El capital necesario para el funcionamiento de las compañías privilegiadas las hace al alcance solo del Estado y de la asociación de muchos capitalistas individuales, con lo que se establecen para estas condiciones de responsabilidad limitada similares a las de las modernas sociedades anónimas.
Sus antecedentes pueden rastrearse hasta la Italia del siglo XIV, cuando sus mercaderes operaban en el Levante mediterráneo, conociéndose compañías comerciales de Pisa, Génova, Venecia y Florencia. También pueden considerarse precedentes los consulados comerciales de las ciudades de las Coronas de Castilla y Aragón durante la Baja Edad Media (denominado Consulado del Mar en la Corona de Aragón), o la citada Hansa, que reunió a las ciudades del Báltico y dominó el comercio del norte de Europa.
Portugal y España mantuvieron monopolios comerciales de los puertos de Lisboa y Sevilla (Casa de la Contratación), respectivamente, aunque los verdaderos beneficiados del sistema colonial ibérico fueran los artesanos del norte de Europa: la ciudad de Amberes y los banqueros, italianos o alemanes (Fugger), que financiaban la política exterior de los Habsburgo. La famosa poesía de Quevedo (Don Dinero) refleja esta percepción en los contemporáneos:
Nace en las Indias honrado donde el mundo le acompaña viene a morir en España y es en Génova enterrado.
Francisco de Quevedo
El saqueo de Amberes hizo desplazarse las actividades bancarias y de intercambio a las ciudades de Ámsterdam y Londres. De hecho, el cambio de siglo del XVI al XVII vio cambiar el eje de la economía de la Europa del Sur a la Europa del Norte.
Las primeras compañías comerciales que cumplen con el término de compañías privilegiadas, operando en mercados coloniales y gestionadas con procedimientos cuasicapitalistas, a la vez que son protegidas en su actividad por un Estado moderno que defiende sus intereses, con los que en la práctica se identificaban, son las neerlandesas: la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales y la Compañía Neerlandesa de las Indias Occidentales.
Las compañías españolas se crean a partir del siglo XVIII por aplicación de los criterios de la nueva dinastía Borbón, que trae la política colbertista, más acorde con los planteamientos de la monarquía absoluta, e intentarán recuperar el decayente comercio americano, desbaratado por el Tratado de Utrecht, que concedía privilegios a Inglaterra (navío de permiso, asiento de negros). La ruptura parcial del monopolio de Sevilla (ahora desde el puerto de Cádiz) beneficiará a la Compañía Guipuzcoana de Caracas, que recibe la concesión del cacao de Venezuela; luego a una lista de puertos y por último se abrirá un teórico comercio libre, que no llegará a tener tiempo de asentarse antes de la independencia americana.
1664 – Compañía francesa de las Indias Orientales o Compañía francesa para el comercio de las Indias orientales (Compagnie française des Indes Orientales o Compagnie française pour le commerce des Indes Orientales)
1638–1655 – New Sweden Company (creada en relación con la colonia sueca de Nueva Suecia (Nya Sverige); absorbida por los neerlandeses; actualmente en Delaware.)