Un mito cuenta que Tisífone se enamoró de un joven muy hermoso que se llamaba Citerón y no pudiendo contener la impaciencia de sus deseos, le declaró su amor en una carta, a la que él no respondió. Entonces la erinis, errando en su designio, tiró de una de las serpientes y la arrojó sobre el joven, que guardaba sus ovejas en la cima del monte Asterión; la serpiente se enroscó en su cuello y lo ahogó hasta la muerte. Desde entonces, por voluntad de los dioses, al monte se le llamó Citerón.[1]
En el Libro VI de la Eneida de Virgilio, Tisífone es descrita como una de las terribles y crueles guardianes de las puertas del Tártaro, con una vestimenta humedecida de sangre.[2]
Tisífone, con sus canos cabellos, como estaba, turbados,
los movió y rechazó de su cara las serpientes que la estorbaban
y así: «no de largos rodeos menester es», dijo;
Ovidio. Las metamorfosis, Libro IV, Atamante e Ino (474 - 476)
Unos dicen que la erinis Tisífone alguna vez dio de beber a sus fatigadas serpientes, que emergían de su cabellera, de las aguas sulfurosas.[3]