La declaración dice que los encierros tienen efectos adversos en la salud física y mental, por ejemplo, porque las personas posponen la atención médica preventiva [4]. Proponen reducir estos daños poniendo fin a las restricciones obligatorias en la mayoría de las actividades para la mayoría de las personas. Sin estas restricciones, más personas desarrollarán COVID-19. Creen que estas infecciones producirán inmunidad colectiva (la idea de que cuando suficientes personas se vuelvan inmunes, el virus dejará de circular ampliamente), lo que eventualmente hará que sea menos probable que las personas de alto riesgo se expongan al virus.[4]
Los autores dicen que, en lugar de proteger a todos, la atención debería centrarse en proteger a los que corren mayor riesgo, con pocas restricciones obligatorias para el resto de la población.[4] La declaración menciona cambios económicos específicos que los firmantes favorecen: reanudar la vida normal, con escuelas y universidades abiertas para la enseñanza presencial y actividades extracurriculares, reabrir oficinas, restaurantes y otros lugares de trabajo, y reanudar las reuniones masivas para actividades culturales y deportivas. Para octubre, muchas de estas cosas ya habían sucedido en algunas partes del mundo,[5] pero también estaban restringidas en otras partes; por ejemplo, el Reino Unido vio cuarentenas de estudiantes, advertencias de viaje, restricciones para conocer a otras personas y cierres parciales de escuelas, pubs y restaurantes.[6]