Fue hijo de Melchor Riera y de Juana Bauzá. Fue el menor de dos hermanos, Melchor y Jaime. Estuvo casado con Eugenia Oportot Vergara.[5]
Realizó sus estudios en el Colegio San Ignacio y en el Liceo Manuel Barros Borgoño en la ciudad de Santiago. Fue representante de la Compañía Maderera Fénix y socio de la firma Livingstone, Riera y Echenique, que giró en el ramo de transportes.[5]
En una entrevista hecha por Luis Urrutia, cuando le pregunta sobre sus características como jugador, él mismo declara:
Tenía buena técnica, excelente para ese tiempo, porque jugaba mucho a dominar una pelota de tenis rebotándola contra la madera, la muralla. Usaba las dos piernas y muy valiente no era para entrar... Por consejo de Melchor que me dijo “siempre tendrás el puesto”, jugué de wing izquierdo. Llevaba el “11″ en la espalda y era diestro, pero mucha gente creía que era zurdo.[6] Contando los partidos internacionales, debo haber convertido 11 o 12 goles olímpicos, pero el que más recuerdo es uno al “Pulpo” Simián, en un clásico universitario... La mayoría los convertí desde la izquierda con la pierna derecha, pero también anoté desde la derecha pateando con la izquierda. Buscaba la comba, en esos años no se conocía la palabra “chanfle”... Llegado el momento, la gente hacía callar y se producía un gran silencio en el estadio cuando yo iba a tirar un corner. Fue tanta la presión que decidí dejar de patear los tiros de esquina.»[7]
Selección nacional
En la selección de Chile, Riera participó en tres Campeonatos Sudamericanos: Montevideo 1942, donde Chile obtuvo el sexto lugar; Guayaquil 1947, aportando con 2 dianas para el cuarto lugar de Chile; Belo Horizonte 1949, ocupando el quinto lugar y consiguiendo una anotación. Fue capitán del conjunto nacional en los dos últimos certámenes. Estuvo presente en el Mundial de Brasil de 1950,[5] oportunidad en la cual Chile llegó a primera ronda tras ocupar el tercer lugar en la fase de grupos, gracias al único triunfo obtenido: un 5-2 sobre Estados Unidos, con un gol del Tata que a la postre sería su único gol en la cita mundialista.
No se trata solo de entrenar un equipo a cinco años plazo. Se me ha contratado para hacer muchas cosas, muy interesantes, al estilo europeo. Preparar no solo un contingente internacional, sino crear un clima, reestructurar unos cimientos, hacer penetrar un estilo que se avenga con las características del jugador nuestro. No vamos a trabajar solamente un determinado número de jugadores y yo. Tengo la pretensión de interesar en esta amplia labor a todos los resortes que forman el engranaje de la máquina futbolística del país; provocar un acuerdo, una conciencia colectiva uniforme. Que haya mucha gente que piense igual y que esté dispuesta a trabajar por el fútbol chileno y porque éste salga bien de su gran responsabilidad.
Dirigió a Monterrey en tres periodos. En su primera etapa, en 1975, pudo volver a contar con Eusebio, a quien ya había dirigido en el Benfica.[9]
En su penúltimo paso por Universidad de Chile tuvo destacadas campañas, disputando el título sus 4 años al mando de la institución y participado en Copa Libertadores. Sin embargo fue despedido, en una reunión celebrada en el Palacio de La Moneda el 28 de abril de 1982, para instalar en su cargo a Luis Santibañez.[10] Posteriormente marcharía al Monterrey, en su segunda época, volviendo a Chile en 1986 para retornar al mando del banco azul.
Jamás dejó la línea de cuatro y nunca usó un solo delantero. Jugaba sin trampa ni patadas. Concentraba tres días al plantel y cortaba a los juergueros. Prohibía dirigentes en el camarín y en la cancha."El gran legado de Fernando Riera es cómo enfocaba la formación y la actividad con sentido profesional, de responsabilidad y dignidad. Los procedimientos para lograr objetivos. Jugar sin trampa, a ganar con buenas armas, respetar al rival, el sentido colectivo, el equipo. La defensa a brazo partido de los jugadores y entrenadores, de la actividad y del fútbol".
El párrafo es de Arturo Salah -uno de los discípulos más adelantados del "Tata"- y su corolario es simple: "Él protegía esta profesión. Era el respeto por el fútbol y la actividad. Su gran guerra fue contra las estructuras, por las mejores condiciones de trabajo".
Jorge Sullivan, ex dirigido por Riera en la UC, da cuenta de otros detalles. "Fue un innovador. En el equipo algunos eran taxistas o bancarios y él lo prohibió. Llegó de Benfica y exigió que nos dedicáramos sólo al fútbol. Incluso fijó las rentas. Así esto empezó a ser profesional. Antes era todo medio amateur", señala.
Sullivan e Ignacio Prieto -otros de sus exjugadores- coinciden en otro aspecto clave: su mano dura. "No aceptaba la indisciplina. Las concentraciones eran de tres días, porque algunos se portaban pésimo. A la primera indisciplina, para fuera. A varios los largó rapidito", apunta el hoy dirigente de la UC. Y agrega que "me tocó concentrar en Pascua y en Año Nuevo. A lo más, las 12 con la familia y a los 15 minutos había que partir", añade Prieto. "Y no le gustaba que los jugadores se casaran en meses de competencia. Había que avisarle cuando uno se iba a casar".
El estilo era otra cosa. Prieto gráfica. "Usaba el 4-2-4, que se transformaba en 4-3-3. Siempre con línea de cuatro atrás, nunca línea de tres, por los espacios. Jamás un solo delantero y menos un lateral-volante", dice.
Sullivan complementa. "Su estilo no estaba cerca de los roces, de los golpes. Con él nació el toque de la UC. Antes de que tomara el equipo era más de marca. A él le gustaba el fútbol bonito", aclara.
"A la pelota hay que hacerle cariño, no hay que maltratarla, decía", recuerda Prieto. "Una vez jugábamos contra Pelé y nos dijo: hay que marcarlo, pero no hay que patearlo. Las patadas no existían, sólo existía el buen fútbol", redondea Prieto.
Riera abordaba todo. "No había PF y él hacía los ejercicios", anota Sullivan. "Era un pedagogo, siempre dejaba enseñanza", apunta Salah. "Todos los miércoles nos obligaba a ir a la Escuela de Fútbol a traspasar conocimientos a los chicos", ejemplifica el DT de la UC campeona de 1984 y 1987.
Sus discípulos más destacados son Arturo Salah y Manuel Pellegrini.[13] Con énfasis en la práctica de juego en la cancha en desmedro de la pizarra, su capital es la planificación de su equipo, sin la obsesión de otros técnicos por el rival. En determinados momentos ambos cayeron en el estilo que más críticas le costaron a Riera: la exacerbada posesión de la pelota (“si la tenemos nosotros, no la tienen ellos”), la razón de existir era no arriesgarla, de ese modo se abusaba del traslado, el toque lateral y hacia atrás. El fútbol de Riera, denominado “fulbito” o “baby fútbol”, con exceso de pases cortos y jugadores hábiles de pequeña estatura que evitaban el juego aéreo, le costó el despido de Universidad Católica, que contrató a un entrenador de las antípodas, el argentino José "Gallego" Pérez, campeón con Santiago Wanderers en 1958 y 1968, con un estilo explosivo, con pelotazos, con futbolistas de gran físico que fueron denominados “Panzers” porque arrasaban en la búsqueda del cabezazo.
A su doctrina futbolística Salah y Pellegrini unían su calidad de profesionales universitarios y primaba en ellos el raciocinio por sobre el temperamento. Salvo, naturalmente, las excepciones. En un clásico Colo Colo-Universidad de Chile de 1993, el árbitro Iván Guerrero hizo sonar débilmente el pitazo que ponía término al partido y puso más atención en ir a saludar al guardalíneas que corría frente a la tribuna Andes del Estadio Nacional, que de percatarse de que el azul Mariano Puyol proseguía con el balón y armaba una jugada de verdadero peligro. En ese instante Salah protagonizó una espectacular carrera de velocista y llegó hasta Guerrero para recriminarlo, justo cuando Colo-Colo se salvaba por poco de una caída de su valla. Otro antecedente del ardor de Salah está en sus difíciles comienzos en los albos y existe una fotografía donde es sacado del
campo mientras forcejea con carabineros.
A su vez Manuel Pellegrini, su procesión va por dentro, desnudó su pasión cuando se le invitó para que fuera a la televisión después de un partido importante. “Si ganamos, voy, si empatamos, no sé, si perdemos, no voy”.
Hizo un cambio violento. Nos exigía de forma increíbles. Estricto al máximo, preocupado de todo, hasta de cómo debíamos usar las medias. Fue la semilla que luego se transformó en el verdadero fútbol profesional chileno.
Era muy disciplinado, pero fue el mejor, el más ganador. Sabía mucho de fútbol y era un adelantado para la época, hacía cosas que se ven hoy en día. Imponía mucho respeto, pero era muy amable y bueno para aconsejar al resto.
El 2 de julio de 2016, en la esquina de las avenidas Campo de Deportes y Grecia, frente al Estadio Nacional Julio Martínez Prádanos, fue inaugurado un busto en su homenaje. La escultura en mármol travertino, fue tallada por el artista Óscar Plandiura y en su base se lee la frase «En la hora del triunfo disfruta con equilibrio sin olvidar que no siempre ganarás».[18]