El milagro de los peces (en valencianomiracle dels peixets) fue un acontecimiento religioso que, según la tradición, tuvo lugar en julio de 1348 entre los actuales municipios de Alboraya y Almácera (Huerta Norte, Valencia).[1] El milagro se conmemora con una romería el lunes de Pentecostés a la ermita erigida en recuerdo de tal suceso.
Según la leyenda, un converso llamado Hassam-Arda, que estaba gravemente herido, llamó al cura de Alboraya (ya que Almàssera pertenecía entonces eclesiásticamente a esa localidad) para recibir el Santo Viático. El parróco, al ir a cruzar el Carraixet, que venía crecido por una fuerte lluvia, cayó al agua junto a su caballo, perdiendo la arqueta donde contenía las sagradas formas.[1] El religioso decidió volver a Alboraya, y más tarde acudieron a él unos labradores diciendo que habían visto unas luces brillantes en el barranco, que resultaron ser tres peces con las formas en la boca.[2] Así pues, el párroco recogió dichas formas con un cáliz, que se conserva en Alboraya, mientras que la arqueta está custodiada en Almàssera.[1][3] Existe una polémica sobre si el cura iba a Almàssera o volvía de allí, centrada en que si iba a Almàssera llevaría tres formas y si volvía, llevaría dos.[cita requerida] Por tanto, en el escudo de Alboraya aparecen tres peces y en el de Almássera, dos.
A raíz de este suceso, Almàssera solicitó al obispo de Valencia una parroquia propia, cosa que consiguió en 1352 gracias a la mediación de Hug de Fenollet.[1]
Referencias
↑ abcd«El "Miracle dels Peixets"». Almàssera: Guía turística. Almácera: Ayuntamiento de Almácera. 2008. p. 4.
↑Teodoro Llorente (1889-1900). «XI. Alrededores de Valencia». ValenciaII. Colección «España: sus monumentos y sus artes – su naturaleza é historia». Barcelona: Establecimiento tipográfico-editorial de Daniel Cortezo y C.ª. p. 471-472.
[...] Dicen las crónicas que el cura de Alboraya cruzaba el barranco dirigiéndose á Almàssera, aldea que dependía de su parroquia, para llevar el Viático á un enfermo. Venía desbordado el torrente y arrolló al sacerdote; cayó la arquilla al agua, y se perdieron dos Formas con¬sagradas. La noticia sembró la consternación en los devotos campesinos. Salieron todos en busca de las perdidas Hostias, y dos de ellos, que llegaron hasta la playa, vieron que sacaban la cabeza dos peces del mar, llevándolas en la boca. Acudió todo el pueblo al enterarse del prodigio; el cura, revestido con sobrepelliz y estola, y el cáliz en la mano, entró en el agua. Al verlo, los peces se acercaron y depositaron en el cáliz las Formas Eucarísticas. Des¬de entonces, se celebra con gran solemnidad este milagro en Alboraya, que conserva, como preciada reliquia, aquel cáliz, y en Almàssera, que guarda la arquilla, y que aprovechó el extraordinario suceso para emanciparse de aquel pueblo, construyendo iglesia y obteniendo feligresía propia.