En 1366, Pedro IV concedía el vizcondado de Rueda a Francisco Perellós, quien, en 1393, lo vendía a Lope Ximénez de Urrea, muerto en 1475 y enterrado en la iglesia de Épila, por 42 500 florines de oro.
Para tal adquisición en 1394, aparecen en las escrituras de la casa una hipoteca sobre Albalate con un interés del 8,33 % y bajo tutela de los Fueros de Aragón. Hecho primordial para comprender las intrigas posteriores contra la saga, pues los acreedores pidieron la devolución de su préstamo o embargo de Albalate a los fueros Valencianos. A lo que se sumó la disputa entre el hermano del II conde de Aranda, Pedro Manuel de Urrea, señor de Trasmoz y el monasterio de Veruela, al que estaba encomendado el hospital de Añón de Moncayo, lo enfrentaron al castellán de Amposta, de la casa Aragón, duque de Luna y protector de Veruela, de cuya orden era prelado. Ocasionando unos derroteos, esquibos y tensiones económicas, sociales y políticas en aquellas fechas al ir situándose la familia en estatus sociales altos e ir incrementando sus amistades y poder real en la corte.
Además de sembrar una crisis jurisprudencial entre los fueros Aragoneses a los que estaba supeditada la operación financiera del préstamo y deuda del hijo y los fueros Valencianos de los que partía el pago y deuda de la compra, además de la entrada de tropas en auxilio de la familia. La deuda final se disolvió entre operaciones de fuerza política y contactos, para quedar zanjada la disputa con el impago de la deuda.
Posesiones
La Casa de Aranda poseía terrenos y almas bajo su protección y jurisprudencia en Aragón, Valencia, Cataluña y el Rosellón (por vía materna). Siendo el condado de Aranda en Aragón el que estaba sujeto a mayorazgo, es decir nunca podría disminuir su tamaño cuando fuera heredado, también estaba vetada la venta de sus propiedades.
Archivo
Para las grandes familias del reino era importante hacer constar por escrito sus tratos nobiliarios y contratos. Así como su historia de linaje, pagos pendientes y deudas. Para con ello llevar cuenta de líneas sucesorias, contabilidad y avales futuros. Es por lo que los archivos familiares eran tomados como tesoros que proteger y aumentar. Para con ello demostrar en posibles conflictos o avales su poderío real y demostrable. Así, los condes de Aranda fueron incrementando y protegiendo su archivo, con inclusiones en el fondo de otros archivos o legajos de familias que por enlaces o herencias su unían a su linaje. Conformando lo que en la actualidad, al unirse dos grandes archivos de casas nobiliarias en uno bajo el amparo de la casa de Híjar, el archivo de la Casa Ducal de Híjar. Uno de los más importantes de Europa, al contar en su gran fondo documental, que se extiende cronológicamente desde el siglo X hasta el primer tercio del siglo XX, siguiendo un hilo conductor que va a parar a la actual duquesa de Alba, XVIII duquesa de Híjar, que lo donó para la consulta pública y la investigación, mediante una excepción fiscal. De modo que se puede conocer una parte de la historia española. Detalle a tener en cuenta es que prácticamente, casi todas las grandes familias nobles hispanas tuvieron contacto en algún momento de su dilatada historia con esta casa.[3]
Sucesiones
Sucesión en el estado de Aranda
El más conocido de los condes de Aranda, Pedro Pablo Abarca de Bolea y Ximenez de Urrea, nació dentro de la Casa de Urrea, aunque no en la rama principal ya que tras la muerte de Antonio Ximénez de Urrea, V conde de Aranda, esta se había extinguido y se habían sucedido varios pleitos por la sucesión en el denominado como estado de Aranda.
El primero de estos pleitos falló el 20 de noviembre de 1656 a favor de Pedro Pablo Ximénez de Urrea,[a]tercer nieto de Pedro Manuel quien era el hijo segundón del I conde de Aranda, quien era cabeza de la rama de los señores de la Vilueña se convirtió en el VI conde de Aranda y fue sucedido por su hijo Dionisio Ximénez de Urrea como VII conde de Aranda.
Tras la muerte del VII conde de Aranda sin descendencia masculina se reavivó el pleito, quedando esta vez en manos de su nieto Francisco Ramón Rocafull Ximénez de Urrea, hijo de los condes de Peralada, Antonia Ximénez de Urrea y Zapata y de su marido Manuel de Rocafull y Rocabertí, aunque ya en ese penúltimo pleito se reconocía la idoneidad de Buenaventura Pedro, entonces ya IV marqués de Torres, para suceder al VIII conde en caso de que este falleciera sin descendencia como así ocurrió el 17 de mayo de 1721, apenas diecisiete meses después de convertirse el conde de Aranda.
Tras la muerte del VIII conde se inició otro pleito que a pesar de tener una declaración de idoneidad del marqués de Torres, hizo que no tomara posesión de los estados hasta la sentencia de revista del 5 de mayo de 1723.[4]
La línea sucesoria de los condes fue tumultuosa en los primeros pues existió una disputa y destierro entre hermanos. El conde Miguel disputó con su hermano el título y lo ganó, desterrando a su rival a Trasmoz. Al fallecer el X conde sin descendencia legítima, el título acabó recayendo en los descendientes de la rama exiliada y repudiada, que había estado tejiendo matrimonios que la fortalecieron, uniéndose a las casas de Híjar y Alba.
El X conde, murió sin descendencia y el título pasó a su hermana, que casó con el duque de Híjar (perteneciendo al condado de Aranda, Épila, Almonacid, Lucena, Berbedel, Salillas, Lumpiaque, Rueda y Urrea) para así pasar el título y sus posesiones a la Casa de Alba, uniendo en sus descendientes dos linajes importantes de la Corona Española y convirtiéndoles en personajes de autoridad en Europa.
↑ ab«ARANDA, Conde de». Diputación Permanente y Consejo de Grandeza de España y Títulos del Reino. Búsqueda en «Guía de Títulos». Madrid. Consultado el 15 de febrero de 2022.