El monumento a la Tolerancia, que costó 589.000€ (98 millones de pesetas) sufragados íntegramente por la Fundación, conmemora el edicto de Granada de 1492, mediante el cual los reyes Católicos expulsaron a los judíos de sus reinos. La idea de su construcción surgió del gobierno municipal de 1980, encabezado por el alcalde Luis Uruñuela, y tenía como objetivo recordar la ejecución de cinco miembros de una familia judía en la época de la expulsión. El proyecto quedó en suspenso durante varios años hasta que fue desbloqueado por Jesús Aguirre.[1]
En el acto de inauguración el autor de la escultura pronunció las siguientes palabras:
No es mi intención dar ningún ejemplo a nadie, pero sería perfecto que algún día en Sevilla el pueblo judío, el árabe y el cristiano volvieran a darse la mano. Eso es precisamente la idea que refleja el monumento.