Desde que el cine se popularizó, un tema recurrente en Japón fue el de los samuráis. Si bien en sus comienzos el tema se abordaba de una forma más dramática, después de la Segunda Guerra Mundial se transformaron en películas de acción con personajes más oscuros y violentos, donde los directores se enfocaron en presentar guerreros cicatrizados psicológica o físicamente.[1] Akira Kurosawa, uno de los directores japoneses más famosos, estilizó y exageró la muerte y la violencia en las películas «épicas samurái». Los samuráis que representaba en sus obras eran figuras solitarias, más preocupados en ocultar sus habilidades que hacer alarde de ellas.[1]
En Japón, el término chanbara (チャンバラ,''chanbara''?), conocido popularmente como "chambara" (contracción de “chanchan”; onomatopeya del sonido de dos espadas al chocar, y "barabara"; la de la carne al ser despedazada),[2] es el nombre específico con el que se conoce a este género, que es el equivalente al cine de capa y espada occidental. En realidad, el chanbara es un subgénero dentro del jidaigeki o drama de época japonés. El término jidaigeki hace referencia al cine que narra una historia que sucede en un periodo histórico, mientras que chambara se utiliza para definir exclusivamente al cine de acción con samuráis.
En cuanto a la historia, este género suele estar ambientado en el Periodo Edo (1600-1868) y los temas suelen ser: el final del estilo de vida como samurái, ya que en la mayoría de los films el personaje principal es un rōnin (samurái sin amo), o las dificultades del samurái para cambiar de estatus en una sociedad en continua transformación.
Las películas de samuráis empezaron a entrar en decadencia a partir de la década de 1970. La repetición de ciertas películas en televisión, el envejecimiento de las grandes estrellas y la disminución de la producción en la industria cinematográfica japonesa pusieron fin la originalidad y belleza que alcanzó el género con las primeras películas.[3] A pesar de ello, en la actualidad se ha rodado un buen número de películas.
Historia
Los orígenes del chanbara
En Japón, al igual que en occidente, el teatro sentó los precedentes del cine mudo. Los orígenes del chambara se encuentran en el teatro "shinkoku-geki" (nuevo drama nacional), en el que los actores no se dedicaban a hacer poses como en el "kabuki" (teatro tradicional) sino a representar verdaderas peleas cargadas de acción, mucho movimiento físico y cierto realismo, por ejemplo, con la utilización de sangre falsa. Autores como Shōjirō Sawada proporcionaron al teatro unos combates entre espadachines más acompasados y realistas que los que hasta entonces habían aparecido, volviéndose rápidamente muy populares entre el público.
Las primeras cintas de luchas con espadas surgieron en los años 20. Generalmente había un único combate y el público esperaba con impaciencia el enfrentamiento entre los antagonistas en lo que se denominaba el "Dai-Ketto" (El Gran Duelo). A principios de esta década sería el realizador Kanamori Bansho el que revolucionaría el género, inspirado en el cine americano y las obras de Sawada, confirió a los combates un enorme dinamismo usando magistralmente el movimiento de cámara y el montaje. Esta técnica también sería usada por otros directores contemporáneos como Buntaro Futagawa, del que cabría destacar la cinta Orochi (1925), protagonizada por Tsumasaburo Bando.
Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1935 todo cambiaría en Japón. La censura llegaría al cine y las historias dramáticas y los decadentes ronins desaparecen de escena para dejar paso a los héroes salvadores, modelos a seguir en estos tiempos difíciles.
Al final de la guerra y durante la ocupación americana todas las películas de época fueron prohibidas ya que, según los censores americanos, favorecían valores feudalistas inadecuados tales como lealtad a un señor, la venganza o el suicidio. En 1952 se produjo la retirada americana y la industria se reactivó, resurgiendo el chambara con más fuerza que nunca en una época dorada que llegaría hasta los años 70. Para muchos el despegue del género se produjo con la tremenda epopeya de Los 7 Samuráis (1954) de Akira Kurosawa.
Los realizadores que estaban en la palestra antes de la guerra volvieron a producir, así tenemos la realización de remakes de antiguas películas como Chushingura (Hiroshi Inagaki, 1962) o Tange Sazen (1953, Masahiro Makino), protagonizada de nuevo por Denjiro Okochi. También se produce el regreso del mítico Miyamoto Musashi en cintas como la trilogía de Hiroshi Inagaki (1954-1955), protagonizada por Toshiro Mifune, o la serie de 5 películas de Tomu Uchida (1961-1965), protagonizadas por Kinnosuke Nakamura. La primera película de la trilogía de Inagaki produjo un notable impacto en Occidente, llegando a ganar el Oscar a mejor película extranjera.
También cabe mencionar a dos personajes destacados dentro de éstas películas. El primero de ellos es Itto Ogami, encarnado por Tomisaburo Wakayama en la saga de 6 cintas de Lone Wolf and Cub (1972-1974) y basado en un prolífico manga de Koike Kazuo y Koseki Kojima. El segundo es el famoso masajista y espadachín ciego Zatoichi, quien fue interpretado con mayor éxito por Shintaro Katsu en unas 25 películas entre 1962 y 1973 y una vigésimo sexta en 1989, además de una serie de televisión.
Hacia mediados de los 70 el chambara dejó de interesar al público tan intensamente como antes, y el declive general de la industria cinematográfica nipona hizo que la producción decayera. En su desarrollo fue volviéndose menos ingenuo e idealista para revitalizar su origen de acción violento con personajes más ambiguos, críticos, solitarios y nihilistas.
Resurgimiento
En los últimos años se ha visto un resurgir, si bien esporádico y bastante contenido, del género chambara. Directores como Hiroyuki Nakano (Samurai Fiction, 1998, y Red Shadow, 2001), Ryuhei Kitamura (con sus intentos de mezclar el estilo samurái con la imaginería futurista y fantástica) o Shinsuke Sato (The Princess Blade, 2001, una revisión del clásico Lady Snowblood (1973)) han aportado nuevas imágenes. Aunque quizás el éxito más destacable sea la nueva versión de Zatoichi (2003) dirigida por Takeshi Kitano, en la que se da una visión muy particular del espadachín ciego.
Sin duda, el medio en el que el concepto ha estado más presente en estos últimos tiempos es en el mundo del manga y el anime. Desde el ya mencionado manga clásico El lobo solitario y su cachorro hasta el moderno Rurouni Kenshin el modo de concebir la figura del samurái ha variado mucho. Series como Samurai 7; una peculiar revisión en clave futurista de Los siete samuráis de Kurosawa, y Afro Samurai o Samurai Champloo; en las que están presentes los combates entre samuráis a ritmo de rap, constituyen el chambara más actual.