El educadorSimón Rodríguez fue consciente de los cambios políticos, económicos y sociales del siglo XIX. Por lo tanto, la instrucción pública requeriría de más exigencia. Además de dedicación del Estado, docentes y de la sociedad. De igual manera, partió del principio de imitar lo bueno o tomar experiencias positivas de otros países para colocarlas en práctica.[2]
En el Congreso de Angostura el 13 de marzo de 1819, Simón Bolívar juzgó el Estado con relación a la función que este ha de ocupar con relación a la educación, manifestando:[3]
La educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del Congreso. Moral y luces son los polos de una república; moral y luces son nuestras primeras necesidades. Tomemos de Atenas su Areópago, y los guardianes de las costumbres y las Leyes; tomemos de Roma sus censores y sus tribunales domésticos, y haciendo una Santa alianza de estas instituciones morales, renovemos en el Mundo la idea de un Pueblo que no se contenta con ser libre y fuerte, sino que quiere ser virtuoso.
Simón Bolívar
Igualmente, Bolívar no escatimó esfuerzos y recursos para que el Estado orientara al sistema educativo del momento.[2]