La infanta portuguesa, la «Fermosíssima Maria», según la describe Luís de Camões en Os Lusíadas,[4] se convirtió reina consorte de Castilla por su matrimonio, celebrado en septiembre de 1328 en Alfayates con su primo el rey Alfonso XI.[2] Con ocasión al enlace, el rey Alfonso entregó a María en arras «los alcázares, castillos y villas de Guadalajara, Talavera de la Reina y Olmedo con todos sus términos, derechos, rentas, jurisdicciones y pertencias».[1]
El rey Alfonso estuvo a punto de separarse de ella por no darle un heredero, lo cual aconteció el 30 de agosto de 1334 con el nacimiento del futuro rey Pedro I de Castilla.[5] No se trató de un matrimonio muy bien avenido, ya que Alfonso XI, en 1327, cuando se estaban estrechando los lazos con Portugal, conoció a Leonor de Guzmán, de la que quedó prendado, y al año siguiente inició una relación amorosa con ella que desplazó a la reina legítima y que tuvo como fruto a diez hijos bastardos, aunque solo cinco de ellos sobrevivieron, entre ellos el futuro rey Enrique II de Castilla. Apartada de la corte, es probable que la reina pasara largas temporadas en el monasterio de San Clemente de Sevilla, según el cronista Diego Ortiz de Zúñiga:[2]
...tenía lleno el palacio de discordias internas que obligaron a la Reyna este año (1334) a retirarse al Convento de San Clemente, al que tenía mucha devoción, por asilo de sus trabajos; su asistencia en él largas temporadas se verifica en sus papeles.
Su padre, Alfonso IV, desde 1335, ejerció presión sobre Alfonso XI a fin de conseguir que se separase de Leonor de Guzmán, implicando al papado, negando la colaboración militar contra los musulmanes, apoyando a los rebeldes castellanos contra su rey, e incluso invadiendo Castilla y León. Alfonso envió a María para que se reuniera con su padre, el rey de Portugal, para solicitar su ayuda en detener la invasión de las tropas musulmanas.[6] María accedió al pedido de su esposo y regresó a la corte castellana «con la obligación de Alfonso XI de dar a su mujer el trato y la honra que le debía y el consiguiente exilio de la corte de Leonor Núñez de Guzmán».[7] Así consiguió el apoyo de su suegro en la batalla del Salado donde las tropas portuguesas desempeñaron un papel decisivo en la derrota de los benimerines.[8] Una vez finalizados los conflictos militares, Alfonso XI regresó con su amante e incumplió lo acordado previamente.
A la muerte del rey Alfonso XI en marzo de 1350, víctima de la peste negra le sucedió su hijo legítimo, Pedro I.[4] Fue cuando la reina María, junto a Juan Alfonso de Alburquerque, ayo y mayordomo mayor del infante heredero Pedro, empezó a ejercer una gran influencia en el gobierno del reino de Castilla. María se vengó de la amante de su esposo el rey y ordenó el asesinato de Leonor de Guzmán en la primavera de 1351 en Talavera de la Reina,[9] según relata el cronista Pedro López de Ayala:
...por su mandato, mató a la dicha doñá Leonor en el alcázar de Talavera (...) e mucho mal e mucha guerra nació en Castilla por esta razón.[10]
Después de la boda de su hijo Pedro I de Castilla con Blanca de Borbón, María de Portugal tomó parte en la revuelta nobiliaria de 1354 en contra de Pedro I.
El 16 de enero de 1356, la reina María se encontraba en el Alcázar de Toro cuando el rey Pedro, acompañado por varios escuderos, entró al alcázar y mandó matar a varios nobles que acompañaban a la reina, incluyendo a su mayordomo Martín Alfonso Téllez de Meneses. Pedro López de Ayala en sus crónicas de los reinados de Pedro I, Enrique II, Juan I y de Enrique III, describe así los hechos:[11]
E estonce luego envió decir el Rey á la Reyna Doña Maria su madre, que estaba dentro en el Alcázar que saliese de allí, é se viniese para él. E la Reyna enviole pedir merced por aquellos Caballeros que allí estaban con ella que los perdonase. E el Rey le envió decir que ella se viniese, que después él sabría que facer de los Caballeros que con ella estaban (…) E la Reyna salió del Alcázar, é venia con ella la Condesa Doña Juana, mujer del Conde Don Enrique, otrosi Don Pero Estevanez Carpentero Maestre que se llamaba de Calatrava, é Ruy González de Castañeda, é Alfonso Téllez Girón, é Martín Alfonso Tello (…) Otro Escudero llegó é mató a Martin Alfonso Tello (...) E la Reyna Doña María, madre del Rey, quando vió matar asi á estos Caballeros, cayó en tierra sin ningun sentido como muerta (…) é después levantaronla, é vió los Caballeros muertos enderredor de sí, é desnudos, é comenzó á dar grandes voces maldiciendo al Rey su fijo, é diciendo que la deshonrára e lastimára para siempre, é que ya más quería morir que non vivir.
Después de este episodio, en 1356 la reina María regresó a Portugal a la ciudad de Évora donde se encontraba la corte y ahí falleció el 18 de enero de 1357 a los cuarenta y cuatro años de edad.[12][4]
Sepultura
Había otorgado testamento en Valladolid el 8 de noviembre de 1351 y en él dispuso que su cadáver, revestido con el hábito de Santa Clara, fuese enterrado en la Capilla Real de la Catedral de Sevilla donde estaba sepultado su esposo, Alfonso XI,[13] y que si lo trasladasen, hiciesen lo propio con sus restos mortales.[14]
Después de su defunción, recibió sepultura en Évora, hasta que en contra de sus deseos expresados en el testamento, sus restos fueron trasladados al monasterio de San Clemente de Sevilla. En 1371, el rey Enrique II dispuso que su padre recibiera sepultura definitiva en la Real Colegiata de San Hipólito en Córdoba y es probable que al mismo tiempo, decidiera que la reina María, que había sido responsable de la muerte de su madre Leonor, fuese enterrada en el Monasterio de San Clemente en Sevilla.[4]
«De esta manera se separaban definitivamente los que en vida estuvieron poco unidos».[15]
Sus restos mortales reposan en un sepulcro de madera sencillo, decorado con escudos heráldicos y cobijado por un arco en el lado del Evangelio de la iglesia del monasterio de San Clemente de Sevilla.[15]
El epitafio de la reina, en una lápida de azulejos sencillos, reza:[13]
Fruto de su matrimonio con el rey Alfonso XI nacieron:
Dos hijos sepultados con su madre en el monasterio de San Clemente de Sevilla.[15] Uno de ellos, el primogénito Fernando, falleció a los pocos meses de nacer.
↑Sobre los «tiernos infantes», solamente se conocía la existencia del primogénito, Fernando, quien falleció a los pocos meses de nacer. La referencia a otro infante fallecido se conoce por la lápida sepulcrar y por unos pergaminos que se descubrieron dentro de la sepultura en 1813 cuando se exhumaron los cadáveres sepultados en la iglesia del monasterio. Estos pergaminos mencionan a dos niños que fueron enterrados con su madre.[15]
Arco y Garay, Ricardo del (1954). Sepulcros de la Casa Real de Castilla. Madrid: Instituto Jerónimo Zurita. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. OCLC11366237.
Borrero Fernández, Mercedes (1991). El Real Monasterio de San Clemente: Un monasterio cisterciense en la Sevilla Medieval. Sevilla: Comisaría de la Ciudad de Sevilla para 1992, Ayuntamiento de Sevilla. ISBN84-7952-013-2.
Borrero Fernández, Mercedes (1987). «Un monasterio sevillano convertido en panteón real durante la Baja Edad Media». Anuario de estudios medievales (Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas) (17): 133-148. ISSN0066-5061.
Díaz Martín, Luis Vicente (2007). Pedro I el Cruel (2ª edición). Gijón: Ediciones Trea S.L. ISBN84-9704-274-3.
Rodrigues Oliveira, Ana (2010). Rainhas medievais de Portugal. Dezassete mulheres, duas dinastias, quatro séculos de História(en portugués). Lisboa: A esfera dos livros. ISBN978-989-626-261-7.