Los tres son operados luego de sufrir el estallido de una bomba puesta por la banda de Kink Kong, a quienes habían apresado pero escaparon. Luego, dotados de poderes biónicos, los superagentes luchan contra una banda de falsificadores que robaron de EE. UU. dos planchas para imprimir billetes de 50 dólares.[1] En este episodio estrenaran un deportivo auto amarillo, patente C672998, con armas ocultas.
«Para…los films de los Superagentes emerge el sistema de los bandos como evocación difusa para la justificación del film y del discurso del poder….Decididas colisiones entre parapoliciales devienen…en el centro de estas películas seriadas más allá de las pautas 'argumentales'….El tono ligero que priva en estas producciones, no termina de ocultar que la batalla entre los dos bandos parapoliciales está ceñida a la apropiación, se trate de saberes, objetos o dinero. Y el régimen cinematográfico en que se alojan las fuerzas antagónicas impulsa la idea de 'alguien que viene de afuera' a quedarse con 'lo ajeno' y 'otro que lo repele y procura recuperar aquello que peligra'».[2]
«La atmósfera que es propia del género se debilita porque el guion es más bien precario.»
Manrupe y Portela escribieron:
«Lo más divertido: el dedo biónico de Mojarrita.»[1]
Referencias
↑ abManrupe, Raúl; Portela, María Alejandra (2001). Un diccionario de films argentinos (1930-1995). Buenos Aires: Editorial Corregidor. p. 553. ISBN950-05-0896-6.
↑Wolf, Sergio (1992). «El Cine del Proceso. Estética de la muerte». En Sergio Wolf (compilador), ed. Cine argentino: la otra historia. Buenos Aires: Ediciones Letra Buena. p. 275. ISBN950-777-048-8.