Nació en la capítal austriaca en una familia de origen judío. Su padre, Gabriel Frankl, fue estenógrafo parlamentario hasta llegar a ministro de Asuntos Sociales. Desde joven, siendo un estudiante universitario y envuelto en organizaciones juveniles socialistas, Frankl empezó a interesarse en la psicología.
En septiembre de 1942, él, su esposa y sus padres fueron deportados a Theresienstadt, un campo de concentración cercano a Praga.
De 1942 a 1945 estuvo en cuatro campos de concentración, incluyendo Auschwitz, conocido como el campo de exterminio. Lo que experimentó en esos años es inimaginable. Logró sobrevivir; no así su mujer, sus padres, hermano, cuñada, muchos colegas y amigos.[2]
El hombre en busca de sentido
Tras la liberación, pasó varias semanas en Múnich tratando de indagar quiénes de sus familiares habían sobrevivido. Poco a poco fue enterándose de que ninguno lo había logrado y vivió un profundo dolor, soledad y vacío. A su regreso a Viena, le asignaron un departamento en el noveno distrito en el que vivió el resto de su vida.
Fue nombrado jefe del Departamento de Neurología de la Policlínica de Viena, puesto que ocupó durante 25 años. Fue profesor tanto de neurología como de psiquiatría de la Universidad de Viena.
Trabajo docente
Dirigió la policlínica neurológica de Viena hasta 1971. En 1949 recibió el doctorado en filosofía. En 1955 fue nombrado profesor de la Universidad de Viena. A partir de 1961, Frankl mantuvo cinco puestos como profesor en universidades de los Estados Unidos: en Harvard, Stanford, Dallas, Pittsburg y San Diego. Continuó dando clases en la Universidad de Viena hasta los 85 años de edad de forma regular. Impartió cursos y conferencias por todo el mundo.