sus leyes e fueros e vsos e costunbres e se gouierna mejor por sus naturales. Por ende, queriéndolo remediar todo, de manera que los dichos prínçipe e prinçesa, mis hijos, gouiernen estos dichos reynos, después de mis días, e siruan a Nuestro Señor como deuen, e a sus súbditos e vasallos paguen la debda, que como reyes e señores dellos les deuen e son obligados. Ordeno e mando, que de aquí adelante no se den las dichas alcaydías e tenençias de alcáçares ni castillos ni fortalezas ni gouernaçión ni cargo ni ofiçio, que tenga en qualquier manera añexa jurisdiçión alguna, ni ofiçios de justicia ni ofiçios de çibdades, ni villas, ni lugares destos mis regnos e señoríos, ni los ofiçios mayores de los dichos reynos e señoríos, ni los ofiçios de la hasienda dellos ni de la casa e corte, a persona ni personas algunas, de qualquier estado e condiçión que sean, que no sean naturales dellos. E que los secretarios ante quien ouieren de despachar cosas tocantes a estos mis reynos e señoríos e vezinos e moradores dellos, sean naturales de los dichos mis reynos e señoríos. E que estando los dichos prínçipe e prinçesa, mis hijos, fuera destos mis reynos e señoríos, no llamen a Cortes los procuradores dellos, que a ellas deuen e suelen ser llamados, ni fagan fuera de los dichos mis regnos e señorios leyes ni premáticas ni las otras cosas que en Cortes se deuen hazer, segund las leyes dellos, ni prouean en cosa alguna tocante a la gouernaçión e administraçión de los dichos mis regnos e señoríos; e mando a los dichos prínçipe e prinçesa, mis hijos, que así lo guarden e cunplan e no den lugar a lo contrario.
OTROSÍ, por quanto los arçobispados e obispados e abadías e dignidades e beneficios eclesiásticos e los maestradgos e prioradgo de sant Juan, son mejor regidos e gouernados por los naturales de los dichos mis reynos e señoríos, e las iglesias mejor seruidas e aprovechadas. Mando a la dicha prinçesa e al dicho prínçipe, su marido, mis hijos, que no presenten a arçobispados ni obispados ni abadías ni dignidades ni otros beneficios eclesiásticos, ni a algunos de los dichos maestradgos e prioradgo, personas que no sean naturales destos mis reynos.
OTROSÍ, por quanto las Yslas e Tierra Firme del Mar Oçéano, e Yslas de Canaria, fueron descubiertas e conquistadas a costa destos mis reynos e con los naturales dellos, e por esto es rasón quel trato e prouecho dellas se aya e trate e negoçie destos mis reynos de Castilla e León, e en ellos e a ellos venga todo lo que de allá se traxiere.
Por ende, ordeno e mando que así se cunpla, así en las que fasta aquí son descubiertas, como en las que se descubrieren de aquí adelante e no en otra parte alguna.
I assí creció hasta la monarchía y paz de que gozamos, primera mente por la bondad y providencia divina; después por la industria, trabajo y diligencia de vuestra real majestad. En la fortuna y buena dicha de la cual, los miembros y pedaços de España, que estavan por muchas partes derramados, se reduxeron y aiuntaron en un cuerpo y unidad de Reino. La forma y travazón del cual, assí está ordenada, que muchos siglos, iniuria y tiempos no la podrán romper ni desatar. Assí que después de repurgada la cristiana religión, por la cual. somos amigos de Dios, o reconciliados con él. Después de los enemigos de nuestra fe vencidos por guerra y fuerça de armas, de donde los nuestros recebían tantos daños y ternían mucho maiores; después de la justicia y essecución de las leies que nos aiuntan y hazen bivir igual mente en esta gran compañía, que llamarnos reino y república de Castilla; no queda ia otra cosa sino que florezcan las artes de la paz.
Antonio de Nebrija, Prólogo de la Gramática
(dedicada A la mui alta y assí esclarecida princesa doña Isabel, la tercera deste nombre, reina i señora natural de España y las islas de nuestro mar).[27]
El hecho de que fuera en Castilla donde se hubiera configurado una monarquía autoritaria más poderosa no significó que en ella la resistencia fuera menor: de hecho fue donde surgió inicialmente la más importante (la guerra de las Comunidades de 1521); pero sí significó que fuera en torno a Castilla donde se configuró la corte permanente (Madrid, 1561) y su aparato estatal (uno de los primeros Estados modernos) que evolucionó con el tiempo hasta concentrarse en los reinos ibéricos (con exclusión de Portugal y con la adición de los virreinatos americanos) y convertirse en un Estado nacional contemporáneo (igualmente uno de los primeros en definirse constitucionalmente —Constitución de Cádiz, 1812—).
Fin de la crisis bajomedieval y conformación del Antiguo Régimen (1474-1517)
La situación política de la península ibérica a mediados del siglo XV reflejaba la división en cinco unidades (denominada por Ramón Menéndez Pidal "la España de los cinco reinos"):[29] el reino de Portugal, la Corona de Castilla, el Reino de Navarra, la Corona de Aragón y el reino nazarí de Granada; desiguales desde el punto de vista político, territorial y demográfico. El sentido que en la época tuviera la pertenencia a España, un concepto geográfico e histórico, más allá del sentimiento protonacional[30] que pudiera haber en mayor o menor medida en unas u otras zonas y unos u otros grupos sociales e intelectuales; era mucho más evidente visto en perspectiva europea.
La identificación de lo español con lo castellano se fortalecía con el incremento del predominio demográfico, lingüístico, económico, político y cultural del área central castellana (Castilla la Vieja y Castilla la Nueva, con el decisivo añadido de León, y sobre todo Andalucía) sobre las zonas limítrofes (Aragón, Navarra) y la periferia peninsular (Portugal, Cataluña y Valencia; además de los territorios marítimos de la propia corona de Castilla: el reino de Murcia, Galicia y la salida marítima al norte de Europa, estrechísimamente vinculada con Castilla, que eran los territorios de la cornisa cantábrica: las Asturias de Oviedo -actual Asturias- y de Santillana -actual Cantabria- y las provincias vascongadas).
Castilla, desde la Alta Edad Media, había sido un arriesgada tierra de frontera, cuya repoblación dotaba de más libertad y movilidad social a los atrevidos repobladores (presuras, caballeros villanos, vasallos de behetría), y mayor poder al rey frente a la aristocracia. El establecimiento de los privilegios de la Mesta desequilibró las relaciones sociales en beneficio de la aristocracia ganadera y en perjuicio de los campesinos. La lana de los rebaños trashumantes que atraviesan la Meseta de norte a sur por las cañadas es exportada a Flandes. La riqueza mercantil se distribuye desde las ferias del interior (Medina del Campo, Villalón) hasta Sevilla (beneficiada por la apertura de las rutas por el estrecho de Gibraltar) y los puertos del Cantábrico (Santander, Laredo, Bilbao -fundado en 1300-). El siglo XV representó para Castilla la expansión económica, demográfica y un gran dinamismo social, así como graves conflictos, como el problema converso (revuelta de Pedro Sarmiento). Surge una nueva aristocracia ambiciosa y con una mentalidad moderna y urbana, que rivaliza con la propia monarquía y se divide en bandos y redes clientelares. En las ciudades del centro de la Meseta (Toledo, Segovia) se desarrolla una burguesía artesana que enriquece a los concejos regidos por un patriciado urbano de bajos nobles.[31]
La Corona de Aragón, que había mostrado una extraordinaria vitalidad urbana y económica en el siglo XIV, a pesar de la crisis general (Valencia o Barcelona eran mucho mayores que las ciudades castellanas); entró en una grave decadencia en el siglo XV. Una crisis dinástica que puso fin a la Casa de Aragón se resolvió en el compromiso de Caspe (1412) dejó el trono en manos de Fernando de Antequera, de la dinastía castellana Trastamara. Sus hijos, los infantes de Aragón, tuvieron una presencia determinante en la vida política de ambas coronas. El fortalecimiento del poder real fue mucho menor que en Castilla, al mantener las Cortes funciones políticas mucho más fuertes que las castellanas, en un sistema político caracterizado por el pactismo y el mantenimiento de los fueros. Se produjeron terribles luchas sociales en los condados catalanes, enfrentando a propietarios y rentistas frente a artesanos textiles (conflicto barcelonés de La Biga y la Busca); mientras que el durísimo régimen señorial desencadenó la Guerra Remensa.
La expansión territorial del Reino de Portugal en la Península llega a su fin en 1238 con la conquista del Algarve; comenzando la expansión oceánica (Azores, Madeira, expediciones africanas organizadas por Enrique el Navegante desde la Escuela de Sagres -1417-). El recelo a la invasión castellana le llevó a constituir la alianza internacional de mayor constancia histórica: la anglo-portuguesa (13 de junio de 1373), que consiguió rechazarla (batalla de Aljubarrota, 14 de agosto de 1385).
La muerte de Enrique IV de Castilla en 1474 reactivó el problema dinástico e hizo estallar la guerra de Sucesión Castellana entre los partidarios de Isabel (hermanastra de Enrique), y los partidarios de Juana (cuya condición de hija de Enrique -motejado el Impotente- había sido objeto de cuestión desde hacía años, siendo deslegitimada por este mismo, y apodada la Beltraneja al adjudicarse su paternidad al valido Beltrán de la Cueva). Las alianzas matrimoniales de ambas pretendientes convirtieron la guerra en internacional: a Isabel (casada con Fernando) la apoyaba Aragón, y a Juana (sobrina por vía materna de Alfonso V de Portugal) la apoyaba Portugal. Los apoyos sociales de Isabel incluía una parte significativa de la aristocracia (los Mendoza, los Enríquez, los Alba), el duque de Medina Sidonia y el propio Beltrán de la Cueva; de las órdenes militares (orden de Santiago y orden de Calatrava, excepto su maestre); y de las ciudades de Castilla La Vieja (especialmente Segovia -el Alcázar fue su principal plaza fuerte-), las Vascongadas, Murcia y Zamora. Los apoyos sociales de Juana estaban en otra buena parte de la nobleza, incluyendo a grandes casas, como las del Marqués de Villena, los Estúñiga, el marqués de Cádiz, el conde de Urueña y el conde de Plasencia; en órdenes militares como la de Santiago (Maestre Rodrigo Manrique); en el alto clero (el arzobispo Carrillo, de Toledo); y en ciudades de Extremadura, Andalucía, Galicia y parte de Castilla La Nueva. Clero, nobleza y burguesía castellanas estaban divididas no una contra otra, sino siguiendo líneas de fractura que dividían cada una verticalmente en altas y bajas, y horizontalmente en redes clientelares; divisiones que tenían su origen en enfrentamientos antiguos (desde la crisis del siglo XIV) y divergencias básicas de intereses territoriales y económicos (explotación y comercio de la lana, Mesta, ferias, producción local de paños en las ciudades artesanas o exportación en bruto a Flandes), y en concepciones políticas (mantenimiento del poder de la alta nobleza ante una monarquía feudal débil o incremento del poder de una monarquía autoritaria y la burocracia de los letrados).[32]
Alfonso V de Portugal reclamó el reconocimiento de Juana y preparaba un ejército para invadir Castilla. Fernando e Isabel, que habían convenido gobernar conjuntamente, comenzando a otorgar nombramientos e impartir justicia, declararon rebeldes a todos los que apoyaran a Juana y a Portugal. El ejército de Alfonso y Juana avanzó por el valle del Duero con el objetivo de unirse en Burgos con un ejército francés aliado (el rey de Francia, enemigo del de Aragón, veía en el matrimonio de Fernando una notable amenaza). La victoria de Fernando en la batalla de Toro (1 de marzo de 1476) frustró la maniobra de Alfonso y provocó la retirada de las tropas francesas, y el cambio de bando de la mayor parte de los nobles que apoyaban a Juana (contra los que no se tomaron represalias), aunque continuó la guerra con Portugal hasta 1478. La oposición interior más significativa fue la del Marqués de Villena, cuya represión se confió al maestre de Santiago y a una rebelión antiseñorial estimulada por los reyes; y la que Ferrán Arias mantuvo en Utrera, duramente reprimida. Las rencillas entre bandos aristocráticos fueron utilizadas con habilidad por los reyes para debilitar a todos ellos sin consideración de sus apoyos en el pasado; por ejemplo, tanto al Marqués de Cádiz como al Duque de Medina Sidonia se les prohibió la entrada en Sevilla y se les privó del control de las fortalezas de ese reino, que se disputaban.
Francia firmó la paz con Castilla en 1478. El papa Sixto IV, que no había tomado partido por ninguna de las dos candidatas al trono castellano, tenía necesidad del apoyo aragonés en Italia, con lo que su acercamiento a los reyes permitió incluso el establecimiento de la Inquisición española bajo control real (1 de noviembre de 1478). El papel de los cardenales de la familia valenciana Borja era cada vez mayor, y llegaron incluso al pontificado (Alejandro VI en 1492). La reconciliación de la nueva monarquía castellano-aragonesa con Portugal se produjo con el Tratado de Alcáçovas (4 de septiembre de 1479) donde se estableció una amnistía y la restitución de las fronteras anteriores a la guerra, obteniendo el compromiso castellano de renunciar a la expansión marítima por las costas atlánticas africanas.
Desde el 20 de enero de 1479 Fernando ya era rey de Aragón, con lo que comenzó de forma efectiva el reinado conjunto de los Reyes Católicos en ambas coronas.
Las Cortes de Castilla dejaron de ser la reunión de los tres estamentos, pues solo en ocasiones solemnes se convocaba a nobleza y clero, quedando la convocatoria restringida a los representantes de las ciudades para votar impuestos, que no son de incumbencia de los privilegiados. Solo diecisiete ciudades tenían voto en Cortes.
Los Reyes Católicos convocaron conjuntamente Cortes en cinco ocasiones y Fernando en cuatro ocasiones durante su reinado en solitario. Abordaron cuestiones políticas e institucionales decisivas, aunque desde 1480 la tarea legislativa la ejercen por su propia autoridad, y sin necesidad de convocar Cortes, a través de Pragmáticas.
Las Cortes más trascendentes fueron las de Toro de 1505 (a la muerte de Isabel), que establecieron el mayorazgo (garantía de estabilidad de los patrimonios nobiliarios, que no podrán ni dividirse ni perderse, para ser heredados por el primer hijo varón) y recopilaron la legislación (los trabajos previos se habían publicado en 1484 -Ordenamiento de Montalvo-). Las Cortes de Madrigal de 1476 crearon la Santa Hermandad con funciones que iban más allá de una campaña militar concreta para convertirse en una milicia concejil permanente, pagada por las ciudades. Se concibió como un instrumento que garantizara el orden público y la aplicación de la justicia, lo que aumentaba el control de los reyes sobre espacios antes abandonados al poder de los señores.
La reforma financiera confió sobre todo a las Cortes de Toledo de 1480. Se quisieron reducir los créditos particulares sobre el Tesoro público, particularmente en forma de juros, de los que existían dos tipos: los de merced (que daban derecho a un particular a recibir una cantidad anual sobre las rentas de la Corona) y los títulos de deuda. Una comisión presidida por Hernando de Talavera revisó los juros, y entendió que los juros ganados por servicios auténticos debían mantenerse y el resto debían eliminarse, como situaciones abusivas. La revisión se hizo en las Cortes, como negociación con nobleza y clero, afectando por igual a partidarios y adversarios de Isabel, y significó para la Hacienda recuperar rentas por valor de 30 millones de maravedíes al año; la nobleza quedó debilitada, pero no arruinada.
Se intentó recuperar los impuestos enajenados (cedidos como renta a algunos nobles) e implantar impuestos que no necesitaran la aprobación de las Cortes, para lograr la independencia financiera de la Corona. El 80% de los recursos ordinarios provenían de las tercias reales (una fracción de los diezmos) y de la alcabala, teóricamente una regalía de la Corona que gravaba como impuesto indirecto sobre las transacciones comerciales (con lo que los privilegiados no están eximidos de pagarlo). En la práctica, su encabezamiento por ciudades producía todo tipo de alteraciones y desviaciones. El arrendamiento de impuestos y rentas reales se realizaba a recaudadores (habitualmente judíos, como los Senior). En 1495 se sustituyó el sistema tradicional de arrendamiento de alcabalas, tercias y otros impuestos por el sistema de "encabezamiento", pactando con cada ciudad una cantidad fija por un periodo de dos años, lo que, a cambio de garantizar ingresos crecientes a la monarquía (aumentaron al doble), reforzó la autonomía local y el poder de las oligarquías o patriciado urbano. La cantidad a cobrar era recaudada sin necesidad de comprobar cada transacción, sino mediante "repartimiento", con menor dependencia de arrendatarios y funcionarios.
Con el nombre de servicio ordinario y extraordinario se votaban en Cortes diversas cantidades solicitadas por el rey y concedidas por el reino (es decir, por los procuradores enviados por los ayuntamientos de cada una de las diecisiete ciudades con voto) y cuyo pago se repartía entre los pecheros de cada distrito fiscal, quedando exentos los privilegiados y produciéndose todo tipo de situaciones discriminatorias entre estamentos y territorios (las ciudades y su alfoz -comunidad de villa y tierra-, y zonas enteras, como Galicia, dependientes de una ciudad lejana, al no haber en ellas ninguna ciudad con voto).
Los Reyes Católicos gobernaron utilizando como instrumento principal el Consejo Real de Castilla, una institución creada en las cortes de Valladolid de 1385. Era la instancia judicial suprema del reino, y al mismo tiempo un órgano político y administrativo. Su presidencia recaía en un obispo, y se evitó nombrar consejeros a altos nobles. La Administración de justicia se ejercía teniendo presente una idea particularmente propia de Isabel: que era juez supremo en su reino; todos los actos de justicia los administrará el rey, limitando las competencias eclesiásticas, señoriales o locales. Se organizó una primera instancia a cargo de alcaldes ordinarios (elegidos por el concejo), corregidores (elegidos por el rey a través de la Cámara de Castilla) o gobernadores; una segunda instancia a cargo de alcaldes mayores, corregidores o gobernadores; y la jurisdicción suprema a cargo de las Audiencias o Chancillerías (con una sala de lo criminal y cuatro salas de lo civil) y el Consejo Real de Castilla. La Chancillería de Valladolid adquirió la forma definitiva a través de las Ordenanzas de 1486. La Chancillería de Ciudad Real, creada en 1494, fue trasladada a Granada en 1505. Se estableció la línea del río Tajo como límite de jurisdicciones.
Los concejos de las ciudades estaban gobernados por regidores, cargos vinculados a las familias de la pequeña nobleza local, el denominado patriciado urbano u oligarquía local. La alta nobleza fue estableciendo sus redes clientelares a través de las que fueron controlando alguna de ellas (como Guadalajara con los Mendoza). Algunas otras ciudades eran directamente de señorío. Los Reyes Católicos intentaron controlar las ciudades de realengo a través de una nueva figura institucional: corregidores permanentes, con funciones judiciales, militares, políticas y administrativas, que cuando eran de capa y espada (o sea, no letrados) eran asistidos por un alcalde mayor letrado. Otros cargos concejiles eran los alcaldes ordinarios (uno por el común y otro por el estado noble), el alférez mayor, el alguacil mayor, los escribanos y el resto de funcionarios municipales, como alguaciles, porteros, maceros, etc.[35]
La guerra de Granada ofreció una empresa común, bajo el ideal de máximo religioso, a todos los grupos sociales y territorios de la monarquía, con absoluto predominio castellano; y la prestigió enormemente en Europa y ante la Iglesia (el papa concedió la Bula de Cruzada y el Patronato regio). Aunque pervivían muchos elementos medievales, puede considerarse como la primera guerra moderna, basada en el esfuerzo continuado de un ejército permanente con decisiva presencia de las nuevas armas de fuego, gastos solo al alcance de los ingresos fiscales y la capacidad crediticia de un estado moderno de dimensiones nacionales. Las tácticas incluyeron el ataque a objetivos económicos, dinámicos movimientos de tropas y asedios múltiples simultáneos.
Tras diez años de guerra, el acuerdo con el rey Boabdil (aliado intermitente de los cristianos durante todo el conflicto) permitió la toma pacífica de la ciudad de Granada mediante las capitulaciones de Santa Fe, que ofrecían amplias garantías a la población mudéjar (denominación historiográfica de los musulmanes sometidos a reinos cristianos). La política conciliadora inicial del confesor de la reina Hernando de Talavera fue sustituida en 1499 por la mucho más expeditiva del Cardenal Cisneros, que provocó revueltas mudéjares (la revuelta del Albaicín, la primera sublevación de las Alpujarras y la sublevación de la serranía de Ronda), fácilmente sofocadas. Interpretadas como una ruptura de las capitulaciones, sirvieron de justificación para decretar la Pragmática de conversión forzosa de 20 de julio de 1501, extendida el año siguiente a la totalidad de la Corona de Castilla (a Navarra en 1515 y a la Corona de Aragón en 1525).
Se originó con ello una población teóricamente cristiana, a la que se impedía el ejercicio público del islam, pero que continuó con su forma tradicional de vida y costumbres. Reciben la denominación historiográfica de moriscos. Las comunidades moriscas estaban estrechamente adaptadas a una agricultura intensiva que había formado secularmente el paisaje rural granadino; y fueron sometidas a un duro régimen señorial. También hubo algunas familias nobles moriscas, aunque la mayor parte de las clases altas del reino nazarí había optado por el exilio en el norte de África. La repoblación con cristianos viejos de la capital y de las Alpujarras, y el incremento de la presión contra sus costumbres y tradiciones fueron intensificando los conflictos en las siguientes generaciones, desembocando en la guerra de las Alpujarras de 1576. Se intentó la dispersión de los moriscos por el interior de Castilla, pero finalmente se optó por la expulsión de todos ellos (incluidos los de la Corona de Aragón y Navarra) en 1609.
Temiendo que Portugal se hiciera con las Canarias, en 1477 la Corona castellana tomó el relevo de la penetración, hasta entonces una empresa de iniciativa señorial (Juan de Bethencourt). Finalmente las islas quedaron en la parte castellana del Atlántico definida en el Tratado de Alcáçovas.
Las poblaciones guanches de las diferentes islas, aisladas y en un estadio cultural neolítico fueron sometidas militarmente y aculturizadas a través de la esclavización, el mestizaje y la imposición del cristianismo. La justificación del dominio en la evangelización fue un precedente de la posterior empresa colonizadora americana. Gran Canaria se conquistó entre 1481 y 1483, La Palma y Tenerife necesitaron un mayor esfuerzo, venciéndose las últimas resistencias en 1496.
La repoblación se produjo mediante la concesión de lotes territoriales, a condición de permanecer en las islas quince años; la oferta fue aprovechada por soldados y colonos, destacando el establecimiento de señores normandos y andaluces. Para 1525 había cerca de veinticinco mil habitantes, de los que sólo la cuarta parte serían aborígenes. La economía se basaba en la explotación maderera y pesquera, y en una agricultura comercial productora de azúcar. El desarrollo manufacturero fue muy escaso. El mayor interés de las islas fue el estratégico, por su dominio de las rutas atlánticas hacia América y África. También se intentó el establecimiento de puertos en la costa africana (Santa Cruz de la Mar Pequeña).
La administración local, similar a la castellana, se organizó en concejos. No se nombró virrey, sino un adelantado en La Palma y otro en Gran Canaria. La Gomera, Fuerteventura y El Hierro estaban sometidos a régimen señorial. En 1526 se creó la Real Audiencia de Canarias. Se procuró mantener una fiscalidad más leve para atraer la repoblación. La organización eclesiástica, basada en el Patronato regio (como en Granada y América) tuvo su cúspide en la diócesis de Canarias. Desde principios del siglo XVI se implantó la Inquisición.
Señor: Porque sé que avreís plazer de la grand vitoria que nuestro Señor me ha dado en mi viaje vos escrivo ésta, por la cual sabréis cómo en [treinta y tres en la versión latina y veinte en la versión castellana] días pasé a las Indias con la armada que los ilustrísimos Rey y Reina, nuestros señores, me dieron, donde yo hallé muy muchas islas pobladas con gente sin número, y dellas todas he tomado posesión por sus Altezas con pregón y bandera real extendida, y no me fue contradicho.
Versiones de la carta de Colón a Luis de Santángel, escribano de ración, 15 de febrero - 14 de marzo de 1493 [en un caso] o marzo - abril de 1493 [en el otro].[38][39]
Todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué auctoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muerte y estragos nunca oídos habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades [en] que, de los excesivos trabajos que les dais, incurren y se os mueren y, por mejor decir, los matáis por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine y cognozcan a su Dios y criador, sean baptizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? Estos, ¿no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto, que en el estado [en] que estáis no os podéis más salvar que los moros o turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo.
La unión de Castilla y Aragón no afectaba a la situación interna de los territorios pero sí a su política exterior que se ejecutaba comúnmente. Es un punto debatido en la historiografía qué intereses fueron más beneficiados. La mayor parte de las interpretaciones identifican como intereseses castellanos la proyección hacia el Atlántico y el Norte de Europa, lo que incluyó la estrategia a seguir en Portugal y Navarra; y como intereses aragoneses la proyección hacia el Mediterráneo; lo que incluyó la estrategia a seguir en Italia. En ambos casos los enemigos comunes eran Francia y los estados musulmanes, y los aliados necesarios Inglaterra y los estados de los Habsburgo-Borgoña.[26] El lema atribuido a Fernando Paz entre cristianos y guerra contra infieles, además de su carácter propagandístico, resumía un programa evidente.[40]
Portugal
Desde la batalla de Aljubarrota (1385) se había mantenido la paz entre Portugal y Castilla. La guerra de Sucesión Castellana (1475-1479) proporcionó una posible intervención portuguesa en los asuntos castellanos, que se frustró por la derrota de Alfonso y Juana. Portugal se había convertido en el primer estado moderno de Europa occidental, cuyo dominio de las rutas oceánicas le estaba convirtiendo en una verdadera potencia global. La conveniencia de mantener buenas relaciones con la casa de Avís se concretó en el Tratado de Alcáçovas (1479) y el proyectado matrimonio de Isabel (hija de los Reyes Católicos) con Alfonso (hijo y heredero de Juan II de Portugal). El enlace hispano-portugués se frustró varias veces (muerte de Alfonso, muerte de Isabel tras sus segundas nupcias -con Manuel I de Portugal-). El definitivo matrimonio de Manuel con otra hija de los Católicos, María, permitió que la hija de estos, Isabel, enlazara en 1526 con otro nieto de los mismos reyes, Carlos I, y que el hijo de estos, Felipe II, unificara todos los reinos hispánicos en 1580, en un complicado e imprevisible azar sucesorio.
El Tratado de Tordesillas (1494) reequilibró las relaciones, respondiendo a la nueva situación geoestratégica originada por el descubrimiento de América. Concedía a Portugal un espacio atlántico más amplio que el obtenido por Castilla en la bula papal Inter Caetera (1493), fijándose en el meridiano situado a 370 leguas al oeste de Cabo Verde. Es objeto de especulación si tal demanda respondía a un conocimiento previo de la localización de las costas de Brasil, cuyo descubrimiento por Vicente Yáñez Pinzón y Pedro Álvarez Cabral data de 1500.
Inglaterra
La alianza establecida en 1479 se concretó en 1501 con el matrimonio de Arturo Tudor y Catalina de Aragón. La consumación del matrimonio fue objeto de debate posteriormente; en todo caso, la temprana muerte de Arturo permitió el segundo matrimonio de Catalina, en 1503, con el futuro Enrique VIII. La hija de estos, María I de Inglaterra, contraerá matrimonio con Felipe II de España. A pesar de las objetivas razones para una alianza anglo-española,[41] los enfrentamientos entre ambas potencias serán recurrentes a lo largo de toda la Edad Moderna.
La Casa de Trastamara debía al apoyo francés su entronización en Castilla (de donde pasó a Aragón); y las buenas relaciones se mantuvieron hasta la guerra de Sucesión Castellana en que el rey de Francia intervino a favor de la Beltraneja. El matrimonio de Isabel con Fernando colocó a Castilla en el bando aragonés, cuyas relaciones con Francia eran ambivalentes: la ayuda francesa a Juan II de Aragón en la Guerra Civil Catalana permitió a Luis XI ocupar en 1475 la Cataluña al norte de los Pirineos (Rosellón y Cerdaña), mientras que los asuntos internos de Navarra les convertían en claros rivales. En 1483 los Reyes Católicos apoyaron a Francisco II de Bretaña, hasta entonces independiente de Francia. Las guerras de Italia (1494-1559) terminarán siendo el escenario idóneo para la disputa de la hegemonía europea entre ambas monarquías.
El reino de Navarra había quedado imposibilitado para expandirse hacia el sur en la Reconquista, encajonado entre sus poderosos vecinos cristianos (Castilla y Aragón); mientras que el complicado espacio político francés le permitía una mayor implicación al norte de los Pirineos. Se formaron dentro del reino dos bandos nobiliarios (beaumonteses y agramonteses), sucesivamente profranceses y proaragoneses, cuyo enfrentamiento se inscribía en el conflicto general europeo (la Guerra de los Cien Años). El reinado de Carlos III de Navarra (1387-1425) se caracterizó por una compleja red de alianzas matrimoniales con las dinastías de los reinos limítrofes, de la que terminaron beneficiándose los Trastamara, tanto de Castilla como de Aragón, conformándose una suerte de protectorado aragonés sobre Navarra desde 1419-1420 (tratados de Olite y de Guadalajara).[42] Juan II de Aragón, casado con Blanca I de Navarra, pasó a ser el rey efectivo desde 1425 a 1479, en medio de fuertes enfrentamientos (Guerra Civil de Navarra). A la muerte de la reina (1441), los beamonteses apoyaron la sucesión de Carlos de Viana (hijo de Juan y Blanca), mientras que los agramonteses apoyaron la continuidad de su padre como rey. Juan II impuso como heredera a su hija Leonor, casada con Gastón IV de Foix. Las muertes sucesivas del príncipe Carlos (1461), del príncipe Gastón (1470, primogénito de Leonor y Gastón, que había pasado a ser príncipe de Viana), de Leonor (1479) y, por último, de Francisco I de Foix (primogénito del príncipe Gastón y de Magdalena de Francia, hija del rey Luis XI, que ocupó el trono navarro entre 1479 y 1483), dejaron como reina a Catalina de Foix (hermana de Francisco), que se casó con Juan de Albret, noble francés. Entre 1495 y 1500 (Tratado de Sevilla) los Reyes Católicos mantuvieron guarniciones castellanas dentro de Navarra, como garantía de la neutralidad del reino.
En 1441 Alfonso V de Aragón "el Magnánimo", partiendo de Sicilia conquistó el Reino de Nápoles, desplazando a los Anjou (el ordinal como rey de Nápoles es Alfonso I). La concepción patrimonial de los reinos hacía que las divisiones sucesorias fueran frecuentes: la herencia de Alfonso V supuso que en 1458 Juan II quedara como rey de Aragón y Sicilia, mientras que Nápoles quedó para su hermano bastardo Ferrante I, casado con Juana de Aragón y enfrentado al Papa y a la nobleza napolitana, entre la que surgieron partidarios de los Anjou (angevinos). En 1494 a Ferrante le sucedió Alfonso II de Nápoles (Duque de Calabria).
En este momento Carlos VIII de Francia reivindicó sus derechos como heredero de los Anjou, consiguiendo imponerse militarmente en 1495. Para evitar la intervención aragonesa, había concedido en el Tratado de Barcelona (1493) la devolución de los territorios catalanes al norte de los Pirineos (Rosellón y Cerdaña). El temor papal de verse rodeado por los franceses, al norte y sur de Italia, le hizo convocar una "Liga Santa" en la que, junto a los Estados Pontificios, estaban Milán, Venecia, Austria y España. Las tropas españolas enviadas por Fernando el Católico derrotaron a Carlos VIII en Nápoles, y le obligaron a retirarse al norte de Italia. Fernando esperaba gobernar directamente, pero en el trono napolitano se sucedieron Ferrante II y Fadrique.
Luis XII, que había sucedido en el trono francés a Carlos VIII, concibió una resolución diplomática (Tratado de Marcoussis de 1498 y Tratado de Granada de 1500) que suponía el reparto del reino napolitano entre Francia y España. Pero las diferencias de intereses impusieron que la guerra de Nápoles (1501-1504) se convirtiera en un nuevo enfrentamiento entre ambas potencias. El ejército del "Gran Capitán" se impuso en las decisivas batallas de Ceriñola y Garellano (28 de abril y 28 de diciembre de 1503). El dominio de la Monarquía Hispánica sobre el Sur de Italia persistió hasta el siglo XVIII.
Reinado en Castilla de Felipe el Hermoso y Juana la Loca (1504-1506)
Las Cortes de Toro (de enero a marzo de 1505), tras la muerte de Isabel, aun reconociendo la existencia de heredera directa, su hija Juana, ponían en duda su capacidad (pasaría a la historia con el sobrenombre de "la loca"). Por entonces Juana residía en Flandes con su esposo Felipe de Habsburgo "el Hermoso". Las negociaciones internacionales llevadas a cabo en la concordia de Salamanca (24 de noviembre de 1505) establecieron a los ausentes Felipe y Juana como reyes y a Fernando como gobernador del reino. En cuanto les fue posible, Felipe y Juana viajaron a Castilla dejando a su primogénito Carlos en Flandes (un accidentada expedición, comenzada en enero de 1506, que no consiguió llegar a La Coruña hasta el 26 de abril), y demandaron su derecho al ejercicio directo del poder, con el apoyo de las potencias europeas y respaldados por una parte de la nobleza (los llamados felipistas o pro-flamencos, opuestos a los fernandistas o pro-aragoneses, cuyos enfrentamientos obligaron a desplazar las Cortes convocadas en Salamanca el 5 de febrero, y que se volvieron a reunir en Cacabelos, en Villafranca y en Benavente, terminando en Valladolid el 9 de julio). Fernando aceptó la nueva situación firmando la concordia de Villafáfila (27 de junio de 1506), y se retiró a Aragón; pero en menos de tres meses la repentina muerte de Felipe (25 de septiembre de 1506) le permitió regresar como regente.[45]
Fernando el Católico, rey en Aragón y regente en Castilla (1506-1516)
Al poco de enviudar, Fernando se casó con Germana de Foix (pariente del rey Luis XII de Francia y de la reina Catalina de Navarra) en un matrimonio pactado en el Tratado de Blois (1505), que concedía a esta los derechos que aún pretendía el rey francés sobre el reino de Nápoles (además del título de rey de Jerusalén, únicamente honorífico). Fernando se comprometía a ceder sus derechos sobre el reino al hijo que pudiera tener con Germana, circunstancia que se frustró con la muerte a las pocas horas de nacer del único hijo que llegaron a tener (Juan, nacido y muerto el 3 de mayo de 1509).
Durante los diez años de gobierno en solitario de Fernando, afianzado el control interior en Castilla y Aragón, se emplearon los crecientes recursos de la monarquía en una política exterior de fuerte presencia en múltiples escenarios, que confirmó a España como una seria aspirante a la hegemonía europea. El ejército permanente, constituido esencialmente por los Tercios organizados por Gonzalo Fernández de Córdoba (el Gran Capitán); y la marina, desplegada en el Mediterráneo y el Atlántico, absorbieron un porcentaje cada vez mayor del presupuesto (que pasó del 15% al 50%, cifra que aumentará todavía más en los reinados siguientes).
La ambivalente figura del Rey Católico fue tomada como modelo por Maquiavelo para su tratado El Príncipe (1513), que marca el inicio de la teoría política moderna.
Fernando tuvo que contener la desmesurada ambición del Gran Capitán acudiendo personalmente a Nápoles (1506-1507), lo que dio origen a la tópica expresión Las cuentas del Gran Capitán como referencia a su orgullosa respuesta ante el rey (que quedaría calificado de mezquino e ingrato). También consiguió el reconocimiento del Papa, que le invistió como rey de Nápoles; aunque no se produjeron cambios institucionales de importancia, conservando el reino de Nápoles una gran autonomía jurídica y política.
Entre 1508 y 1509 se recuperaron las islas venecianas del Adriático.
En 1509 Fernando decidió implicarse nuevamente en la política navarra apoyando una rebelión. La situación jurídica cambió a partir de la muerte en 1512 de Gastón de Foix, conde de Narbona (vinculado a Francia durante las guerras de Italia), que hizo pasar los derechos de éste a su hermana (Germana de Foix, la esposa del Rey Católico). Luis XI garantizó por el Tratado de Blois (1512) su alianza con los reyes de Navarra (Catalina de Foix y Juan de Albret) a cambio del reconocimiento de su dependencia y el pago de una renta. Fernando, justificado por esta ruptura de la neutralidad, y con el apoyo del papa Julio II (que excomulgó a Juan y Catalina); encargó al Duque de Alba la ocupación militar del reino de Navarra y la expulsión de las tropas francesas, lo que consiguió con rapidez en la mayor parte del territorio, al sur de los Pirineos (julio a septiembre de 1512). La tierra de ultrapuertos, al norte, quedó en manos de nobles franceses.
La anexión formal de Navarra se produjo finalmente en 1515, y no se hizo a la Corona de Aragón, sino a la Corona de Castilla. No obstante, se mantuvo como un reino separado, con leyes e instituciones propias (Fueros de Navarra, Consejo de Navarra, Cortes de Navarra, Cámara de Comptos de Navarra) y una amplísima autonomía en sus asuntos internos, que incluso sometía a revisión las órdenes o leyes emitidas por el rey (derecho de sobrecarta o pase foral), que era representado por un virrey.
Regencia de Cisneros en Castilla e interregno en Aragón (1516-1517)
A la muerte de Fernando, el inicial cuestionamiento de la aristocracia castellana a la regencia del arzobispo de Toledo, Francisco Jiménez de Cisneros, provocó una famosa respuesta de éste: reuniendo a los grandes frente a una unidad de artillería, proclamó Estos son mis poderes, frase que se ha convertido en un tópico para expresar el autoritarismo, o el control efectivo de los mecanismos del poder (poder fáctico).[46]
Durante este periodo Cisneros hubo enfrentar dos amenazas militares, una en Navarra, consiguiendo evitar la tentativa de incursión de los Albret; y otra en Argel, donde la guarnición castellana fue derrotada por Jeireddín Barbarroja (1516).
El hecho de que la reina legítima, Juana, siguiera incapacitada (pero no hubiera abdicado ni se la hubiera destituido), abría varias posibilidades, entre las que se consideró la de entregar el trono a Fernando (hijo menor de la reina Juana, que se había criado en Castilla), en vez de a su hermano mayor Carlos "de Gante", criado en Flandes por los Borgoña-Habsburgo. La precipitada proclamación como rey de Carlos en Bruselas llevó a Cisneros a aceptar los hechos consumados, pero solicitó su presencia urgente en España para evitar una posible rebelión. Tras casi dos años de regencia, Cisneros falleció mientras viajaba hacia Santander, donde estaba previsto el desembarco del nuevo rey.
En Aragón, el testamento de Fernando preveía que la regencia fuera ejercida por su bastardo el arzobispo Alonso, al que había conseguido la sede de Zaragoza; pero tal disposición no fue aceptada por las instituciones de la Corona aragonesa (en el caso de Sicilia, incluso se llegaron a producir revueltas), no resolviéndose la situación jurídica hasta 1518 y 1519.
Primer Renacimiento en España
El primer renacimiento español fue el resultado del desarrollo del arte y arquitectura peninsulares que manaba de una evolución del gótico y una influencia del arte mudéjar; inf.uenciado con los movimientos artísticos que llegaron del renacimiento flamenco e italiano. Destaca el surgimiento de un estilo decorativo llamado plateresco.
Tragicomedia de Calisto y Melibea, de Fernando de Rojas, edición de 1502 (ampliación de la primera edición de 1499, probablemente titulada Comedia). La fuerza del personaje llamado Celestina hizo que terminara por identificarse como título de la obra.
Carlos I desembarcó de forma imprevista en el puerto asturiano de Villaviciosa el 8 de septiembre de 1517, trayendo consigo una nutrida y costosa representación de la corte flamenca de Malinas, entre la que destacaba Guillermo de Croy, señor de Chièvres, cuyas inclinaciones francófilas había demostrado en el Tratado de Noyon (13 de agosto de 1516), y que enseguida fue objeto de todo tipo de acusaciones, especialmente de avaricia y nepotismo (consiguió el nombramiento de su sobrino homónimo, de tan sólo 20 años, como arzobispo de Toledo en sustitución de Cisneros).[51][52]
Sucesivamente, las Cortes de Castilla (Valladolid, 1518) y las de Aragón reconocieron al nuevo monarca y le concedieron sus peticiones fiancieras, aunque no sin condiciones (prohibición de sacar dinero del país, no vender los cargos ni dárselos a extranjeros, libertad para la reina madre, etc.), que fueron aceptadas por el monarca. Las convocadas Cortes valencianas no llegaron a celebrarse, pues antes de ello la prioridad política pasó a ser la elección de Carlos como emperador de Alemania, puesto electivo vacante por la muerte de su abuelo Maximiliano I de Habsburgo (12 de enero de 1519). Se convocaron nuevamente las Cortes de Castilla (las únicas con capacidad financiera significativa), primero en Santiago de Compostela y luego en La Coruña (marzo-abril de 1520, véase Cortes de Santiago y La Coruña), que le concedieron sin una negociación real (se acusó a los procuradores de haberse dejado presionar y sobornar) una nueva aportación de 400.000 ducados. El dinero necesario para garantizarse la elección (en la que competía con Francisco I de Francia) le había sido adelantado como préstamo por Jakob Fugger, una apuesta financiero-política que convirtió a su casa en la banca más próspera del mundo, basada en su provechosísima relación con España y las Indias, donde se les castellanizó su nombre (Fúcares).[53][54]
Al partir para Alemania Carlos I (20 de mayo de 1520) dejó como regente a un extranjero en Castilla, Adriano de Utrecht, incumpliendo parte de lo acordado en las negociaciones de Cortes, así como la salida de dinero. La difusión de las noticias por Castilla provocó una revuelta, iniciada en Segovia (29 de mayo) y posteriormente generalizada; que en Valencia también se produjo, aunque con causas y desarrollo diferentes.
Representantes de varias ciudades del centro de Castilla, convocadas por Toledo (8 de junio), se reunieron en una Junta de Comunidades en Ávila (agosto), y fueron ganando adhesiones a medida que se intensificaba la represión imperial (asedio de Segovia, incendio de Medina del Campo -21 de agosto-). El carácter antifiscal y particularista de la revuelta respondía a un sentimiento generalizado de pérdida de independencia y control en los asuntos internos castellanos, que únicamente beneficiaba a Flandes y que sólo era visto con menor recelo por las ciudades periféricas de predominio mercantil (Burgos o Sevilla). Se propuso anular el servicio votado en La Coruña, interpretándolo como el resultado de una coacción, y volver al sistema de encabezamiento, exigir el nombramiento de un regente castellano y de castellanos para todos los demás oficios y cargos recientemente concedidos a extranjeros, y reafirmar la prohibición de sacar dinero de Castilla. La Junta no reconocía ni a Adriano de Utrecht ni al Consejo Real, considerando que sólo la Chancillería de Valladolid representaba una autoridad legítima. Los iniciales movimientos militares perfilan la separación de dos bandos y convierten la revuelta en una verdadera guerra civil entre comuneros (la baja nobleza y la burguesía de las ciudades del centro de Castilla, interesadas en el desarrollo de la artesanía local, liderados por Juan de Padilla -Toledo-, Juan Bravo -Segovia- y Francisco Maldonado -Salamanca-, con escasa presencia de altos nobles -Pedro Girón, Pedro de Ayala- o altos clérigos -Antonio de Acuña, obispo de Zamora-) e imperiales (las ciudades con intereses en el comercio exterior, el clero y la alta nobleza con intereses ganaderos, y los grandes, liderados por el Condestable y el Almirante). Los comuneros buscaron legitimarse recurriendo a la reina Juana (madre de Carlos, que desde hacía años se encontraba recluida en Tordesillas al considerarla loca, pero que no había abdicado). La actitud de la reina es difícil de valorar, pero no llegó a firmar ningún documento.
La radicalización del movimiento comunero, que en algunos puntos se convirtió en una revuelta antiseñorial, resultó decisiva para que la mayor parte de la nobleza apoyase al bando imperial. La derrota de los comuneros en la batalla de Villalar (23 de abril de 1521) descabezó el movimiento con la ejecución de sus líderes. Únicamente la ciudad de Toledo resistió varios meses, dirigida por María Pacheco, viuda de Padilla.
El descontento presente en el reino de Valencia desde el incumplimiento de la convocatoria de Cortes aumentó por el nombramiento como virrey del conde de Mélito (Diego Hurtado de Mendoza de la Vega y Luna, un aristócrata castellano). La decadencia demográfica y económica del reino había sido constante desde el siglo XV. La peste de 1519 había apartado a la nobleza de las ciudades, dejando un vacío de poder ocupado por la burguesía artesana y mercantil organizada en germanías ("hermandades"). Los periódicos ataques de la piratería berberisca habían acostumbrado a los ciudadanos a la autodefensa (Junta de los Trece, instituida por los Reyes Católicos), además de reforzar el recelo social ante la presencia de una importante minoría morisca en los dominios rurales nobiliarios. La elección de jurados en la ciudad de Valencia (18 de mayo de 1521) sirvió de detonante para una revuelta urbana, en que la muchedumbre atacó el palacio virreinal.[56]
La sublevación se generalizó, convirtiéndose en una verdadera guerra civil en toda Valencia, que incluso se extendió a los reinos vecinos (sobre todo al reino de Mallorca, aunque también en zonas de Cataluña y el Bajo Aragón). Su carácter fue muy complejo, presentando componentes particularistas, sociales y religiosos; en algunas zonas rurales adquirió la forma de levantamientos antiseñoriales, de imposible coordinación con las revueltas urbanas, protagonizadas por la burguesía. Hubo incluso un brote de sebastianismo, dirigido por un oscuro personaje (El Encubierto) que decía ser Juan, hijo de los Reyes Católicos y verdadero heredero del trono.[57]
Tras la rendición de los rebeldes de Oropesa, capturado el líder Vicente Peris en Valencia (3 de marzo de 1522), y tomadas Játiva y Alcira, el reino de Valencia fue finalmente pacificado; nombrándose a Germana de Foix, la viuda de Fernando el Católico, para el cargo de virrey.
Sin embargo, en Mallorca el movimiento alcanzó una mayor profundidad, a causa de que, en ausencia de campesinado morisco, sí fue posible la coordinación de las revueltas populares y urbanas. Los agermanats mallorquines, con un discurso igualitario, lograron el control de toda la isla, derrotando la resistencia nobiliaria. Fue necesario enviar una flota imperial que restauró la situación anterior mediante una severa represión (finales de 1522).
La posibilidad de ejercer una hegemonía europea tuvo desde el inicio del reinado de Carlos dos importantes antagonistas: el mayor la monarquía francesa de Francisco I, que tras perder la compencia por la elección imperial no perdió ninguna oportunidad de intervenir en Italia, Navarra, Alemania o cualquier otro escenario que pudiera perjudicar a Carlos (incluso apoyando al Imperio turco);[58] y en segundo lugar, las inestables ligas de príncipes alemanes, que encontraron en la Reforma protestante un medio idóneo para aumentar su poder a costa del clero local, el Papa y el Emperador. La posición del tercer rey en discordia, Enrique VIII de Inglaterra, fue apoyar alternativamente a Carlos y a Francisco, y combatir o aproximarse sucesivamente a los protestantes. La posición de los sucesivos papas osciló entre el enfrentamiento abierto, el recelo y la sumisión (llegándose a nombrar papa a uno de sus más estrechos colaboradores, Adriano de Utrecht).
Mostradme la cláusula del testamento de Adán en la que se le otorga al rey de España la mitad del mundo
... un poquito de favor a un fray que se dice fray Martín, que está con el duque Fadrique de Sajonia, del cual tiene el Papa grandísimo miedo, porque predica y publica grandes cosas contra su poder
Vosotros sabéis que Yo desciendo de los emperadores cristianísimos de la noble nación de Alemania, y de los reyes católicos de España, y de los archiduques de Austria y duques de Borgoña; los cuales fueron hasta la muerte hijos fieles de la Santa Iglesia Romana, y han sido todos ellos defensores de la Fe católica y sacros cánones, decretos y ordenamientos y loables costumbres, para la honra de Dios y aumento de la Fe católica y salud de las almas. Después de la muerte, por derecho natural y hereditario, nos han dejado las dichas santas observancias católicas, para vivir y morir en ellas a su ejemplo. Las cuales, como verdadero imitador de los dichos nuestros predecesores, habemos por la gracia de Dios, guardado hasta agora. Y a esta causa, Yo estoy determinado de las guardar, según que mis predecesores y Yo las habemos guardado hasta este tiempo; especialmente, lo que ha sido ordenado por los dichos mis predecesores, ansi en el Concilio de Constancia, como en otros.
Las cuales son ciertas, y gran vergüenza y afrenta nuestra es, que un sólo fraile, contra Dios, errado en su opinión contra toda la Cristiandad, así del tiempo pasado de mil años ha, y más como del presente, nos quiera pervertir y hacer conocer, según su opinión, que toda la dicha Cristiandad seria y habría estado todas horas en error. Por lo cual, Yo estoy determinado de emplear mis Reinos y señoríos, mis amigos, mi cuerpo, mi sangre, mi vida y mi alma; porque sería gran vergüenza a mí y a vosotros, que sois la noble y muy nombrada nación de Alemania, y que somos por privilegio y preeminencia singular instituidos defensores y protectores de la Fe católica, que en nuestros tiempos no solamente heregia, mas ni suspición de ella, ni disminución [de] la Religión cristiana, por nuestra negligencia, en nosotros se sintiese, y que después de Nos quedase en los corazones de los hombres para nuestra perpetua deshonra y daño y de nuestros sucesores. Ya oísteis la respuesta pertinaz que Lutero dio ayer en presencia de todos vosotros. Yo os digo, que me arrepiento de haber tanto dilatado de proceder contra el dicho Lutero y su falsa doctrina. Estoy deliberado de no le oír hablar más, y entiendo juntamente dar forma en mandar que sea tomado, guardando el tenor de su salvoconducto, sin le preguntar ni amonestar mas de su malvada doctrina, y sin procurar que algún mandamiento se haga de como suso es dicho; e soy deliberado de me conducir y procurar contra él como contra notorio herege. Y requiero que vosotros os declareis en este hecho como buenos cristianos, y que sois tenidos de lo hacer como lo habeis prometido. Hecho en Bormes a 19 de abril de 1521, de mi mano. Yo el Rey.[62]
Las guerras suponían un gasto desorbitado. Las rentas ordinarias de la Corona no eran suficientes, por lo que constantemente se recurría al crédito, condicionando los recursos futuros. Había diferentes tipos de deuda: juros (emisiones de títulos de deuda, redimibles o permanentes), préstamos forzosos, préstamos voluntarios o "socorros", y letras de cambio a corto plazo.
Los impuestos de Castilla, base de los ingresos reales, seguían siendo los mismos que en la Baja Edad Media. En 1536 se implantó el encabezamiento general de las alcabalas, congeladas desde el inicio de su reinado por temor a una nueva rebelión antifiscal como la de las Comunidades. La recaudación de las alcabalas aumentó un 4.68% frente al 44% de aumento del resto de rentas de la Corona. Otras rentas ordinarias habían aumentado considerablemente como consecuencia del incremento del comercio: las aduanas, numerosas y dispersas por todo el reino, en puertos secos y puertos de mar. Regalías menores eran el estanco de las salinas (monopolio real centralizado en los alfolíes -también había salinas propiedad de particulares-), el 5% del producto de las minas y del alumbre, otros estancos, penas de cámara, galeotes, etc. Otros ingresos importantes eran la moneda forera (pagada por el reino cada 6 o 7 años para evitar que el rey utilizase su potestad de alterar el valor de la moneda) y el monopolio de las almadrabas (pesquerías de atún) del reino de Granada. Las Cortes negociaban periódicamente el servicio ordinario y extraordinario.
A los impuestos sobre bienes eclesiásticos derivados de concesión papal (el excusado, la Bula de Cruzada y el subsidio eclesiástico) se denominaba "gracias" o "Tres Gracias", y su fin teórico era sufragar la defensa de la fe.
También había ingresos irregulares como las dotes, el rescate de los Delfines de Francia tras el Tratado de Madrid (1526). De importancia creciente, llegando a convertirse en una partida decisiva a mediados de siglo, eran los ingresos obtenidos en las Indias: esencialmente el quinto real (las regalías de minas, que suponían el 20% de los metales preciosos), al que se añadían los impuestos sobre los pueblos indios, algunos diezmos y penas de cámara.
Hubo también recursos extraordinarios o enajenaciones, de consecuencias sociales más importantes que su relativa rentabilidad para el Tesoro. El monarca extendió la venta de todo tipo de regalías o derechos enajenados del patrimonio regio, pese a la fuerte oposición que las Cortes demostraron contra ello. Se vendieron jurisdicciones, especialmente en territorios de las órdenes militares, con autorización papal (en 1529 se autorizó a quitar villas, vasallos y bienes con un valor de 40.000 ducados, que se irá renovando). Tal fue la cantidad de enajenaciones, que saturó el mercado, teniéndose que recurrir en el reinado siguiente a la enajenación de diezmos. Otro recurso fue la venta de hidalguías, aunque no obtuvo los recursos esperados. A finales del reinado se recurrió al arbitrio de la venta de jurisdicciones a los propietarios de fincas, recurso que tendrá mucha más extensión en el siglo XVII. Las alteraciones los bienes comunales, por la "venta y perpetuación de baldíos", que se dio sobre todo a partir de 1580, agotó la capacidad de seguir extrayendo recursos fiscales y condujo inevitablemente a las quiebras periódicas de la Hacienda y a las devaluaciones monetarias.[64]
Humanismo y Alto Renacimiento
Hay muchos emperadores, pero Tiziano uno solo.
[66]
¿Que os parece cómo a éstos villanos, que con sólo decir "Cristianos viejos somos", sin hacer obras de caridad, se piensan salvar sin poner nada de su hacienda?
Felipe, el primero de su dinastía nacido en España (Valladolid, 1527), fue regente de los reinos hispánicos (necesidad impuesta por los constantes viajes europeos de su padre, Carlos V) desde los doce años, a la muerte de su madre (Isabel de Portugal, en 1539). En su consejo de regencia fue asistido por Francisco de los Cobos, el cardenal Tavera y el Duque de Alba. Tras un breve matrimonio que renovaba la alianza portuguesa (1543-1545, con su prima María Manuela, muerta tras el parto del príncipe Carlos), Felipe se casó en 1554 con María Tudor, reina de Inglaterra (hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón, por tanto, nieta de los Reyes Católicos y tía segunda suya, once años mayor que él), en una operación de amplio calado que pretendía afianzar la vuelta de ese reino al catolicismo y a la alianza con el Imperio (incluso se enviaron clérigos españoles para depurar las universidades inglesas). En 1555 se produjeron las abdicaciones de Bruselas que, aunque confirmaron la división territorial prevista (Felipe no sería Emperador, lo sería el Archiduque de Austria, su tío Fernando, Rey de Romanos desde 1531), le convirtieron en el monarca más poderoso del mundo. La supremacía sobre Francia quedó evidenciada en la batalla de San Quintín (10 de agosto de 1557), aunque los franceses recuperaron Calais (7 de enero de 1558). La muerte sin hijos de María (17 de noviembre de 1558) le privó del reino de Inglaterra, que pasará a ser uno de sus principales adversarios con la reina Isabel (restauró la reforma anglicana, persiguió el catolicismo e impulsó la expansión marítima y comercial, rompiendo el control naval español del Atlántico). El tratado de Cateau-Cambrésis (2 de abril de 1559) establecía la paz entre España y Francia, confirmando el predominio español en Italia y Flandes, y significó el tercer matrimonio de Felipe, con la princesa francesa Isabel de Valois (1559-1568).
En 1559 Felipe volvió a España, de donde no volvió a salir, fijando la corte en Madrid (1561). Su estrecha supervisión del complejo aparato burocrático le permitió controlar con firmeza las respuestas a los múltiples desafíos que surgían en todos los escenarios conflictivos, entre los que destacaron la revuelta de Flandes (desde 1566), la rebelión de las Alpujarras (1568-1571), en parte relacionada con los enfrentamientos contra el Imperio Otomano en el Mediterráneo (batalla de Lepanto, 7 de octubre de 1571), la crisis sucesoria que le permitió convertirse en rey de Portugal (1578-1580), y los enfrentamientos contra Inglaterra en el Atlántico (fracaso de la Armada Invencible, 1588). Un último matrimonio (1570-1580, con su sobrina Ana de Austria, veintidós años menor que él) le permitió conseguir un heredero varón (el futuro Felipe III, nacido en 1578) tras las extrañas circunstancias en torno a la muerte del príncipe Carlos (1568), que suscitaron todo tipo de especulaciones. La corte vivió conjuras y enfrentamientos entre albistas y ebolistas ("halcones" y "palomas" respectivamente), llegando a extremos violentos con repercusión en la política interior (revuelta de Antonio Pérez en Aragón -1590-, el protagonista, su principal secretario, había sido destituido en 1579 acusado del asesinato de Escobedo, secretario de Juan de Austria -hermanastro del rey, vencedor en Lepanto y gobernador de Flandes, donde intentaba una solución militar, y muerto por las mismas fechas, en 1578-).
Los últimos años de su largo reinado se caracterizaron por la decadencia física del rey en el contexto de un paulatino cambio de ciclo económico secular (de la expansión del siglo XVI a la crisis del siglo XVII), simultáneo a un decisivo hecho de longue durée: el basculamiento del eje histórico de la civilización occidental del Mediterráneo al Atlántico,[75] y al inicio de la decadencia española. La intervención en las guerras de religión de Francia en apoyo del bando católico no tuvo éxito, al imponerse la solución apoyada por los politiques y el Papa (entronización del candidato protestante, Enrique de Borbón, tras su conversión al catolicismo -1589-). La situación en Flandes se estabilizó tras las campañas dirigidas por Alejandro Farnesio (sobrino del rey y de Juan de Austria), que continuó la guerra con Francia hasta su muerte en 1592. La paz de Vervins (1598) puso fin al conflicto francés, dejando el gobierno de los Países Bajos españoles (solo controlada la zona sur, católica -Unión de Arrás-) en manos de Isabel Clara Eugenia (hija de Felipe II e Isabel de Valois -y que por ello mantenía hasta entonces su pretensión al trono de Francia-) y su marido Alberto de Austria (doblemente sobrino de Felipe II, por parte de padre y madre), con el título de archiduques soberanos (el matrimonio no tuvo hijos y sus Estados continuaron dependiendo de la Monarquía Hispánica).
Si el rey no acaba el reino acaba.
Expresión anónima que corría por Madrid en 1595.[76]
La llamada Biblia del Oso (1569) en la que está basada la llamada Biblia del Cántaro o Reina-Valera (1602). Es la traducción al español usada por los protestantes españoles.
La llamada Biblia Regia o Políglota de Amberes (1568-1572), versión cuatrilingüe a cargo de Benito Arias Montano, patrocinada por Felipe II.
Austrias menores: decadencia española y crisis del siglo XVII
La España del Barroco presentaba simultáneamente una "apariencia" desproporcionada a su "realidad" y una "introspección colectiva" negativa que se regodeaba en la decadencia española y sus trágicos acompañantes de muerte, hambre, peste y guerra. A la hidalguía le acompañaba inseparablemente la picaresca, como Sancho Panza a Don Quijote. La pobreza y las distintas clases de condición social alternativa al ideal social de "cristiano viejo", convertían la marginación en una condición paradójicamente casi mayoritaria.[85]
Los Austrias del siglo XVII (Felipe III, Felipe IV y Carlos II) son conocidos historiográficamente como los Austrias menores, porque su reinado coincide con la época de decadencia, y tal denominación atribuye a los propios monarcas buena parte la responsabilidad.
El sistema político heredado de un "rey burócrata" como Felipe II estaba basado en la constante intervención en numerosísimos asuntos de la figura del rey, que asumía todo el poder concentrado en la monarquía autoritaria y como elemento común a todos los reinos. Entre los reyes del siglo XVII los hubo que no eran capaces o simplemente no se interesaban en el gobierno. Surgió la figura del valido, un favorito que gobernaba en nombre del rey, y que este escogía no tanto en razón de sus capacidades como por otros criterios. El duque de Lerma (primero en ejercer como valido, para Felipe III), destacó por su corrupción, y siguió una política pacifista, consciente de que el imperio, en la cumbre de su poder, se enfrentaba a desafíos insuperables y no se podía permitir incrementos del gasto militar. En 1618 estalló la guerra de los Treinta Años y los Austrias de Madrid se vieron obligados a intervenir en auxilio de los Austrias de Viena. La política del conde duque de Olivares (valido de Felipe IV) fue decididamente más agresiva, con el empeño de restaurar la "reputación". Los éxitos iniciales no ocultaron las tensiones internas, y la Monarquía misma estuvo a punto de disolverse en la crisis de 1640. Aunque se evitó el peor escenario, hubo de reconocerse un nuevo equilibrio europeo más realista (paz de Westfalia, 1648, tratado de los Pirineos, 1659). El reinado de Carlos II "el hechizado" estuvo sometido a sucesivas regencias y validazgos (entre ellos el de su prestigioso hermanastro, Juan José de Austria); y en el exterior no tuvo capacidad para contener la ambición de la nueva potencia hegemónica: la monarquía absoluta francesa de Luis XIV, que pasó de acosar militarmente a España a protegerla, dadas las expectativas de que la herencia del trono de Carlos (incapaz de tener hijos) recayera en un príncipe Borbón. Mientras tanto, y en un contexto en el que ya no se controlaba eficazmente el tesoro de las Indias, se produjeron algunas reformas económicas e institucionales (quiebras y estabilización monetaria y fiscal, nuevo papel de Cortes y Consejos, aparición de juntas y secretarios, etc.)
Entre los graves conflictos internos, destacaron dos: uno de base étnico-religiosa, que se resolvió drásticamente en 1609 con la expulsión de los moriscos (generando a su vez una verdadera catástrofe demográfica y socioeconómica, especialmente en Valencia); y otro de base particularista, las revueltas de 1640 en Cataluña y Portugal, afrontadas militarmente con resultados opuestos.
Tenga Vuestra Majestad por el negocio más importante de su monarquía el hacerse rey de España; quiero decir, Señor, que no se contente Vuestra Majestad con ser rey de Portugal, de Aragón, de Valencia, Conde de Barcelona, sino que trabaje y piense con consejo mudado y secreto por reducir estos reinos de que se compone España al estilo y las leyes de Castilla sin ninguna diferencia en todo aquello que mira a dividir, límites, puertos secos, el poder celebrar Cortes de Castilla, Aragón y Portugal en la parte que quisiera, a poder intruducir Vuestra Majestad acá y allá ministros de las naciones promiscuamente, que si Vuestra Majestad lo alcanza, será el Príncipe más poderoso del mundo.
Gran Memorial del Conde-Duque de Olivares a Felipe IV, del 25 de diciembre de 1624.[86]
Señor, los Conselleres y Consejo de Ciento de la Ciudad de Barcelona, Cabeza y Metrópoli Seglar del Principado de Cataluña, dizen: Que los soldados de V. M. que están en Rosellón alojados, no contentos de los estragos y exorbitantes sacrilegios hasta aora cometidos, públicamente amenazan universal ruina y saco general al Principado, con introducción de nuevas costumbres, en la forma y con la impiedad que en Perpiñán y en otros pueblos se comienzan a ejecutar estos designios. ... Sería negar la piedad de un Padre a un monarca tan Católico, presumir en V. M. permisión a tales desafueros sin preceder delitos que los motiven: cuando en otra parte averiguados los toleró la prudencia. ... No tiene V. M. vasallos de fidelidad más entera, de legalidad más pura que los catalanes ... Cuantos Privilegios concedieron los Señores Reyes a, Principado, Universidades y particularmente a la ciudad de Barcelona, tantos testigos son de estas verdades, tantas voces que claman de su fe la grandeza. Esto es lo que la emulación envidia, y la envidia llama excesos: no advirtiendo que siendo todos premios de servicios y finezas; lo distributivo de la justicia halló proporción de tales mercedes a fidelidad tan grande. La misma emulación se responde: pues cuando nos envidia privilegiados, nos aclama fidelísimos. Aunque son de los Reyes concedidos, para exenciones de pechos y tributos, no es el interés el motivo de la estimación, sino la gloria de su fe. Para desmentir esta sospecha, el amor con facilidad su liberalidad ejecuta: porque se entienda, que el celo de la observancia de sus constituciones y privilegios es en ellos honor, y no codicia.
Proclamación católica a la magestad piadosa de Felipe el Grande, rey de las Españas y emperador de las Indias, de Gaspar Sala y Berart, 1640.[87]
El tema y la tema de los de Barcelona, que podrán más fácilmente negar que son catalanes que no el ser temosos, es el refrán que dice "No es por el güevo, sino por el fuero". Yo les probaré "que no es por el güevo ni por el fuero". Y últimamente (valiéndome de su intención y de la invidia de los enemigos de España) "que será por el güevo y no por el fuero". No dirán que escribo desaforadamente, ni que guiso mal mi discurso, pues los doy batidos con tres güevos, tres fueros, que son toda su golosina. ... Que no es por el güevo ni por el fuero, el güevo lo dice, el fuero no tiene que decir: ni han quebrado el uno ni el otro los ministros de su majestad. ... La guerra tan injusta que Francia hace hoy a toda la Cristiandad en esta monarquía más con cizaña que con valor ni con valentía, levantando a Barcelona y a Portugal y asistiéndolos a la traición -confiesa en gloria nuestra que todas las naciones apestadas de herejía, incorporadas en Francia, no pueden dar cuidado a España sin españoles-, guerra es esta más colorada con la vergüenza que con la sangre. Y halos de burlar el intento, porque al español más le constituye en serlo la lealtad que la patria, de manera que deja de ser español en dejando de ser leal. ... Son los catalanes aborto monstruoso de la política. Libres con señor; por esto el conde de Barcelona no es dignidad, sino vocábulo y voz desnuda. Tienen príncipe como el cuerpo alma para vivir y como éste alega contra la razón apetitos y vicios, aquéllos contra la razón de su señor alegan privilegios y fueros. Dicen que tienen Conde, como el que dice que tiene tantos años, teniéndole los años a él. El provecho que dan a sus reyes es el que da a los alquimistas su arte; promételes que harán del plomo oro, y con los gastos los obligan a que del oro hagan plomo. Ser su virrey es tal cargo, que a los que lo son se puede decir que los condenan, y no los honran. Su poder en tal cargo es sólo ir a saber lo que él y el Príncipe no pueden. Sus embajadas a su gobernador cada hora no tratan de otra cosa sino de advertirle que no puede ni ordenar ni mandar ni hacer nada, anegándole en privilegios.
La rebelión de Barcelona ni es por el güevo ni es por el fuero, de Francisco de Quevedo, 1640[88]
(en respuesta a la Proclamación católica)
Dos décadas antes, Cervantes se deshacía en encomios hacia Barcelona y los catalanes; de modo tal, que ha podido sostenerse que a ciudad alguna ni a pueblo alguno elogió Cervantes más que a Barcelona y a los catalanes; tanto, a bien pocos, si es que celebró en el mismo grado a alguno:[89]
Los corteses catalanes, gente enojada, terrible, y pacífica suave; gente que con facilidad dan la vida por la honra y por defenderlas entrambas se adelantan a si mismos, que es como adelantarse a todas las naciones del mundo...
Barcelona, archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza única. Y aunque los sucesos que en ella me han sucedido no son de mucho gusto, sino de mucha pesadumbre [en sus playas fue derrotado Don Quijote], los llevo sin ella sólo por haberla visto.
... llegaron a Barcelona poco antes que el sol se pusiese. Admiroles el hermoso sitio de la ciudad y la estimaron por flor de las bellas ciudades del mundo, honra de España, temor y espanto de los circunvecinos y apartados enemigos, regalo y delicia de sus moradores, amparo de los extranjeros, escuela de la caballería, ejemplo de lealtad y satisfacción de todo aquello que de una grande, famosa y rica y bien fundada ciudad puede pedir un discreto y curioso deseo.
La utilización de la metáfora del Parnaso para referirse a artistas y literatos provenía de la Italia manierista, fue aplicada a España por Cervantes en 1614 y continuó en el siglo XVIII con Antonio Palomino y Juan José López de Sedano, ambos autores de obras tituladas El Parnaso Español. El epíteto de "Rey Planeta" para designar a Felipe IV (muy similar al de "Rey Sol" para su máximo rival, Luis XIV) era un lugar común en la retórica y la emblemática de su época, y se utiliza literariamente al menos desde 1623 (Tirso de Molina).[91]
[El Corregidor de Madrid, Francisco de Vargas, a una mujer que le reprocha no poder alimentar a su marido, parado, y a sus seis hijos, con el pan, de mala calidad, que acaba de comprar a doce cuartos]:
diese gracias a Dios de que no les costaba dos [reales] de plata... haced castrar a vuestro marido para que no os haga tantos hijos.
[Gritos de la multitud]:
Pan, pan, pan, queremos pan.... Viva el rey, muera el mal gobierno.
Es lastimosa y aun vergonzosa cosa que, como si fuéramos indios, hayamos de ser los últimos en recibir las noticias y luces públicas que ya están esparcidas por Europa.
Borbones: Absolutismo, Ilustración y Crisis del Antiguo Régimen
La muerte sin sucesión directa de Carlos II, el último Austria de Madrid, obligó a un cambio dinástico. El partido borbónico se había impuesto en la Corte, y el testamento real era claro: la Monarquía Hispánica recaía en Felipe de Anjou, nieto del rey francés Luis XIV. Ante ambos, en Versalles, el embajador español (marqués de Castelldosrius) le rindió el primer homenaje, en nombre de todos sus nuevos súbditos, el 16 de noviembre de 1700.[100] Dentro de España, los reinos de la Corona de Aragón eran predominantemente austracistas, partidarios de la sucesión de Carlos de Habsburgo, que podía aducir derechos de sucesión no menos válidos que los de Felipe. No sólo los Austrias de Viena, sino la mayor parte de las potencias europeas (Inglaterra, Portugal, Holanda, Saboya, Prusia) consideraron conveniente apoyar esa pretensión, ante la amenaza de constitución de una hegemonía franco-española que alterara el equilibrio continental con la llegada al trono de Madrid de un Borbón que podría incluso llegar a suceder también a su abuelo en Francia. El enfrentamiento entre ambos bandos desencadenó una guerra generalizada en Europa, que en España fue una verdadera guerra civil.
El resultado internacional de la guerra fue un verdadero empate: desde el armisticio de 19 de agosto de 1712, los tratados de Utrecht y Rastadt (1713-1714) repartieron los territorios entre ambos pretendientes (Italia y Flandes para Carlos -que entre tanto había heredado Austria y obtenido la elección imperial-, España y América para Felipe -que tuvo que renunciar explícitamete a la posibilidad de reinar a la vez en Francia y España-). La gran beneficiada fue Inglaterra, que además de impedir la hegemonía de cualquier otra potencia, logró concesiones territoriales (pequeñas pero estratégicas: Gibraltar y Menorca) y económicas (sustanciales en el comercio americano: asiento de negros y navío de permiso).
En cambio, el resultado interno en España, donde la guerra se prolongó hasta 1715, fue una clara imposición del absolutismo borbónico, que con los Decretos de Nueva Planta (1711 a 1715) suprimió el régimen particularista de los reinos de la Corona de Aragón. El de las provincias vascas y Navarra, que se mantuvieron en el bando vencedor, no se vio alterado.
Las reformas borbónicas se plantearon, a lo largo de los sucesivos reinados de todo el siglo XVIII, como la aplicación de una racionalización y modernización de las estructuras tradicionales, que centralizara e hiciera más eficaz el Estado y la economía sin cuestionar la base social estamental del Antiguo Régimen. La radical transformación de la administración territorial se vio seguida por el replanteamiento de las relaciones con Roma (negociación de concordatos en un sentido regalista, que llegó a su máxima expresión con el decreto de Urquijo de 1799 -retirado al año siguiente-) y el sugimiento de una sensibilidad anticlerical (especialmente dirigida contra los jesuitas, que fueron expulsados en 1766) y desamortizadora; la reconstrucción del poder naval y del control sobre el imperio americano (de acuerdo con Portugal y en ciertos territorios contra las misiones jesuíticas) y medidas económicas de carácter mercantilista. Otras cuestiones, como la reforma de la Hacienda (única contribución vinculada al catastro de Ensenada) o de las estructuras agrarias y comerciales en un sentido proto-liberal (libertad de comercio, supresión de la tasa de granos, expediente de la Ley Agraria, infraestructuras portuarias, fluviales -Canal de Castilla, Canal Imperial de Aragón- y viarias -Instrucción de Caminos de 1761-[101] ), chocaron con los intereses señoriales y fueron relegadas, a pesar de haberse impulsado desde la cúspide burocrática, ocupada por equipos ilustrados apoyados por los reyes (lo que historiográficamente se ha denominado despotismo ilustrado, especialmente con Carlos III y Carlos IV).[102]
Tantas causas influyeron en el enorme desaliento en que yacía nuestra agricultura a la entrada del presente siglo. Pero después acá los estorbos fueron a menos, y los estímulos a más. La Guerra de Sucesión, aunque por otra parte funesta, no solo retuvo en casa los fondos y los brazos que antes perecían fuera de ella, sino que atrajo algunos de las provincias extrañas y los puso en actividad dentro de las nuestras. A la mitad del siglo la paz había ya restituido al cultivo el sosiego que no conociera jamás, y a cuyo influjo empezó a crecer y prosperar. Prosperaron con él la población y la industria, y se abrieron nuevas fuentes a la riqueza pública. La legislación, no solo más vigilante sino también más ilustrada, fomentó los establecimientos rústicos en Sierra Morena, en Extremadura, en Valencia y en otras partes, favoreció en todas el rompimiento de las tierras incultas, limitó los privilegios de la ganadería, restableció el precio de los granos, animó el tráfico de los frutos y produjo, en fin, esta saludable fermentación, estos clamores que, siendo para muchos una prueba de la decadencia de nuestra agricultura, son a los ojos de la Sociedad el mejor agüero de su prosperidad y restablecimiento.
La Corona de Aragón fue mayoritariamente austracista (carolista), mientras que la Corona de Castilla y Navarra fueron, mayoritariamente, borbónicas (filipistas). El predominio naval de las flotas inglesa y holandesa y la penetración hacia la Meseta desde Portugal dieron una ventaja inicial al bando austracista, que venció a la flota de Indias en la ría de Vigo ( 23 de octubre de 1702) tomó Gibraltar (4 de agosto de 1704) y llegó a ocupar Madrid (2 de julio-3 de agosto de 1706). La batalla de Almansa (25 de abril de 1707) cambió el signo de la guerra en el escenario peninsular; aunque en otros escenarios (flamenco, italiano y mediterráneo -toma de Menorca, 21 de septiembre de 1708-) era la coalición austracista la que se imponía. Se volvió a producir una segunda entrada en Madrid del archiduque Carlos (28 de septiembre-3 de diciembre de 1710), frustrada de nuevo por las decisivas victorias borbónicas de Brihuegay Villaviciosa (8-10 de diciembre de 1710). Para entonces ya se estaban perfilando las condiciones en que los tratados de Utrecht (11 de abril y 13 de julio de 1713) y tratado de Rastadt (6 de mayo de 1714) pusieron fin a la guerra entre las potencias europeas. El sitio de Barcelona (del 25 de julio de 1713 al 11 de septiembre de 1714) y la toma de Mallorca, Ibiza y Formentera (2-5 de julio de 1715) se efectuaron ya sin apoyo internacional a los austracistas españoles.
... en el modo de gobernarse los Reinos y Pueblos no deve haber diferencia de leyes y estilos... Que éstos se reduzcan a las leyes de Castilla, y al uso, práctica y forma de gobierno que se ha tenido en ella... sin diferencia alguna en nada.
...desde luego doy por abolidos y derogados, todos los referidos fueros, privilegios, práctica y costumbre hasta aquí observadas en los referidos Reynos de Aragón y Valencia.
... singular favor en igualarse con su amada Castilla, concediéndole todas las leyes, fueros, privilegios y costumbres que a costa de tantos, tan antiguos méritos y servicios ha adquirido.
Carta de Amelot de 21 de septiembre de 1707.[108]
Con el segundo matrimonio de Felipe V (Isabel de Farnesio, 1714, gestionado por el cada vez más influyente Giulio Alberoni) se reorientó la política internacional de la monarquía española, distanciándola de la órbita francesa (que incluso tuvo que recurrir a una coalición de las potencias europeas contra España -Cuádruple Alianza, 1718-), lo que provocó la caída de Alberoni (1719). La intervención militar en distintos territorios italianos (reino de Cerdeña, ducado de Parma y reino de Nápoles) permitió entronizar en ellos a los hijos de Felipe e Isabel (los infantes Carlos y Felipe). A partir de 1733 se reestableció la alianza con Francia mediante los sucesivos Pactos de Familia.
Y para cerrar el discurso con llave dorada, quitando sospechas y desvaneciendo bastardos recelos, ¿no tenemos aora al Excelentíssimo señor Marqués de Villena, Mayordomo Mayor del Rey nuestro señor, que sabe con la mayor perfección y pureza que cabe la Philosophía moderna? ¿Pues qué no diré del eruditissimo, autorizado y respetable cuerpo de los que están adornando y fecundando nuestro Idioma, la Academia Real de la Lengua Española, de quien es cabeza su Excelencia? Compónese de grandes y rectíssimos Ministros de los más supremos Consejos de Castilla, Guerra e Indias; de Cavalleros de incomparable erudición; Eclesiásticos y Religiosos sapientíssimos y zelosíssimos de la Religión, por sus altos empleos de Calificadores del Supremo Consejo de Inquisición. Cierto que iba ya a nombrar mi Regia Sociedad; pero la passion de Fundador me suspendió el elogio, si ay alguno que le adeqüe o sea capaz de ponderarla. Y pues ay tantos Novatores en España, estamos todos en possession de darle las gracias al Padre Palanco, por el bien fundado y discurrido título que nos ha dado.
La primera [causa del atraso de las ciencias en España] es el corto alcance de algunos de nuestros profesores. Hay una especie de ignorantes perdurables, precisados a saber siempre poco, no por otra razón, sino porque piensan que no hay más que saber que aquello poco que saben. ... Basta nombrar la nueva filosofía, para conmover a éstos el estómago. Apenas pueden oír sin mofa y carcajada el nombre de Descartes. ...
La segunda causa es la preocupación que reina en España contra toda novedad. Dicen muchos que basta en las doctrinas el título de nuevas para reprobarlas, porque las novedades en punto de doctrina son sospechosas. ...
La cuarta causa es la diminuta o falsa noción que tienen acá muchos de la filosofía moderna, junta con la bien o mal fundada preocupación contra Descartes. Ignoran casi enteramente lo que es la nueva filosofía, y cuanto se comprende debajo de este nombre, juzgan que es parto de Descartes. Como tengan, pues, formada una siniestra idea de este filósofo, derraman este mal concepto sobre toda la física moderna. ...
La quinta causa es un celo, pío sí, pero indiscreto y mal fundado; un vano temor de que las doctrinas nuevas en materia de filosofía traigan algún perjuicio a la religión. Los que están dominados de este religioso miedo, por dos caminos recelan que suceda el daño: o ya porque en las doctrinas filosóficas extranjeras vengan envueltas algunas máximas que, o por sí, o por sus consecuencias, se opongan a lo que nos enseña la fe; o ya porque haciéndose los españoles a la libertad, con que discurren los extranjeros (los franceses, verbigracia) en las cosas naturales, pueden ir soltando la rienda para razonar con la misma en las sobrenaturales. ...
La sexta y última causa es la emulación (acaso se le podría dar peor nombre), ya personal, ya nacional, ya faccionaria. Si vuestra merced examinase los corazones de algunos, y no pocos, de los que declaman contra la nueva filosofía, o generalmente, por decirlo mejor, contra toda literatura distinta de aquella común que ellos estudiaron en el aula, hallaría en ellos unos efectos bien distintos de aquellos que suenan en sus labios. Óyeseles reprobarla, o ya como inútil, o ya como peligrosa. No es esto lo que pasa allá dentro. No la desprecian o aborrecen; la envidian.
Esta emulación en algunos pocos es puramente nacional. Aún no está España convalecida en todos sus miembros de su ojeriza contra la Francia. Aún hay en algunos reliquias bien sensibles de esta antigua dolencia. Quisieran éstos que los Pirineos llegasen al cielo, y el mar que baña las costas de Francia estuviese sembrado de escollos, porque nada pudiese pasar de aquella nación a la nuestra.
Carlos III entregando las tierras a los colonos de Sierra Morena, José Alonso del Rivero, 1805
El apoyo del rey a un notable grupo de ilustrados de ideas avanzadas se modulaba en función de las resistencias que debían vencer. Cuando alguno de ellos sobrepasó ciertos límites tuvo que enfrentarse a graves problemas, como ocurrió en el caso Olavide, que llegó a la Inquisición.
Es común voz y fama que es desafecto a todo el estado eclesiástico secular y regular; también a cosas de devoción. Varias veces he oído que habla mal de las mujeres de Sevilla por las asistencias los templos a hazer novenas debotas a Dios y a sus santos, confiando en que con tiempo irán dejando eso e irán a la comedia. Es público el empeño que en promoverlas ha tenido. También se dice que ya no ay más estorvo que algunos frailes ignorantes que predican contra ellas, pero que ya se remediará todo. ...
Está tan de público difamado entre personas de todos estados de los que son temerosos de Dios, o tienen amor a la verdad y sentimiento de su mal exemplo, que duda aya alguno de las destas clases a quien no haya llegado el rumor de estas cosas, de suerte que da motivo a entenderlo hombre deísta sin religión, que sólo cuida de los del siglo presente y sus diversiones, como si después de ésta no hubiese otra vida...
Denuncia del fraile agustino José Gómez de Avellaneda contra el intendente Pablo de Olavide, 1773[114]
[¿La inquisición?]... a los españoles les gusta y a mí no me molesta.
Estas cartas tratan del carácter nacional, cual lo es en el día y cual lo ha sido. Para manejar esta crítica al gusto de unos, sería preciso ajar la nación, llenarla de improperios y no hallar en ella cosa alguna de mediano mérito. Para complacer a otros, sería igualmente necesario alabar todo lo que nos ofrece el examen de su genio, y ensalzar todo lo que en sí es reprensible. Cualquiera de estos dos sistemas que se siguiese en las Cartas marruecas tendría gran número de apasionados; y a costa de mal conceptuarse con unos, el autor se hubiera congraciado con otros. Pero en la imparcialidad que reina en ellas, es indispensable contraer el odio de ambas parcialidades. Es verdad que este justo medio es el que debe procurar seguir un hombre que quiera hacer algún uso de su razón; pero es también el de hacerse sospechoso a los preocupados de ambos extremos. Por ejemplo, un español de los que llaman rancios irá perdiendo parte de su gravedad, y casi casi llegará a sonreírse cuando lea alguna especie de sátira contra el amor a la novedad; pero cuando llegue al párrafo siguiente y vea que el autor de la carta alaba en la novedad alguna cosa útil, que no conocieron los antiguos, tirará el libro al brasero y exclamará: «¡Jesús, María y José, este hombre es traidor a su patria!». Por la contraria, cuando uno de estos que se avergüenzan de haber nacido de este lado de los Pirineos vaya leyendo un panegírico de muchas cosas buenas que podemos haber contraído de los extranjeros, dará sin duda mil besos a tan agradables páginas; pero si tiene la paciencia de leer pocos renglones más, y llega a alguna reflexión sobre lo sensible que es la pérdida de alguna parte apreciable de nuestro antiguo carácter, arrojará el libro a la chimenea y dirá a su ayuda de cámara: «Esto es absurdo, ridículo, impertinente, abominable y pitoyable».
En consecuencia de esto, si yo, pobre editor de esta crítica, me presento en cualquiera casa de una de estas dos órdenes, aunque me reciban con algún buen modo, no podrán quitarme que yo me diga, según las circunstancias: «En este instante están diciendo entre sí: 'Este hombre es un mal español'; o bien: 'Este hombre es un bárbaro'». Pero mi amor propio me consolará (como suele a otros en muchos casos), y me diré a mí mismo: «Yo no soy más que un hombre de bien, que he dado a luz un papel que me ha parecido muy imparcial, sobre el asunto más delicado que hay en el mundo, cual es la crítica de una nación».
El final del Antiguo Régimen en Francia (la Revolución francesa de 1789) significó para España una sucesión de convulsiones intelectuales y políticas: se pasó de las dudas iniciales a una radical oposición a las autoridades revolucionarias (Primera Coalición) y al cierre de fronteras para evitar todo contagio ideológico (muy limitado, fuera de la conspiración de Picornell -3 de febrero de 1795-); para terminar aceptando los hechos, reanudándose la secular alianza hispano-francesa (paz de Basilea, 22 de julio de 1795), aunque con nefastos resultados: si bien la guerra contra la Segunda Coalición tuvo algún resultado positivo (anexión de un pequeño territorio en la frontera portuguesa -Guerra de las Naranjas, 1801-), la guerra contra la Tercera Coalición implicó el desastre naval de la batalla de Trafalgar (21 de octubre de 1805), que implicó la definitiva pérdida del control de las rutas atlánticas.
El contexto fue de una gravísima crisis agraria, que volvió a presentar episodios recurrentes de carestía, hambruna y motines de subsistencias (1789, 1802-1805).[118] A pesar de algunas tímidas modernizaciones, la estructura económica y la sociedad preindustrial no se había transformado de un modo comparable a las naciones de Europa noroccidental. Las luchas de poder en la corte (inicialmente, entre Floridablanca y Aranda)[119] dieron paso al encumbramiento, hasta extremos ridículos, de un ambicioso personaje protegido por la reina (Godoy). Se laminó la influencia de los equipos ilustrados más capaces, incluyendo a científicos, militares y estadistas de alto nivel y extracción internacional, desaprovechándose prometedores proyectos emprendidos con alto coste (Jovellanos, Betancourt, Malaspina, Humboldt, Proust).
... ¿querrá [Dios] que se acuerde la continuación de la carretera de León? ¡Ah, si yo pudiese dar por medio de ella el último impulso a la prosperidad de Asturias! Si no tiene buenas leyes las tendrá, porque éste debe ser un efecto infalible de la propagación de las luces. Cuando la opinión pública las dicte, la autoridad tendrá que establecerlas, quieras que no.
Diario de Jovellanos, sábado 31 de agosto de 1796.[120]
La divina Providencia se ha servido llevarse ante sí en 29 de Agosto último el alma de nuestro Santísimo padre Pío VI; y no pudiéndose esperar de las circunstancias actuales de Europa, y de las turbulencias que la agitan, que la elección de un sucesor en el Pontificado se haga con aquella tranquilidad y paz tan debidas, ni acaso tan pronto como necesitaría la Iglesia; a fin de que entre tanto mis vasallos de todos mis dominios no carezcan de los auxilios precisos de la religión, he resuelto que hasta que Yo les de a conocer el nuevo nombramiento de Papa, los Arzobispos y Obispos usen de toda la plenitud de sus facultades, conforme a la antigua disciplina de la Iglesia para las dispensas matrimoniales y demás que les competen: que el tribunal de la Inquisición siga como hasta aquí ejerciendo sus funciones, y el de la Rota sentencie las causas que hasta ahora le estaban cometidas en función de la comisión de los papas, y que Yo quiero ahora que continúe por sí. En los demas puntos de consagración de Obispos y Arzobispos, u otros cualesquiera mas graves que puedan ocurrir, me consultará la Cámara, cuando se verifique alguno, por mano de mi primer Secretario de Estado y del Despacho; y entonces con el parecer de las personas a quienes tuviese a bien pedirle, determinaré lo conveniente, siendo aquel supremo tribunal el que me lo represente, y a quien acudirán todos los Prelados de mis dominios hasta nueva orden mía. Tendrase entendido en mi Consejo y Cámara, y expedirá estas las órdenes correspondientes a los referidos Prelados para su cumplimiento.
Amados vasallos míos: vuestra noble agitación en estas circunstancias es un nuevo testimonio que me asegura de los sentimientos de vuestro corazón; y Yo, que cual padre tierno os amo, me apresuro a consolaros en la actual angustia que os oprime. Reposad tranquilos: sabed que el ejército de mi caro aliado el Emperador de los franceses atraviesa mi reino con ideas de paz y de amistad. Su objeto es trasladarse a los puntos que amenaza el riesgo de algún desembarco del enemigo; y que la reunión de los cuerpos de mi guardia, ni tiene el objeto de defender mi persona, ni acompañarme en un viaje que la malicia os ha hecho suponer como preciso. Rodeado de la acendrada lealtad de mis vasallos amados, de la cual tengo tan innegables pruebas, ¿qué puedo yo temer? y cuando la necesidad urgente lo exigiere, ¿podría dudar de las fuerzas que sus pechos generosos me ofrecerán? No: esta urgencia no la verán mis pueblos. Españoles, tranquilizad vuestro espíritu: conducíos como hasta aquí con las tropas del aliado de vuestro buen Rey; y veréis en breves días restablecida la paz en vuestros corazones, y a Mí gozando la que el cielo me dispensa en el seno de mi familia y vuestro amor.
Dado en mi palacio real de Aranjuez a 16 de marzo de 1808 [el día anterior al llamado motín de Aranjuez]. Yo el rey.[122]
Como los achaques de que adolezco no me permiten soportar por más tiempo el grave peso del gobierno de mis reinos, y me sea preciso para reparar mi salud gozar en clima más templado de la tranquilidad de la vida privada, he determinado después de la más seria deliberación, abdicar mi corona en mi heredero y mi muy caro hijo el Príncipe de Asturias. Por tanto es mi real voluntad que sea reconocido y obedecido como Rei y señor natural de todos mis reinos y dominios. Y para que este mi real decreto de libre y espontanea abdicación tenga su exacto y debido cumplimiento, lo comunicaréis al Consejo y demás a quienes corresponda. Dado en Aranjuez a 19 de Marzo de 1808. Yo el rey.
Real decreto de abdicación de Carlos IV en Fernando VII, 19 de marzo de 1808.[123]
He tenido a bien dar a mis amados vasallos la última prueba de mi paternal amor. Su felicidad, la tranquilidad, prosperidad , conservación e integridad de los dominios que la divina providencia tenía puestos bajo mi gobierno, han sido durante mi reinado los únicos objetos de mis constantes desvelos (...)
Así pues, por un tratado firmado y ratificado, he cedido a mi aliado y caro amigo el emperador de los franceses todos mis derechos sobre España e Indias; habiendo pactado que la corona de las Españas y las Indias ha de ser siempre independiente e íntegra, cual ha sido y estado bajo mi soberanía y también que nuestra sagrada religión ha de ser no solamente la dominante en España, sino también la única que ha de observarse en todos los dominios de esta monarquía. (...) Estas disposiciones de mi caro amigo el emperador Napoleón, dirigidas a conservar la paz, amistad y unión entre Francia y España, evitando desórdenes y movimientos populares, cuyos efectos son siempre el estrago, la desolación de las familias y la ruina de todos. Dado en Bayona en el palacio imperial llamado del gobierno a 8 de mayo de 1808.
Real decreto de abdicación de Carlos IV en Napoleón Bonaparte, simultánea a la de su hijo Fernando VII (las llamadas abdicaciones de Bayona).[124]
Carmen Martín Gaite escribió dos libros de alta calidad literaria y difícil catalogación (más allá de su consideración genérica como "ensayo" o "no ficción"), ambientados en la época: El proceso de Macanaz: historia de un empapelamiento, y Usos amorosos del dieciocho en España.
↑Deseo inconsciente, por parte de un varón, de encontrar a su madre en múltiples y sucesivas parejas femeninas, con ninguna de las cuales desarrolla una relación duradera. Entre sus aspectos positivos incluye el heroísmo, la perseverancia y la fortaleza en el propósito (Psychological Aspects of the Mother Archetype, Collected Works of C. G. Jung, Vol. 9, Part 1. 2nd ed., Princeton University Press, 1968. 451 p. (pp. 75-80). ISBN 978-0-691-01833-1). El complejo materno "es homosexualidad y donjuanismo, y algunas veces también impotencia. En la homosexualidad la entera heterosexualidad del varón se vincula a la madre de una forma inconsciente; en el donjuanismo, se busca la madre en cada mujer que se encuentra... A causa de la diferencia en el sexo, el complejo de madre de un hijo no aparece de una forma pura. Esa es la razón por la que en cada complejo de madre masculino, al lado del arquetipo materno, se desempeña un significativo papel por la imagen de la contraparte sexual del hombre, el ánima" (Symbols of Transformation, 1959, New York: Princeton University Press. p 85). Fuentes citadas en en:Don Juanism
↑José Ortega y Gasset se preguntaba cómo podía llamarse Reconquista a una cosa que dura ocho siglos. El hispanistaDerek Lomax indica que La Reconquista es un marco conceptual utilizado por los historiadores. Pero, a diferencia del concepto de Edad Media, no se trata de un concepto artificial... fue una ideología inventada por los hispanocristianos poco después del año 711, y su realización efectiva hizo que se mantuviera desde entonces como una tradición historiográfica, convirtiéndose también en un objeto de nostalgia y en un cliché retórico de los publicistas, tanto tradicionales como marxistas. Ambos autores son citados por Eloy Benito Ruano, que indica cómo ningún historiador serio se ha cuestionado el uso del término aunque en manos de unos y otros se convirtió en un tópico retóricamente exaltado y objeto de culto o en uno de esos conceptos que había de extirpar y combatir. ¿Re-Conquista? Un estado de la cuestión, Real Academia de la Historia, 2000, ISBN 84-89512-80-9 pg. 157.
Titulación de la monarquía en España: No está establecido quién usó el título "rey de España" por primera vez. En diplomática ese uso aparece al menos con los Reyes Católicos. En la legislación lo habitual era usar el título extenso, acumulativo de reinos, o el simple "Yo el Rey". En el Prontuario de las Leyes y Decretos del Rey D.José Napoleón usa el título Rey de las Españas y de las Indias. La expresión "rey de las Españas" (traducción castellana de la latina Hispaniarum Rex) ha tenido sobre todo uso numismático (desde Felipe II), y de hecho, José I siguió usando ese título en las monedas, como también lo hizo Isabel II, que incorpora el castellano y otra fórmula ("POR LA G. DE DIOS Y LA CONST. REINA DE LAS ESPAÑAS" -véase-). Amadeo de Saboya ya usa "rey de España" (véase); mientras que Alfonso XII y Alfonso XIII usaron "rey constitucional de España". Puede verse una colección aquí (vienen todos los reyes menos Amadeo). En el Sexenio democrático (1868-1874) se usó la expresión "España" a secas (véase). Véase Monarquía hispánica#Intitulación, Anexo:Monedas de peseta de España, Monarquía en España, Rey de España, etc.
El texto más clásico, pero en este caso no como uso oficial, sino como ejercicio retórico, es el Gran Memorial del Conde Duque de Olivares (1624): Tenga V.M. por el negocio más importante de su Monarquía, el hacerse Rey de España; quiero decir, Señor, que no se contente V.M. con ser Rey de Portugal, de Aragón, de Valencia, Conde de Barcelona sino que trabaje y piense con consejo mudado y secreto, por reducir estos reinos de que se compone España, al estilo y leyes de Castilla sin ninguna diferencia, que si V.M. lo alcanza será el Príncipe más poderoso del mundo.
Hay ejemplos de uso de "rey de España" antes del siglo XV: Alfonso III se denomina Rex Hispaniae en una carta de 906 (Menéndez Pidal, op. cit.) Fernando I se denomina Rex totius Hispaniae. Alfonso VI, imperator constitutus super omnes Hispaniae nationes (Menéndez Pidal, op. cit.) Alfonso VII eligió el título de Imperator totius Hispaniae (la monarquía astur-leonesa utilizó en la documentación títulos o expresiones de raigambre romano-visigoda, como imperator, flavius, rex magnus, princeps magnus e incluso basileus (Menéndez Pidal, op. cit.)A Ramón Berenguer IV se le llama en una ilustración apoderador de España. En cambio, los reyes de la Hispania visigoda se denominaban rex gothorum.
La denominación informal "tercer rey de España" se aplicó en algunas ocasiones a distintos personajes. En Sevilla se festejaba a su patrón San Fernando (Fernando III el Santo) como "San Fernando rey"; en la coyuntura de la Guerra de Independencia se remarcó que debía llamarse "San Fernando rey de España" (obviamente para marcar la similitud con Fernando "el deseado").
En plural, se usa en castellano desde el inicio del idioma, al menos desde el Cantar de Mio Cid: hoy los reyes de España sus parientes son.
↑"Superada la crisis del siglo XVII, la economía europea conoció durante el XVIII una etapa de expansión. Con diferencias cronológicas y de intensidad entre los diversos países, la oleada de crecimiento -más suave, por lo general, en una primera etapa y más acusada durante la segunda mitad del siglo, sin que falten problemas y tensiones en las dos últimas décadas- afectó a todos los sectores. Y a diferencia de lo que había ocurrido en el pasado, no desembocará en una nueva fase de recesión. Los cambios cualitativos que acompañaron a la expansión terminaron provocando el desbloqueo y abriendo el camino al crecimiento autosostenido. Pero no conviene exagerar los cambios. Desde una perspectiva global, y ateniéndonos estrictamente al período cronológico de la centuria, la impresión dominante es la de que prácticamente toda Europa vivía todavía en pleno "antiguo régimen económico" (E. Labrousse), caracterizado por el predominio de la agricultura, el papel secundario de la industria, la fragmentación del espacio económico y la inexistencia de un mercado nacional y el alto grado de autoabastecimiento." Artehistoria
↑Bartolomé Clavero, Mayorazgo, propiedad feudal en Castilla, 1369-1836, Ed. Siglo XXI, 1974. Instituciones equivalentes hubo en otros países europeos; pero con distintas implicaciones legales, que en la Corona de Castilla se establecieron en las Leyes de Toro (1505). En los demás reinos peninsulares se dieron las figuras del morgado portugués (institución vincular que tiene origen en la legislación castellana y que, aunque fuera adoptada antes en el reino de Portugal, entró en la legislación portuguesa con las Ordenações Filipinas de 1603; los morgadios se extinguieron en el reinado de Luis I por Carta de Lei de 19 de mayo de 1863, a excepción del vínculo de la Casa de Bragança, que se destinaba al heredero de la Corona, y que perduró hasdta 1910 -Maria de Lourdes Rosa, O Morgadio em Portugal Lisboa: Editorial Estampa, 1996-) y el hereu catalán ("en Cataluña seguramente no hay ningún mayorazgo que pueda llamarse tal" -Pedro Nolasco Vives, Traducción al castellano de los usages y demas derechos..., 1833, vol. 2 pg. 369-).
↑Incluso hay quien propone que en lo esencial continuó dominando las relaciones socioeconómicas de amplias zonas rurales en la Edad Contemporánea: ¿Cuándo acaba en realidad el Antiguo Régimen o se produce la transición? Vicens Vives apuntó que la crisis del Antiguo Régimen, pese a los fenómenos de transformación, produjo en el siglo XIX no la típica sociedad de clases salida de una ruptura sino la consolidación de una peculiar sociedad que había pactado con las antiguas estructuras profundas permitiéndoles su subsistencia. La sociedad, por lo menos hasta 1850, seguía cimentada en la actividad agrícola y la clave del pacto había sido el mantenimiento de una determinada distribución de la propiedad: alrededor de ésta giraban los procesos de producción, distribución y consumo y, de las leyes que la sostenían, toda la organización social. Una cosa fue el cambio hacia el régimen político y jurídico liberal y otra la más o menos permanencia de la situación económica y social anterior. En la segunda mitad del siglo XVIII la queja constante era la infrautilización del suelo. El paisaje resultaba para el viajero una continuidad monótona de tierras en la que alternaban encinas y pastos degradados con extensiones de secano en período de descanso y sembraduras de baja productividad. Tal infrautilización estaba conformada por la alta proporción de campos no roturados que hacía el 44% de la extensión de la provincia de Toledo, siendo los partidos de Toledo y Talavera los que acusaban mayor índice, llegando hasta un 50% del total. ... ¿Hubo transición en todos los órdenes o hubo un traspaso de propiedad sin que se alteraran "los cimientos"? La respuesta parece ser clara. Los pequeños labradores propietarios de fines del XIX estaban tan cargados por los diferentes tributos y réditos que apenas podían sostener a sus familiares ... permanente falta de excedentes ... En 1902 el estado de desamparo de los labradores era grande porque cualquier enfermedad, o la falta de una caballería, les ponía en la circunstancia de apelar al préstamo usurario que venía a ser entre el 30 y 40% de interés anual. El minifundio, por otra parte, ha permanecido, pese a lo mencionado por muchos autores sobre la importancia del latifundio en Castilla. Si se compara la extensión de la parcela de 1752 y de 1970 se observa que su dimensión era la misma: entre una y media y dos hectáreas. ... la situación del Mediodía de España en nada se diferenciaba del Antiguo Régimen. En ese año la nobleza y los grandes propietarios forasteros ocupaban las dos terceras partes de los términos municipales. La relación propietario-arrendatario no dejaba duda sobre la permanencia de la tradición ... hubo "transición" en "la cúpula" -con todo lo que este concepto conlleva- pero no en "la base" (Javier Donézar, La Meseta Castellana en la Crisis del Antiguo RégimenArchivado el 6 de junio de 2014 en Wayback Machine., en Historia Contemporánea, Universidad del País Vasco).
↑Transcripción del testamento (texto completo, seguido de la Transcripción del codicilo, también completa) en desolmedina.com
Transcripciones parciales:
↑Lacleta Muñoz, José Manuel: "Las fronteras de España en el mar". Documentos de trabajo 34-2004, Real Instituto Elcano. Fuente citada en Portugal-Spain relations.
↑Es muy usual en la historiografía la utilización del término "particularismo" (con valor no sólo local o espacial, sino también estamental e incluso religioso) para referirse a las motivaciones de muy variados movimientos sociales que se oponen a la homogeneización o la centralización en la Europa de la Edad Moderna, entre los que destaca La Fronda francesa. Roland MousnierFurores campesinos, los campesinos en las revueltas del siglo XVII (Francia, Rusia, China); Trevor Aston (dir) Crisis en Europa 1560-1660; Rodney Hilton (ed.) La transición del feudalismo al capitalismo; Perry AndersonEl Estado absoluto; Charles TillyLas revoluciones europeas 1492-1992;
Balbino Lozano, Palacio de las Leyes de Toro, en La Opinión - El Correo de Zamora, 9 de noviembre de 2016: «Este histórico palacio se encuentra junto a la iglesia de La Trinidad de la ciudad de Toro; lamentablemente solo se conserva la magnífica portada, ya que fue destruido por un incendio en 1923. La portada es gótica, enmarcada en un alfiz decorado con motivos vegetales y con los escudos de Castilla y León y de Sosa y Ulloa. ... El edificio de la ciudad de Toro donde se reunieron estas célebres Cortes era un hermoso palacio del que hay noticias que tenía una sala en la que se celebraban aquellas sesiones, formaba un espacioso cuadrado con magnífico techo de madera artísticamente labrada, recibía iluminación de dos pequeños balcones y tenía acceso por una espaciosa puerta de paso a otra sala de inferiores dimensiones. Sobre la puerta de la Sala de las Leyes existía una inscripción que decía: "Reinando en Castilla y León el rey don Enrique, celebró Corte en esta ciudad de Toro año de 1371, y su hijo don Juan el segundo celebró Cortes en esta ciudad año 1442, y el rey Católico celebró cortes generales en esta ciudad año 1505 a principios de el y en ellas fue jurada por reina doña Juana su hija, ordenaron estas Cortes las Leyes llamadas de Toro y es esta sala la que se ha mantenido con el real nombre de Sala de las Leyes y por lo que esta goza de muchas preeminencias".»
↑La crítica a las distintas figuras de estos y otros funcionarios de la creciente burocracia pasó a ser un tema literario. Lía Schwartz, El letrado en la crítca de Quevedo. Cita, entre muchos otros precedentes, la Danza de la Muerte castellana del siglo xv y esta ejemplo de Miguel de Cervantes, El coloquio de los perros:
"... muchos y muy muchos escriuanos ay buenos, fieles y legales, y amigos de hazer plazer, sin daño de tercero; si que no todos entretienen los pleytos, ni auisan a las partes; ni todos lleuan mas de sus derechos; ni todos van buscando e inquiriendo las vidas agenas, para pornerlas en tela de juyzio; ni todos se aunan con el juez para hazeme la barba, y hazerte he el copete; ni todos los alguaziles se conciertan con los vagamundos y fulleros; ni tienen todos las amigas de tu amo para sus embustes."
↑El tema es un tópico de las relaciones internacionales, recurrente a lo largo de la historia desde la Baja Edad Media, desde cuando Portugal se convirtió en el aliado privilegiado de esta potencia. Véanse los resultados de la búsqueda "alianza anglo-española" en google books, consultado el 3 de octubre de 2010.
↑Las expresiones Imperio aragonés, Imperio catalán e Imperio catalano-aragonés son usadas en la bibliografía historiográfica, con distintos matices y, en algunos casos, obvias implicaciones en su uso anacrónico (la construcción de la historia nacional española y el surgimiento del nacionalismo catalán desde finales del siglo XIX).
↑Óscar Perea Rodríguez, Antonio Navarro, "El Encubierto", en mcnbiografias.com (web consultada 4/11/2023). Cita como fuentes: COHN, N. En pos del milenio. (Madrid, Alianza, 1986). DANVILA Y COLLADO, M. Las Germanías de Valencia. (Madrid, 1886, ed. facsímil en Valencia, París-Valencia, 1985). DURÁN, E. & REQUESENS, J. (eds.) Profecia i poder al Renaixement. Texts profètics catalans favorables a Ferran el Catòlic. (Valencia, Tres i Quatre, 1997). GARCÍA CÁRCEL, R. Las Germanías de Valencia. (Barcelona, Edicions 62, 1981). VICIANA, M. DE. Crónica de la ínclita y coronada ciudad de Valencia. (Ed. facsímil Valencia, París-Valencia, 1980, 2 vols.)
↑La frase es un tópico muy citado. La versión recogida es la que aparece en El naranjo, de Carlos Fuentes. Aquí en la versión de Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, cap. 159 (citado en Diego de Avendaño... y en UNEX Tema 2: Las fronteras del mundo hispánico...): "Y entonces dice que dijo el rey de Francia, o se lo envió a decir a nuestro gran emperador, que ¿cómo habían partido entre él y el rey de Portugal el mundo, sin darle parte a él? Que mostrasen el testamento de Adán, si les dejó a ellos solamente por herederos y señores de aquellas tierras que habían tomado entre ellos dos, sin darle a él ninguna de ellas, e que por esta causa era lícito robar y tomar todo lo que pudiere por la mar."
↑Entrevista a Hugh Thomas por la presentación de su libro El imperio español de Carlos V, Barcelona: Planeta, 2010.
↑Javier de Juan y Peñalosa (1996) Historia de la Cultura Española: Religión, filosofía, ciencia. Volumen 1 de Historia de la Cultura Española de Menéndez Pidal: El siglo del Quijote, ISBN 84-239-9607-7, pg. 405. Otro de los procedimientos utilizados para incrementar la superficie roturada fue el de la «venta y perpetuación de baldíos». Se trató de un arbitrio empleado por el rey para recaudar más dinero. Consistía en que, considerando como realengas ciertas tierras cultivadas -a veces roturadas ilícitamente-, Felipe II propuso a los campesinos que las compraran a bajos precios. Fue un proceso de privatización inmenso de tierras, que en su día pude calcular que alcanzó al 10% de las tierras cultivadas entonces de Madrid. En La Mancha afectó el proceso a amplias áreas, como demostró López-Salazar (Alfredo Alvar Ezquerra, La Mancha de Cervantes).
↑La frase, con diferentes variantes, es muy citada (por ejemplo Revista de las Indias, 1941, pg. 181.); pero según Erwin Panofsky es apócrifa. La anécdota, según la cual Carlos habría recogido del suelo un pincel caído de las manos del maestro veneciano, nunca habría ocurrido; pero es cierto también que el emperador trató a Tiziano como un igual en espíritu, si no en rango. Su relación puede compararse a la de Apeles con Alejandro Magno... es más que una mera fórmula retórica. Tiziano: problemas de iconografía, Akal, 2003, ISBN 84-460-1501-3, pg. 31.
↑La posible relación entre estos procesos se ha convertido en un tópico del ecologismo y la historiografía (véanse tres ejemplos, entre los que está un texto de Manuel Fernández Álvarez: España y los españoles en los tiempos modernos, pg. 383).
↑Dos veces emplea Cervantes este proverbio que califica de antiguo : una en el pasaje de la Historia del Cautivo , inserto en el prólogo, y otra en la Gitanilla (José Coll y Vehí, Los refranes del Quijote, Barcelona: 1874, pg. 117.
Oh católico Sol de los Bazanes
Que ya entre gloriosos capitanes
Eres deidad armada, Marte humano,
Esculpirá tus hechos, sino en vano,
Cuando descubrir quiera tus afanes
Y los bien reportados tafetanes
Del turco, del inglés, del lusitano.
El un mar de tus velas coronado,
De tus remos el otro encanecido,
Tablas serán de cosas tan extrañas.
De la inmortalidad el no cansado
Pincel las logre, y sean tus hazañas
↑Averígualo el Doctor Antonio Martínez Montejano, natural de la villa de San Martín de Espuches. A ese pseudónimo atribuye el escrito Quevedo, y su autoría es reconocida en una carta al Conde-Duque: Aquello del güevo sí fue mío y lo siento por lo malo. Obras de Don Francisco de Quevedo Villegas, Biblioteca de autores españoles, Atlas, 1852, Volumen 23, pg. 281 y ss.
la postración de la literatura llegó, por los tiempos a que nos referimos, al extremo más grande y lamentable. Una esterilidad y una depravación sin ejemplo en la historia de las letras españolas, fueron las señales más inmediatas y características de semejante postración. El mal gusto literario, que en lecciones anteriores hemos visto entronizarse con los conceptistas y culteranos hasta el punto de avasallar a ingenios de tan gran talla como Lope de Vega, Calderón y Quevedo, que tanto combatieron su influjo, se apoderó por completo del arte literario español, erigiendo en sistema de doctrina todos los desvaríos de aquellos apóstoles del mal gusto, cuyo predominio fue absoluto, y exagerándolos con alteraciones más ridículas y agravantes, si es posible decirlo así tratándose del lenguaje extrañamente ampuloso y metafísico, chocarrero y trivial que, a semejanza de los escritores de la decadencia romana, empleaban nuestros escritores conceptistas y cultos y los por el influjo de ellos contaminados, que eran los más desde el segundo tercio del siglo XVII. La poesía lírica como la dramática, la Didáctica como la elocuencia, en fin, todas las manifestaciones literarias del espíritu español, habían caído, durante el reinado del último austríaco, bajo el imperio, tan absoluto como corruptor y mortífero, del mal gusto, cuyo desarrollo hemos seguido en varias de las lecciones precedentes. Únase a esta depravación literaria la esterilidad que en todas las esferas de actividad de un pueblo, particularmente en las del arte y la ciencia, produce un estado tan grande de atonía y postración como el que hemos dicho que dominaba en la España de Carlos II, y se tendrá una idea bastante aproximada de la altura artística e intelectual a que rayaría nuestra nación
↑Harris, Ann Sutherland (2005). Seventeenth-Century Art & Architecture. Fuente citada en In ictu oculi
↑Ramón Menéndez Pidal y María Goyri, Los tres grandes estilos – Estilo llano, liso y peinado (UAM, 2022): "... las características principales del estilo llano del siglo XVII. Se recogen algunos ejemplos de llaneza del lenguaje y se citan algunos fragmentos de obras de Franco de Borja, príncipe de Esquilache, Lope de Vega o Bartolomé L. de Argensola. Se recogen las opiniones de Jiménez Patón contra los cultismos, pues es defensor del estilo llano, y se recogen datos sobre la pureza del lenguaje, por lo que los autores de este estilo están contra los extranjerismos y los tecnicismos y contra la letradería o bachillerías. Se menciona la variedad del estilo llano, pues los lacayos y los criados son leídos y saben de antigüedades y mitología, hechos que utilizan en su papel de graciosos. Por otro lado, señala Menéndez Pidal que parece que había una tendencia vulgar al cultismo gráfico y recoge algunos ejemplos de grupos cultos, como la variación entre “doctor” y “dotor”. Además, se hace referencia a la nomenclatura de estilo “llano” o “peinado”. “Peinar el estilo” es elevarlo con elocuencia y cultura, y se indica que “peinado” se elimina en la edición del Diccionario Académico de 1817 por anticuada y desconocida."
Lola Pons, pg. 176: Palabras para un ideal lingüístico..., Revista de Filología Española, XCV, 2015: "No ha de sorprender incluso que llegue a establecerse un parangón directo entre la lengua elaborada y la cualidad de peinado; se habla de un estilo peinado [nota 28 Con la acepción del estilo, peinado entra en el DRAE en 1884: ‘Dícese del estilo nimiamente cuidado’, en una definición que varía después hacia ‘Dícese del estilo muy cuidado’] como un estilo contenido, pulido. Lo hizo ya Góngora en su soneto dedicado a Luis de Bavia, autor de la tercera y cuarta partes de la Historia pontifical (1611); de esta obra dirá en el segundo cuarteto de su soneto “Este, que Babia al mundo hoy ha ofrecido”: Historia es culta, cuyo encanecido / estilo, si no métrico, peinado. En el XVIII el término es sinónimo de relamido y muy limado, y en el XIX mantiene ese valor, y si el Duque de Rivas en uno de sus Romances presenta al padre Paravicino, / que de sabio alto renombre / goza y a Madrid encanta / por sus peinados sermones, Juan Valera escribe en 1857 a Campoamor diciendo: cuando yo trate de escribir algo muy peinado y florido y atildadísimo, escribiré un libro, ó por lo menos un artículo de periódico."
↑Aunque no es probable que en esa ocasión se pronunciara la frase ya no hay Pirineos, es común atribuirla a Luis XIV. El discurso que se recoge como efectivamente pronunciado es: El rey de España ha dado una corona a vuestra majestad. Los nobles os aclaman, el pueblo quiere veros y yo consiento en ello. Vais a reinar, señor, en la monarquía más vasta del mundo y a dictar leyes a un pueblo esforzado y generoso, célebre en todos los tiempos por su honor y lealtad. Os encargo que le améis y merezcáis su amor y confianza por la dulzura de vuestro gobierno ... Señores, he aquí el rey de España ... Pórtate bien en España, que es tu primer deber ahora, pero recuerda que naciste en Francia para mantener la unión entre nuestras dos naciones y preservar la paz de Europa. Citado por Joan-Lluís Palos, Felipe V, un Borbón en el trono español, Historia NG n.º 103.
El reformismo borbónico - Edad Moderna - España en mapas. Una síntesis geográfica - Compendios del Atlas Nacional de España, Instituto Geográfico Nacional, 2022: "En 1761 se publica la Instrucción de Caminos para conectar la corte con la periferia. Se crea la Superintendencia General de Caminos. Y en 1802 se abre la Escuela de Ingenieros de Caminos. La red caminera contó con unos 25.000 km, que salvaban ríos, montañas y la feroz oposición de la Mesta en defensa de su red cabañera. Los caminos de tierra permitían el cruce de dos caballos y los enlosados de dos carretas. Se iniciaron obras de canales navegables, algunas inconclusas como el canal de Castilla o el Imperial de Aragón (1776-1784). Los puertos marítimos fueron impulsados con las juntas de obras de puertos. Un paso decisivo fueron los decretos de libre comercio de 1765 y 1778, que abrió la conexión de 15 puertos españoles y 24 americanos."
"Real Decreto de Carlos III, para hacer caminos rectos y sólidos en España, que faciliten el comercio de unas provincias a otras, dando principio por los de Andalucía, Cataluña, Galicia y Valencia. Aranjuez, 10 de junio de 1761" (Texto en ingeniaviarum - ficha en la Biblioteca Nacional de España).
Jesús Aitor Goitia Cruz, Transformaciones urbanas... La conquista de la periferia, 2015: "... Criticado por Jovellanos por consolidar un modelo radial a partir de los seis caminos en gran medida existentes, el proyecto inicial contemplaba no solo la transformación de éstos en carreteras bien dispuestas sino la mejora y extensión de las redes locales y comarcales, si bien la cantidad de recursos destinados a la red principal postergaron indolentemente la realización del conjunto. En primer lugar se ejecutaron los caminos a los Sitios Reales, incluyendo la construcción de puentes, calzadas y la plantación de arbolado a ambos lados de su recorrido, comenzando por los de Aranjuez y El Pardo. Pero este impulso inicial apenas tuvo continuidad, y hubo que esperar a que Floridablanca se hiciera cargo en 1776 de la Secretaría de Estado que ocupó anteriormente Grimaldi para que estas infraestructuras se llevaran a la práctica con continuidad y eficacia, a partir de una concepción sobria y alejada de la magnificencia de los primeros caminos, de los que apenas se habían realizado diecinueve leguas en otros tantos años."
Santos Madrazo Madrazo, El sistema de comunicaciones en España, 1750-1850, Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, 1984, pg. 98: "La Instrucción para reconocimiento y alineación de Caminos, publicada en 1778, reconoce que los costes de construcción en los últimos 17 años han sido muy elevados debido a los dispendios y ostentación en caminos y obras de fábrica..."
↑Hay algunas recreaciones históricas ambientadas en distintos episodios de la Edad Moderna en España, así como conmemoraciones utilizadas políticamente.
Manifestación en Granada opuesta a la celebración del 2 de enero (aniversario de la toma de la ciudad por los Reyes Católicos, celebrada todos los años con un tremolar de banderas en el balcón del ayuntamiento).
↑Inscripciones latinas del obelisco (recogidas en Commons).
Lado sur (en honor de Carlos, infante de España, rey de los napolitanos y los sículos, duque de Parma, Piacenza..., gran príncipe de los etruscos...): Carolo Hispaniarum Infanti / Neapolitanorum et Siculorum Regi / Parmentium Placentinorum Castrentium Duci / Magno Aetruscorum Principi / quodhispanici exercitus imperator / Germanos deleveril / italicam libertatem fundaverit / Appuli Calabrique signum / extulerunt.
Lado oeste (recuerda la batalla): Germarzorunt militum / hic / justo numero certanium / hispanica virtus / partem minimatn trucidavit / reliquos fortiter captos servavit / rei gestae nuntium ex captivis / ad Germaniae regem / humaniter ablegavit / anno salutis MDCCXXXIV.
Lado norte (en honor de Felipe V, de España, de las Indias y de las Dos Sicilias rey potentísimo, piadoso y feliz... : Philippo V / Hispan. Indiar. Siciliae / utriusque / regi / potentissimo / pio / felici / quod / Afris domitis / neapolitanum regnum / devictis / iusto bello Germanis / receperit / et Carolo filio optimo / italicis pridem / ditionibus aucto / adsignaverit / monumentum victoriae / poni laetantes / populi voluerunt.
Lado este (en honor del general vencedor, José Carrillo, conde de Montemar): Iosepho Carillo / comiti Montemar / quod / eius opera / ductu consilio / Hispani Germanorum cuncta / subegerint / VIII Kal. J unii / a. s. MDCCXXXIV / Regi iussu / honos habitus.
↑Citado en Pedro Álvarez de Miranda, La época de los novatores, desde la historia de la lengua, Stud, hist., Hª mod., 14, pp. 85-94. Glosa este artículo: "Téngase en cuenta, para comprender esa última alusión, que Zapata escribe esta censura en el momento de máxima efervescencia de la pugna suscitada por la ofensiva ultraconservadora del escolástico P. Palanco, de cuyo Dialogus physico-theologicus contra philosophiae novatores (1714) surgió el nombre (el "título", dice Zapata) con que los miembros del movimiento renovador iban a ser —y, sobre todo, son hoy— conocidos. Repárese, también, en la valentía con que Zapata asume esa etiqueta, la de novator, a propósito de la cual el Diccionario de autoridades, tras definir la palabra como "inventor de novedades", comentaba: "Tómase regularmente por el que las inventa peligrosamente en materia de doctrina".
↑La expresión, atribuida a Carlos III, es ampliamente citada, con algunas variantes (por ejemplo, lloran cuando se les lava y se les peina; en José María PemánBreve historia de España, 1950, Cultura Hispánica, pg. 294.
↑En el reinado de Carlos III ya habían encabezado "partidos" opuestos, que incluso habían protagonizado una conspiración abortada por una cariñosa carta de reprensión del rey al entonces príncipe de Asturias y su esposa: "Meditalo, pues, que gente ruin, y mal intencionada movida de fines particulares haya procurado sorprender con cautela tu ánimo, fiándose en tu corazon cándido, incapaz de juzgar en otros las malicias que aborreces, y en la poca experiencia que tienes de los dobleces de que son capaces los hombres, que hayan desaprobado en tu presencia disposiciones mías pasadas, ó presentes, encubriendo su fin malvado, con la capa de compadecerme, por que me engañaban, ó se me encubria la mitad de las cosas, que te hayan dicho que yo protegia hechos ó personas, sin cabal conocimiento, y prefiriendolas á otras de mas merito.
Es menester que entiendas, que el hombre que critica las operaciones del Gobierno, aunque no fuesen buenas, comete un delito, y produce entre los vasallos una desconfianza muy perjudicial al Soberano, porque se acostumbran á criticar, y á despreciar todas las demas.
Lo que es cierto, que si no han hablado en tu cuarto, en tu presencia, ó en la de tu mujer del modo que sospecho, no hay duda que el público lo ha inferido, autorizado por observacion, notada de todos, que tu y tu mujer recibiais con ceño y poco agrado, á los que yo distinguia, ó remuneraba, y agasajabais en su presencia á unos trastos despreciables, lo que hace mas sensible la diferencia." Carta inédita de Carlos III á su hijo el Príncipe de Asturias (publicada por Manuel Danvila y Collado en 1895 -recogida en CVC-). Antonio Calvo Maturana, Biografía de Carlos IV de Borbón (CVC): "Quizás la pequeña conspiración de 1781 sea el episodio más conocido e importante de la vida de Carlos en este periodo. Después de tantos años a la sombra de Carlos III y a la espera de acceder al Trono en no mucho tiempo, el cuarto de los príncipes intentó tener un partido propio. Para ello, Carlos –siempre asesorado por su esposa– le escribió a París al Conde de Aranda (conocido rival del vigente secretario de Estado, Floridablanca) pidiéndole un arbitrio para reformar la «desbaratada máquina de la monarquía». Carlos III descubrió esta pequeña conspiración y reprendió a su hijo en una interesante carta en la que –como buen suegro que se precie– achacaba estos manejos a la mala influencia de la princesa de Asturias:
Julio Aróstegui, coordinador (1982) Crisis del Antiguo Régimen. De Carlos IV a Isabel II tomo 9 de la Historia de España de Historia 16, Madrid, Depósito legal M. 12.869/76
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(1982) La Hacienda del Antiguo Régimen Madrid, Alianza Editorial, ISBN 84-206-8042-7
(1978) Antiguo Régimen y revolución liberal Barcelona, Ariel, ISBN 84-344-6512-4
(1985) Instituciones y sociedad en la España de los Austrias Barcelona, Ariel
(1981) coordinador: La forja del Imperio. Carlos V y Felipe II tomo 6 de la Historia de España de Historia 16, Madrid, Depósito legal M. 12.869/76
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Carlos Martínez ShawEl siglo de las Luces. Las bases intelectuales del reformismo (Historia de España, vo. 19), 1996, Madrid: Temas de Hoy ISBN 84-7679-297-2
Carex dispalata Klasifikasi ilmiah Kerajaan: Plantae Divisi: Tracheophyta Kelas: Liliopsida Ordo: Poales Famili: Cyperaceae Genus: Carex Spesies: Carex dispalata Nama binomial Carex dispalataBoott Carex dispalata adalah spesies tumbuhan seperti rumput yang tergolong ke dalam famili Cyperaceae. Spesies ini juga merupakan bagian dari ordo Poales. Spesies Carex dispalata sendiri merupakan bagian dari genus Carex.[1] Nama ilmiah dari spesies ini pertama kali diterbitkan oleh Boott. Refer...
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Company Brenntag SECompany typePublic (Societas Europaea)Traded asFWB: BNRFWB: BNRA (ADR)OTC Pink Current: BNTGFOTC Pink Current: BNTGY (ADR)DAX component (BNR)ISINDE000A1DAHH0US1071801013IndustryDistributionFounded1874; 150 years ago (1874)FounderPhilipp MühsamHeadquartersEssen, GermanyNumber of locations600Key peopleChristian Kohlpaintner (CEO), Richard Ridinger (Chairman of the Supervisory board)ServicesChemical and ingredients distributionRevenue19.4...
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