El capítulo 11 concluye la sección de la carta en la que «San Pablo nos enseña acerca de la providencia eterna de Dios»[3] con especial referencia a la elección de un pueblo escogido, los israelitas (Romanos 9:11),[4] que se han vuelto desobedientes (Romanos 11:31),[5] y en cuyo lugar un remanante ha sido elegido (Romanos 11:5) [6] e injertado en su lugar.
Texto
El texto original estaba escrito en griego koiné. Este capítulo está dividido en 36 Versículos.
Testigos textuales
Algunos manuscritos antiguos que contienen el texto de este capítulo son:
Digo, pues, ¿ha desechado Dios a su pueblo? Ciertamente que no. Porque yo también soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín.
Pablo utiliza la frase «¡Ciertamente no!» o *Dios no lo quiera» (ninguno: μη γενοιτο, romanizado: mē genoito) con regularidad en esta carta.[10] En esta ocasión, se pone a sí mismo como ejemplo para evidenciar su argumento, «para demostrar que Dios no ha rechazado a su pueblo “”en masa“”. Israelita de pura ascendencia, es, sin embargo, un verdadero creyente».[11] Más adelante en el capítulo (Romanos 11:13),[12] Pablo también se refiere a sí mismo como el «apóstol de los gentiles» (ninguno: εθνων αποστολος, romanizado: ethnōn apostolos).
Comentarios a los versículos 1-12
Pablo, como auténtico israelita y descendiente de Abrahán, miembro de la tribu de Benjamín, reafirma con firmeza que Dios no ha rechazado a su pueblo, Israel. Al referirse a las quejas del profeta Elías sobre la infidelidad del pueblo (v. 3) y la respuesta de Dios (v. 4), Pablo evoca el concepto del «resto de Israel», una idea recurrente en los profetas. Este término se refería a aquellos israelitas que permanecían fieles a Dios durante periodos de infidelidad generalizada. Pablo utiliza esta imagen para explicar que solo un pequeño grupo de judíos ha aceptado el evangelio: ellos son el «resto» elegido por Dios para cumplir las promesas divinas. Pablo mismo es un ejemplo de este remanente fiel, que representa la esperanza del retorno de Israel a Dios. Al reflexionar sobre este pasaje, los cristianos reconocen que, al igual que en la historia de Israel, la Iglesia también ha enfrentado momentos en los que muchos se han alejado de la fe. En esas situaciones, confiando en las promesas divinas, los cristianos deben entender que Dios siempre se apoya en un «resto» fiel para restaurar a su pueblo.[13]
Un secreto. —Un secreto, a voces: estas crisis mundiales son crisis de santos. —Dios quiere un puñado de hombres “suyos” en cada actividad humana. —Después… pax Christi in regno Christi —la paz de Cristo en el reino de Cristo.[14]
Por otra parte, las palabras del versículo 1 deben servir de estímulo para amar al pueblo judío. El Concilio Vaticano II enseña:
La Iglesia de Cristo reconoce que los comienzos de su fe y de su elección se encuentran ya en los Patriarcas, en Moisés y los Profetas, conforme al misterio salvífico de Dios. Reconoce que todos los cristianos, hijos de Abrahán según la fe (cfr Ga 3,7), están incluidos en la vocación del mismo Patriarca, y que la salvación de la Iglesia está místicamente prefigurada en la salida del pueblo elegido de la tierra de esclavitud. Por lo cual, la Iglesia no puede olvidar que ha recibido la Revelación del Antiguo Testamento por medio de aquel pueblo, con quien Dios, por su inefable misericordia, se dignó establecer la Antigua Alianza, ni puede olvidar que se nutre de la raíz del buen olivo en que se han injertado las ramas del olivo silvestre que son los gentiles (cfr Rm 11,17-24). Cree, pues, la Iglesia que Cristo, nuestra paz, reconcilió por la cruz a judíos y gentiles y que de ambos hizo una sola cosa en Sí mismo (cfr Ef 2,14-16). La Iglesia tiene siempre ante sus ojos las palabras del Apóstol Pablo sobre sus hermanos de sangre, “a quienes pertenecen la adopción y la gloria, la Alianza, la Ley, el culto y las promesas; y también los Patriarcas, y de quienes procede Cristo según la carne” (Rm 9,4-5), hijo de la Virgen María. Recuerda también que los Apóstoles, fundamentos y columnas de la Iglesia, nacieron del pueblo judío, así como muchísimos de aquellos primeros discípulos que anunciaron al mundo el Evangelio de Cristo.[15]
Juan Pablo II se expresa en la misma línea. Refiriéndose a la existencia del pueblo de Israel, señala que ésta
...«no es un mero hecho de naturaleza ni de cultura, en el sentido en que por la cultura el hombre despliega los recursos de su propia naturaleza. Es un hecho sobrenatural. Este pueblo persevera a pesar de todo porque es el pueblo de la Alianza y porque, pese a las infidelidades de los hombres, el Señor es fiel a su Alianza. Ignorar este dato primordial es seguir la trayectoria de un marcionismo contra el cual la Iglesia bien pronto reaccionó con energía, consciente como era de su vínculo vital con el Antiguo Testamento, sin el cual el mismo Nuevo Testamento queda falto de significado. Las Escrituras son inseparables del pueblo y de su historia, que conduce al Cristo Mesías prometido y esperado (…). Por ello, quienes consideran meros hechos culturales contingentes que Jesús fuera judío y que su ambiente fuera el mundo judío (…), no sólo desconocen el significado de la historia de la salvación, sino que, más radicalmente, atacan a la verdad misma de la Encarnación.[16]
Comentario a los versículos 11-36
La conversión de los gentiles debe motivar a los judíos a buscar también su salvación. Pablo utiliza el ejemplo del olivo para explicar: el buen olivo representa al pueblo fiel del Antiguo Testamento y la Iglesia como el nuevo Israel de Dios. Las ramas naturales, que son los judíos que creen en Cristo, permanecen en el árbol, mientras que las ramas cortadas son los judíos que rechazaron la fe. Las ramas del olivo silvestre, que son los gentiles, han sido injertadas en el árbol, simbolizando su inclusión en la fe y las bendiciones de los patriarcas y profetas. Esta metáfora tiene dos objetivos: advertir a los cristianos gentiles de no presumir, ya que si las ramas naturales fueron cortadas, ellos también podrían serlo; y dar esperanza a los cristianos judíos, pues si los gentiles fueron injertados, las ramas originales pueden serlo más fácilmente.[17]
Pablo anuncia que, según el designio de Dios, al final todos los pueblos se convertirán.
Juntamente con los Profetas y el mismo Apóstol, la Iglesia espera el día, conocido sólo por Dios, en que todos los pueblos con una sola voz invocarán al Señor y “le servirán bajo un mismo yugo” (So 3,9).[18]
La aceptación de Jesús como Mesías por parte de los judíos es un «misterio» que se cumplirá cuando Dios lo disponga. Lo que es seguro es que Dios siempre es fiel a sus promesas, y la elección de Israel como pueblo elegido no cambia (v. 29). A pesar de su desobediencia, Dios sigue amando a los judíos por las promesas hechas a los patriarcas, quienes fueron fieles (cfr 9,4-5). Es gracias a este amor que la salvación de «todo Israel» es posible. Para Pablo, la conversión de los gentiles forma parte del plan de Dios para Israel, pues la promesa hecha a Abrahám sigue en pie: «en ti serán bendecidos todos los pueblos» «Bendeciré a quienes te bendigan, y maldeciré a quienes te maldigan; en ti serán bendecidos todos los pueblos de la tierra»[19]
DE los versículos 26-27 no se deduce necesariamente que la conversión del pueblo hebreo sea un presagio del fin del mundo. Por eso, la Iglesia pide al Señor que escuche sus oraciones «para que el pueblo de la primera alianza llegue a conseguir en plenitud la redención»[20]. La bondad de Dios, que ha permitido la desobediencia de judíos y gentiles, pero se ha apiadado de sus miserias (v. 32), arranca del Apóstol encendidas exclamaciones de alabanza al misterioso designio de Dios (vv. 33-35), que termina con una doxología:
Añade el “Amén” para que entendamos que a esa felicidad se llega a través de Él, de quien está escrito también en el Apocalipsis: Esto dice el Amén.[21]
Versículo 34
Porque ¿quién ha conocido la mente del Señor? ¿O quién ha llegado a ser Su consejero?
Hill, Craig C. (2007). «64. Romans». En Barton, John; Muddiman, John, eds. The Oxford Bible Commentary (first (paperback) edición). Oxford University Press. pp. 1083-1108. ISBN978-0199277186. Consultado el 6 de febrero de 2019.