En la mitología griega, Eco (en griego antiguo, Ἠχώ: Êkhố) es una ninfa de monte Citerón[1] —esto es, una de las oréades—, que amaba su propia voz. Se dice que la madre de Eco era una ninfa y su padre un mero mortal pero nunca se los mencionan por el nombre. Eco pasaba la vida danzando y había sido instruida en el arte del canto y la música de mano de las propias musas.[2]
Algunos alegan que Pan, envidiando la destreza musical de Eco, provocó la locura entre los hombres del lugar, quienes despedazaron a la ninfa y esparcieron por la tierra los fragmentos de su cuerpo que aún cantaban. También se dice que la propia Gea, favoreciendo a las musas, escondió los pedazos de Eco en su interior dando cobijo a su música y, por orden de las musas, el cuerpo de Eco todavía canta, imitando con perfecta semejanza el sonido de cualquier cosa terrenal.[2]
Según la Suda, no obstante, Iinge nació fruto de la unión entre Pan y Eco.[3] Otros dicen que de esa unión nació también Yambe.[4] Se dice que un tal Aquiles, hijo de Zeus y de Lamia, era de una belleza irresistible y ganó un certamen de belleza contra Afrodita, en el que Pan era el juez. La diosa se irritó y puso en el corazón de Pan el amor de Eco y a Aquiles le hizo volverse tan feo y poco atractivo como antes había sido hermoso.[5]
Eco y Narciso
La hermosa joven Eco era una ninfa de cuya boca salían las palabras más bellas jamás nombradas. Eco distraía a la diosa Hera mientras Zeus cortejaba a otras ninfas, dándoles así tiempo para escapar. Cuando Hera descubrió el engaño, castigó a Eco quitándole la voz y obligándola a repetir la última palabra que decía la persona con la que mantuviera la conversación.[6] Incapaz de tomar la iniciativa en una conversación y limitada solo a repetir las palabras ajenas, Eco se tuvo que apartar del trato humano.
Retirada en el campo, Eco se enamoró del precioso cazador Narciso, hijo de la ninfa Liríope de Tespias y del dios-ríoCéfiso. Eco lo seguía todos los días sin ser vista, pero un día cometió una imprudencia, pisó una rama, y Narciso la descubrió. Eco buscó la ayuda de los animales del bosque como ninfa que era, para que le comunicaran a Narciso el amor que ella sentía, ya que ella no podía expresarlo.
Una vez que Narciso supo esto, se rio de ella, y Eco volvió a su cueva y permaneció allí hasta decaer.
Sobre Narciso, algunos cuentan que un muchacho que también se había enamorado de Eco oró a los dioses, pidiendo que Narciso sufriera al sentir un amor no correspondido, como el que había hecho sufrir a otros. La oración fue respondida por Némesis, la que arruina a los soberbios, quien maldijo a Narciso a enamorarse de su propio reflejo. El joven terminó muriendo de desamor (otros dicen que se ahogó mirándose su rostro en el río) y bajó al Inframundo, donde fue atormentado para siempre por su propio reflejo en la laguna Estigia.
↑Simon Hornblower, Antony Spawforth y Esther Eidinow (2012). The Oxford Classical Dictionary. Oxford University Press. Pág. 720, "Yambe". ISBN 0199545561.
I: La era de la fábula o Historias de dioses y héroes (The Age of Fable o Stories of Gods and Heros, 1855).
I, 13: Niso y Escila; Eco y Narciso; Clitia; Hero y Leandro (Nisus and Scylla - Echo and Narcissus - Clytie - Hero and Leander): texto, en inglés, en el sitio del Internet Sacred Text Archive.