En junio de 1943 viajó a Inglaterra para supervisar la campaña de bombardeos estratégicos sobre Alemania llevada a cabo por las Fuerzas Aéreas del Ejército de los Estados Unidos (USAAF) junto con la británica RAF. Allí fue testigo de las enormes pérdidas que estaban sufriendo la USAAF y la RAF cuando sobrevolaban Alemania debido a que los cazas de escolta tenían que volver a sus bases antes de que los bombarderos alcanzaran sus objetivos y en ese momento quedaban a merced de los cazas alemanes.
De vuelta a Washington elaboró un informe para el jefe del Estado Mayor de la USAAF, el general Henry H. Arnold, en el que recomendaba, en primer lugar, que se aumentara la producción de tanques externos de combustible para incrementar la autonomía de vuelo de todos los aviones desplegados en Gran Bretaña y, en segundo lugar, que se pusiera en marcha rápido la producción de cazas de largo alcance que escoltaran durante todo el tiempo a los bombardeos.
Propuso el avión P-51 Mustang, pero cambiándole el motor Alison —con el que era un «desastre», según la evaluación que él había hecho en 1940— por un motor Rolls-Royce Merlin. El general Arnold quedó convencido de «la absoluta necesidad de construir un avión de combate capaz de ir y regresar con los bombarderos» y se aprobó la propuesta de Lovett. De esta forma, gracias a los nuevos P-51 Mustang y a los «depósitos lanzables» de combustible con los que se equiparon a los aviones para aumentar su autonomía de vuelo (las dos propuestas de Lovett), los aliados lograron la supremacía aérea sobre los cielos de Alemania y se pudo desarrollar con éxito la campaña de bombardeos estratégicos.[2]
Kennedy, Paul (2015) [2013]. Ingenieros de la victoria. Los hombres que cambiaron el destino de la Segunda Guerra Mundial [The Turn of the Tide]. Primera edición en Debolsillo. Barcelona: Penguin Random House. ISBN978-84-9062-557-6.