Nacido en los ambientes cortesanos, tanto de la antigua Roma (Petronio Árbitro) como de las monarquías absolutas europeas (los llamados favoritos, favoritas o validos), el concepto y los modelos, que no la palabra, se forma ya en los siglos XVIII y XIX (Beau Brummell); la mayoría de las primeras socialites eran esposas o amantes de reyes o nobles y serlo era más un deber y un medio de supervivencia y competición que un placer. Era preciso destacar por algo entre muchos otros cortesanos, y el ingenio, la belleza, la fama, el buen gusto o la indumentaria adquirían así un papel fundamental en la búsqueda del encanto o glamour que volvía a una persona más apreciada o popular, y, por tanto, modelo del éxito para las demás mediante la imitación o moda.
El dandi o la coqueta, frecuentaban la ópera, las puestas de largo, las fiestas o los salones de alto copete donde las nobles o las salonnières «recibían» y repartían sus favores, promocionando personajes de las artes, las letras o la política, lo mismo que en las cortes reales o nobiliarias, sometidas a la etiqueta, si bien la socialité solo destacaba por ser un modelo de posición social y no estrictamente por sus valores intrínsecos, lo cual se medía por el número de apariciones en los llamados ecos de sociedad de los periódicos, luego en las revistas del corazón y finalmente también en programas y magazines de televisión.
Las primeras damas servían como punto de referencia para el gusto y la moda nacional, y sus apariciones dictaban normas tácitas en la vestimenta; igualmente pasó a ocurrir en el caso de actrices renombradas. Las esposas tímidas a menudo eran obligadas a representar el papel de anfitrionas prósperas y simpáticas ante personas que incluso las despreciaban. Las amantes o favoritas tenían que pagar la cuota para mantener su reputación y usaban sus habilidades sociales para obtener un lugar en la corte y poder conservar a sus amantes.[5]