Alfonso CañaveralAlfonso Cañaveral Pérez (1855-1932) fue un pintor español. BiografíaRealizó cuadros alegóricos y decorativos, además de bocetos de historia, si bien cultivó según José Cascales todos los géneros.[1] Nació en Sevilla en febrero de 1855, hijo de José Cañaveral y Josefa Pérez.[1][nota 1] Hermano del también pintor José Cañaveral,[3] Alfonso estudió la carrera de Filosofía y Letras, que empezó en la Universidad de Sevilla, licenciándose, por último, en la de Madrid.[1] Hasta los veintitrés años de edad no habría comenzado a recibir su educación artística.[1] Empezó asistiendo a la Escuela oficial de Sevilla, en la que solo permaneció un curso, durante el cual fue discípulo de Eduardo Cano.[1] Sus principales estudios pictóricos los hizo en la antigua Academia Libre de Bellas Artes, de la que fue socio fundador.[1] Más adelante marchó a Madrid, donde asistió a clases de la Escuela Superior de Pintura y visitó con asiduidad los salones del Museo del Prado.[1] Participó en la capital en tres certámenes consecutivos, celebrados uno por el Círculo de Bellas Artes y los otros dos por la Sociedad de Escritores y Artistas.[1] En el primero presentó un cuadro de costumbres, que fue muy elogiado, y en la Sociedad de Escritores y Artistas dos lienzos más, cuyos títulos eran La tarde en la aldea, inspirado en Galicia, y La pavera, que representa a una campesina, apacentadora de pavos, tendida sobre el suelo al pleno mediodía.[1] Ambos fueron premiados y vendidos al momento: La tarde en la aldea, con destino a una colección británica, y La pavera para el palacio de la infanta Paz.[1] Volvió a Sevilla, donde ejecutó una serie de cuadros de costumbres.[1] Más adelante partió a Roma, donde permaneció dos años. Allí pintó cinco cuadros que se expusieron en la Exposición celebrada por la Sociedad Económica de Amigos del País.[1] Eran Un ochavito para la Cruz de Mayo, El triste camino, Salas infirmorum, Bella Giornatta y La sorpresa.[1] De Roma pasó a Londres, donde pintó bajo contrato para el banquero Clerk, y por último, volvió a Sevilla en la que se estableció definitivamente.[1] Entre los cuadros que realizó en esta etapa sevillana figuraron Rosa mística, encargado por el cardenal Zeferino González y Estrella matutina, regalado a Carolina Benjumea y José Ochoa.[1] También fue autor de Petenera y La batalla de flores.[1] Falleció en 1932.[2] Notas
ReferenciasBibliografía
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