«Los guionistas optaron por la narración quebrada, no lineal, entreviendo en ella una dimensión anímica… Esa distorsión del tiempo vale como búsqueda, mas no se concreta en una unidad narrativa… La excelente Norma Aleandro está en el comienzo de su carrera fílmica: es una personalidad que se insinúa, desconcertada aún por el cine y por su personaje».[1]
«No obstante la falta de vigor narrativo que acusa por momentos y a pesar de ciertos excesos formales… representa dentro del actual cine argentino un esfuerzo».[1]
Por su parte, Manrupe y Portela escriben:
«Estudio social que pone más énfasis en la descripción de lo promiscuo que en lo dramático. Con fallas, pero llamativamente amargo y con buenas intenciones».[1]