En 1830 se establecieron las compañías de Diligencias Peninsulares y la de Postas Peninsulares, ambas con la misma ruta y similar eficiencia, reduciendo la duración de los viajes y aumentando el número de visitantes a Madrid. La aparición del ferrocarril en España hizo que las diligencias y la fonda desapareciesen progresivamente. El Ministerio de Hacienda adquirió el local que con el tiempo pasó a ser un edificio bancario.
Aunque no era una de las fondas más lujosas de la capital de España, debido al volumen de viajeros que movían las diligencias si era una de las mayores de Madrid. Las crónicas de los viajeros extranjeros de la época solían comentar el excesivo gusto por las comidas "al estilo" español con abundante aceite y ajo.