El historiador Pierre Luz lo definía de esta manera: «Francisco de Asís pertenece a esa categoría de hombres bien determinada y de la que sólo se encuentra un representante ilustre en la casa de Borbón, el hermano de Luis XIV. Pequeño, delgado, de gesto amanerado, de voz atiplada y andares de muñeca mecánica. Le gustaban los baños, los perfumes, las joyas y las telas finas».[3]
Rey consorte de España
Según criterios políticos y dinásticos, Francisco de Asís fue obligado a contraer matrimonio con su doble prima hermana, la joven reina Isabel II. Tanto sus respectivos padres, el infante Francisco de Paula y el rey Fernando VII, eran hermanos, como sus madres, Luisa Carlota y María Cristina. Además, estas dos últimas eran hijas de una hermana de sus padres, María Isabel de Borbón. La elección de Francisco de Asís como esposo de Isabel II se produjo tras desecharse otras candidaturas; el esposo de la reina debía ostentar rango aristocrático, pero no opciones de heredar otro trono europeo.[4] Según Jesús Pabón en su biografía de Narváez, el rey consorte fue padre de varios hijos ilegítimos y tenía varios amantes conocidos.
Puede que la consanguinidad de los padres y abuelos influyera en las muertes prematuras de varios de los infantes.
Reinado
El gobierno de Isabel II y Francisco de Asís de Borbón produjo alguna que otra desavenencia a las que se sumaron las constantes intrigas palaciegas, planes, confabulaciones, complots y toda una serie de artimañas con la única finalidad de separar a los Reyes. Son conocidas las coplas y cuchufletas a costa de la homosexualidad del rey, algunas de las cuales publicadas en libelos y gacetas de la época han llegado hasta nuestros días.
La alusión a que el rey orinaba sentado se fundamenta en datos reales, pues Francisco de Asís sufría hipospadias,[9] una malformación de uretra: no tenía el orificio de salida en el glande, sino en el tronco del pene, y ello le impedía orinar de pie.
El reinado de Isabel y Francisco se desarrolló en medio de un turbulento clima político, que culminó finalmente en la Revolución de 1868 (La Gloriosa), que expulsó de España a la dinastía borbónica. No fue ajena a ese clima la vida privada de los reyes. Si bien los autores contemporáneos entienden la vida personal de la reina en el contexto de un matrimonio desgraciado y la presión de la vida palaciega, los políticos de la oposición aprovecharon esta circunstancia para emplearla como arma. Se construye así el mito (real) sobre la reina ninfómana, que ridiculiza a la soberana y la distancia más aún de su pueblo.[10]
A diferencia de la reina, a quien se atribuyen numerosos amantes, algunos de ellos padres de sus hijos, Francisco de Asís tuvo únicamente una pareja estable, Antonio Ramos Meneses.[11]
La religiosidad de la reina, bajo la influencia de su tutora espiritual, sor Patrocinio, así como los problemas políticos, contribuyeron de una u otra forma al desprestigio y descrédito popular del reinado de Isabel II.
Teniendo que enfrentar la revolución de 1854, los reyes consiguieron salvar su trono al llamar nuevamente al gobierno al general Espartero. Pero en 1856, Francisco e Isabel II, que se sentían muy seguros en el trono, apoyaron a Leopoldo O'Donnell.
Es poco conocida la faceta de mecenas del rey consorte, a pesar de que fue muy destacada. Mandó restaurar y embellecer numerosos monumentos de la capital madrileña, entre ellos las iglesias de las Calatravas y San Jerónimo el Real, que se encontraban en franca ruina en ese momento y fueron rehabilitadas gracias al interés que puso en ello Francisco de Asís.
El 7 de julio de 1868 comenzó la Revolución Española, dirigida por Juan Prim y por Antonio de Orleans, duque de Montpensier, con la única finalidad de derrocar a Isabel II, a pesar de que los reyes eran parientes sanguíneos del duque. La familia real partió al exilio y se instaló en París, Francisco de Asís adoptó el título de incógnito de Conde de Moratalla. El 25 de junio de 1870, Isabel II abdicó en favor de su hijo Alfonso XII, el cual fue restaurado en el trono en 1874.
Tras el exilio, Francisco de Asís e Isabel se separaron amistosamente y, con el tiempo, se hicieron buenos amigos.
En 1881, Francisco de Asís se instaló en Épinay-sur-Seine (Francia), manteniendo en su castillo la residencia a pesar de la restauración de la monarquía, falleciendo ahí la madrugada del 17 de abril de 1902. En su lecho de muerte estuvieron presentes su esposa Isabel y dos de sus hijas, Isabel y Eulalia. Su cuerpo fue trasladado al Panteón de los Reyes del Monasterio de El Escorial.[12] Se decretó luto nacional en España durante un mes, pero éste se suspendió temporalmente el 15 de mayo con motivo de los actos de asunción efectiva de la Corona de su nieto el rey Alfonso XIII el 17 de mayo, aunque se reanudó el luto el día 25 del mismo mes. Su viuda le sobrevivió dos años.
El palacio de Épinay fue heredado por su nieto el rey Alfonso XIII, siendo subastado en julio de 1906 por 187.000 francos y adquirido para ser la sede del ayuntamiento a partir de entonces.
El rey Francisco de Asís tiene dedicada una calle en Madrid, con ese mismo nombre, en el barrio de Argüelles.
Se encuentra una estatua del rey en el Campo del Moro, aunque la vegetación que la rodea no permite que sea fácilmente visible. Esta estatua fue realizada junto a la de su mujer, la reina Isabel II para completar la serie de reyes y personajes españoles que se hizo en 1862 para completar la galería de la Iglesia de Santa María de Montserrat de los Españoles de Roma, aunque nunca se llegaron a trasladar a esa ubicación. Se habían presentando ambas estatuas en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1864. Posteriormente, en 1876, se trasladaron al patio central de la Real Casa de la Aduana, hasta que en 1876 el arquitecto Mayor de Palacio, José Segundo de Lema, mandó trasladarlas al Palacio Real de Madrid, ubicándolas al principio en las galerías bajas del Patio del Príncipe y, posteriormente, en los Jardines del Campo del Moro. Fue su autor el escultor malagueño José de Vilches (Málaga, 1815 - Saigón, 1890).
Es madre, y de sus hijos, se murmura; es vieja y con enredos se entretiene; es rica, y nadie sabe lo que tiene; es enferma de amor, y pide cura. Aunque pocos le han visto la figura, dicen que con su espíritu se aviene, y tímido o viril, según conviene, el eco de su voz vibra en la altura. Pilláronla una vez en un renuncio, y aun puedes ver impreso en los diarios de su historia fatal el claro anuncio. Vive en la corte, haciendo calendarios, y en la plaza del Rey o en la del Nuncio admite flete a precios ordinarios.
(Aparecido en Gil Blas, 14-1-1865). Fuente: Revista Política, nº 57, mayo-junio de 2005.