A pesar de que fue nombrado Presidente del Consejo de Aurillac, viajaba con frecuencia a París, en donde se reunía con su maestro. Fue incluso más estricto que el propio Malherbe, y sus composiciones son de una perfección asombrosa.
Miembro fundador de la Academia francesa desde 1635. Tras su fracaso como secretario de la Embajada francesa en Roma regresó a sus posesiones en 1636.