La matanza de Tlatlaya fue una masacre en la que 22 civiles fueron asesinados en San Pedro Limón, municipio de Tlatlaya, Estado de México el 30 de junio de 2014, a manos del ejército mexicano.
Relación de hechos
En la madrugada del 30 de junio de 2014, ocho militares del 102° Batallón de Infantería efectuaban un reconocimiento de ruta a bordo de un vehículo oficial sobre la Carretera Federal Número 2.[1] Este batallón se estableció en 2010 en terrenos donados por el entonces gobernador Enrique Peña Nieto, y en 2014 el comandante supremo de las Fuerzas Armadas lo incorporó al Operativo “Seguridad Mexiquense” para combatir el narcotráfico.[2]
Durante las actividades de reconocimiento pasaron frente a una bodega en obra negra que no tenía puertas,[1] en la comunidad de San Pedro Limón, del municipio de Tlatlaya.
Según diferentes testigos, el enfrentamiento comenzó alrededor de las 4:20 horas de la madrugada.[1][3] De acuerdo con algunas versiones, los civiles que estaban en esta bodega estaban armados, bebían y se drogaban.[3] Al ser confrontados, empezó una balacera que duró entre 5 y 10 minutos.[1][3] El Ejército entonces "solicitó su rendición, asegurando que se les perdonaría la vida";[3] los jóvenes se rindieron "rápidamente" según el testimonio de las tres mujeres sobrevivientes[1] y arrojaron sus armas al piso, "presuntamente el líder del grupo habría huído de la bodega. En ese momento el saldo era de 7 muertos y un soldado herido."[3]
De acuerdo con algunas versiones, el batallón esperó entre 15 y 20 minutos a que los civiles salieran.[4] Entre las 4:50 y 5:00 de la mañana, un número no definido de militares entraron a la bodega --en la recomendación de la Comisión Nacional delos Derechos Humanos nunca se especifica cuántos-- "[a]hí encontraron a las tres mujeres y a otras dos personas amarradas, presuntamente en calidad de secuestrados".[1]
De acuerdo con algunas versiones los soldados alinearon a los rendidos contra la pared y desde ahí los obligaron a que se hincaran y a decir su apodo, edad y ocupación, tras lo cual los ejecutaron.[3] "Las tres mujeres y los dos presuntos secuestrados fueron llevados a uno de los cuartos frontales de la bodega. Fue en ese momento cuando pudieron ver los cuerpos en el suelo."[1] Entre ellos estaba Clara Gómez, quien acudió al lugar de sus hechos porque ahí estaba su hija, Érika, de 15 años de edad a quien se acusó ser parte del crimen organizado.[5] Según el testimonio de Clara le indicó a un militar quién era su hija y le comunicó que estaba herida; también señaló que había "otro muchacho que tenía otro balazo en su mano, también estaba herido", este "muchacho" --también menor de edad-- y su hija cayeron boca abajo y no tenían armas, contrario a lo que fue reportado por el gobierno.[6]
Alrededor de las 6:00 a. m. había 20 muertos "y 13 habían sido ejecutados, a uno le habían desnucado y otros cuatro habían sido brutalmente golpeados en todo el cuerpo".[3]
Referencias