La Iglesia católica es una organización religiosa la cual tiene como autoridad al papa, el cual reside y gobierna desde la Ciudad del Vaticano en Roma.[1] Tiene dos objetivos principales, el de difundir e impartir las enseñanzas de Cristo y el de guiar, a las personas que sean miembros de la religión, al camino espiritual de Dios.[2] Esta organización es mayoritaria en México, a la cual se adscriben, según el censo del 2020 alrededor del 77.7 % de la población mexicana que se denominaba católica, lo cual representó cerca de 97.9 millones de mexicanos.[3] Esto convierte a México en el segundo país con más católicos después de Brasil.
Historia
Al llegar los españoles a América en 1492, específicamente a lo que después sería llamado México, trajeron con ellos su creencia religiosa llamada catolicismo, y se dieron cuenta de que las personas del territorio tenían diversos dioses a los cuales les dedicaban ritos y ceremonias. Años después, en 1519 empezó la "conquista" con la excusa de evangelizar a las personas de la región pues los españoles consideraban a sus dioses demonios; lo cual era normal, debido a la sanguinaria práctica de sacrificios humanos propios de la cosmovisión predominante antes de la llegada de los europeos (mexicas,purépechas,tlaxcaltecas,toltecas, totonacas, etc.), como describe la Conquista de México y el posterior desarrollo del Virreinato de Nueva España. En 1521 terminó la conquista y el proyecto comenzaba.
Los españoles empezaron a destruir cualquier evidencia de sus creencias: templos, códices, etc. Posteriormente con la aprobación del papa Adriano VI llegaron diversos grupos religiosos (franciscanos, dominicos, mercedarios, etc.) con la misión de imponer con los recursos y métodos necesarios el catolicismo a los pobladores.[4]
Periodo virreinal
La historia en este periodos de la Iglesia es bastante compleja, y no debe resumirse a la simple presencia impuesta por los europeos. De hecho, es irrisorio creer que un puñado de europeos establecieran una organización tan compleja y la infraestructura necesaria (conventos, templos, catedrales, universidades, etc., sin la intervención indígena, el sincretismo, la conversión - voluntaria o forzosa, etc.). Para aclararlo, pero se pueden ennumerar varios aspectos:
2.- La inspiración principal fue el llamado "Patronato real"
3.- La facilidad con la que esta nueva religión impregnó en el colectivo indígena (el Xochiyáoyotl o las guerras floridas, los sacrificios humanos, la evidente psicohistoria que había detrás de su manera de vivir, que involucraba una sociedad estamentaria con un escalafón social estático, el canibalismo, los tzompantli como recurso de sometimiento ante una posición de poder, la falta de metalurgia, la inexistente domesticación de animales y el nulo uso práctico de la rueda) evidenciaba a una sociedad destinada al colapso, cuyo único recurso era la evolución de una educación que aún no potenciaba su civilización.
4.- El crecimiento paulatino de una nueva sociedad, mestiza, estratificada, cambiante, llegando a ser una de las zonas más ricas del mundo, lo que propició la conformacón de arquidiócesis, diócesis, parroquias, monasterios, conventos, etc.
5.- A diferencia de lo que muchas personas creen, la educación fue base de la sociedad novohispana, la cual incluía mestizos e indios, como el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, exclusivo de indígenas.
Siglos después, y sumado a un descontento social y político por parte de los criollos, estalló el periodo denominado Independencia de México en 1810.
Miguel Hidalgo fue un pionero en el uso de la religión como arma contra los españoles, pues desde el comienzo del movimiento utilizó un estandarte con la virgen de Guadalupe como símbolo de unidad y de nación.[4] También hacia uso de Dios en sus discursos al decir "¡Viva Cristo Rey!". Este fue el inicio de usar símbolos religiosos con fines nacionalistas que se pueden identificar en la actualidad.
Represión
Durante la presidencia del general Álvaro Obregó (1920–1924) y bajo las administraciones posteriores hasta 1935, México enfrentó desafíos importantes ya que esta era trajo importantes insurrecciones militares que solo contribuyeron a empeorar las luchas internas de la nación, como se hizo evidente en la Guerra Cristera. (1926-1929).[5] Las complicaciones derivadas de las políticas religiosas internas de México son lo que originalmente condujo al conflicto, ya que fue iniciado por la aplicación de leyes secularistas bajo el gobierno de Calles, lo que provocó una respuesta armada de grupos que defendían sus derechos religiosos y normas sociales. Sin embargo, al mismo tiempo que el conflicto, el gobierno mexicano buscó desarrollar una relación más sólida con Estados Unidos y ganar buena voluntad. Esto quedó demostrado por los compromisos hechos a la iglesia por la administración del presidente Plutarco Elías Calles (1924-1928) y negociados por el embajador estadounidense Dwight Morrow con las concesiones resultantes que finalmente resultaron en el fin de la Guerra Cristera en 1929.La guerra estalló en 1926, por el descontento que esta generó en las personas que eran católicas.[6] El catolicismo era la religión predominante en aquellos años. El conflicto se mantuvo activo por tres años; hasta que en 1929 el gobierno y una élite de la Iglesia católica se pusieran de acuerdo para llenar de paz al país; pues debido a las guerras, se vivía un México lleno de violencia y de sangre.[6]
La guerra puso de relieve las profundas divisiones dentro de la sociedad mexicana, así como una división entre la propia Iglesia católica, mostrando la brecha entre quienes apoyaron la rebelión y quienes optaron por el silencio o el cumplimiento del Estado.[7] En esencia, los problemas presentes eran las enseñanzas morales y sociales de la iglesia que se oponían a los esfuerzos del gobierno por separarse y desviarse de las instituciones, normas y valores religiosos. A pesar del conflicto interno y la falta de apoyo de Estados Unidos a la iglesia, los cristeros se mantuvieron decididos en la defensa de sus creencias.[8] Este período de la historia mexicana se caracteriza por la lucha por la libertad religiosa y la lucha de poder e influencia entre la iglesia y el estado.
La Iglesia católica en México se encuentra organizada en 19 arquidiócesis, 72 diócesis, 4 prelaturas, 1 prelatura personal y 2 eparquías integradas de la siguiente manera:
P. J. A. Romero, S. J. (1953). Directorio de la Iglesia en México. Segunda parte: Religiosos y Religiosas. México, D. F.: Buena Prensa (ejemplar 197, 200 pp.).