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El culteranismo es una corriente literaria del Barroco español. También es llamado gongorismo a causa de su mayor exponente español, el poeta cordobésLuis de Góngora, que contribuyó a formarla y le brindó su estilo definitivo. Se considera además como una rama del conceptismo, con el cual comparte la intención de intensificar la expresión, separándola del equilibrio y claridad clásica en la escritura. Aun así, en lugar de la condensación de significados propia del conceptismo más característico, el culteranismo aboga por la perífrasis embellecedora y la elusión del vocabulario común, utilizando para ello la «latinización» de la sintaxis y el léxico mediante el hipérbaton y los cultismos; recurre además a las metáforas puras y las alusiones variadas, a menudo con menciones o referentes de la mitología clásica.
La denominación «culteranismo» surgió como término despectivo creado desde un juego conceptista, con la mezcla de la verdadera poesía y para señalar a los autores y destinatarios de su poesía: los cultos. Se trató de una rama de la estética barroca del Conceptismo en cuanto dificulta cortesanamente el entendimiento de la obra literaria, no mediante la concisión y la concentración de significado (la llamada agudeza de Baltasar Gracián), como era lo habitual, sino mediante su dispersión y organización en forma de enigma para ejercitar la cultura y la inteligencia al descifrar una forma más dilatada y sensorial. En las artes plásticas este arte se refleja por medio de la utilización de emblemas y alegorías.
Fue profundamente estudiado por Dámaso Alonso a raíz de la celebración del tricentenario de Luis de Góngora, y sus principales características son:
Preferencia por una sintaxis de largos y laberínticos periodos de compleja trabazón hipotáctica.
Latinización de la sintaxis mediante un extremo y violento hipérbaton,y el uso de ciertas fórmulas, (A si no B, etc.) y construcciones propias del latín.
Abuso de los cultismos o palabras extraídas sin cambios del latín, que de esa manera pasaron a enriquecer el idioma.
Hay, asimismo, elementos gongorinos en el teatro de Pedro Calderón de la Barca y los autores de su escuela, y en la oratoria sagrada del padre Hortensio Félix Paravicino, pero el abuso de esta estética en la oratoria sagrada degeneró hasta el punto de hacer incomprensibles al pueblo los sermones, de suerte que en el siglo XVIII se alzaron las voces de Gregorio Mayans y Siscar en su obra El orador cristiano (1733) y la novela satírica del jesuita padre José Francisco de IslaHistoria del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas (1758 y 1768) para rechazar los excesos en que había degenerado ese estilo. Sin embargo, esta estética se revalorizaría cuando Paul Verlaine y Stéphane Mallarmé encontraron en ella un precedente del Simbolismo poético francés y, ya en el siglo XX, en una fase de la evolución común de los autores de la Generación del 27 y en el estilo de los nueve Novísimos.