χαῖρέ μοι, Ῥώμα, θυγάτηρ Ἄρηος,
χρυσεομίτρα δαΐφρων ἄνασσα,
σεμνὸν ἃ ναίεις ἐπὶ γᾶς Ὄλυμπον
- αἰὲν ἄθραυστον.
σοὶ μόνᾳ, πρέσβιστα, δέδωκε Μοῖρα
κῦδος ἀρρήκτω βασιλῇον ἀρχᾶς,
ὄφρα κοιρανῇον ἔχοισα κάρτος
- ἀγεμονεύῃς.
σᾷ δ' ὐπὰ σδεύγλᾳ κρατερῶν λεπάδνων
στέρνα γαίας καὶ πολιᾶς θαλάσσας
σφίγγεται· σὺ δ' ἀσφαλέως κυβερνᾷς
- ἄστεα λαῶν.
πάντα δὲ σφάλλων ὁ μέγιστος αἰὼν
καὶ μεταπλάσσων βίον ἄλλοτ' ἄλλως
σοὶ μόνᾳ πλησίστιον οὖρον ἀρχᾶς
- οὐ μεταβάλλει.
ἦ γὰρ ἐκ πάντων σὺ μόνα κρατίστους
ἄνδρας αἰχματὰς μεγάλους λοχεύεις
εὔσταχυν Δάματρος ὅπως ἀνεῖσα
- καρπὸν †ἀπ' ἀνδρῶν.
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Salve, Roma, hija de Ares,
marcial soberana de áureo ceñidor,
que ocupas en la tierra un venerable Olimpo,
- siempre inconquistable
Solo a ti, sublime, te concedió el Destino
la imperial gloria de un poder infrangible,
para que, dueña de un vigor soberano,
- tomes el mando.
Bajo tu yugo de potentes riendas,
el pecho de la tierra y del mar gris
se ve embridado. Y tú pilotas sin yerro
- las villas de sus gentes.
El poderoso tiempo, que todo lo derrota
y que muda la vida, de un modo a cada uno,
solo a ti la brisa del poder que hincha tus velas
- no te la cambia.
Pues tú sola de todos, los más poderosos
guerreros y grandes das a luz,
como si dieras rica mies del fruto de Deméter,
- pero de hombres.
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Salve gran hija del ardiente Marte,
Roma que ciñes bélica corona,
Y del Olimpo en el erguido alcázar
- vives y moras.
Diote a ti sola la caduca parca
La regia vara de ignominias horra,
Y de suprema potestad el cetro
- diole a ti sola.
Tú, con robustas ataduras, ligas
Del mar la espalda, y de la tierra toda,
Y de los pueblos el seguro estado
- guardas, ¡oh Roma!
La edad ligera, que la humana vida
Turba, y conmueve, y todo lo trastorna,
Date buen viento: ni en tu gran fortuna
- rápida toca.
Porque tú sola entre la humana estirpe
Gente produces fuerte y valerosa,
Y hombres procreas mucho más que espigas
- Ceres abona.
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