En 328, Atanasio fue elegido obispo de Alejandría, que también era la ciudad donde Arrio ejercía el sacerdocio. La situación se complicó aún más, pues Atanasio no había cumplido aún la edad de 30 años, mínima para los obispos de la Iglesia.
Después de haber asumido la sede de Alejandría, fue acusado de, entre otras cosas, conducta inmoral, cobro de tasas ilegales al pueblo egipcio, apoyo de rebeldes al trono imperial e incluso de haber asesinado a un obispo, guardando una mano cortada para rituales mágicos. De inmediato, Constantino I quiso que Atanasio readmitiese a Arrio en la Iglesia, algo que él no hizo. En 334, Atanasio fue convocado ante un sínodo en Cesarea y no compareció.
El Sínodo
Mientras un grupo de obispos iba de camino a Jerusalén para concelebrar una nueva iglesia (que sería precursora del Santo Sepulcro), Constantino solicitó de ellos que se reunieran en la ciudad de Tiro, en Líbano, para considerar el caso contra Atanasio. El emperador también envió una carta a Atanasio, dejando claro que si no comparecía voluntariamente, sería llevado al sínodo a la fuerza.
Eusebio de Cesarea presidió los trabajos y aproximadamente 310 miembros comparecieron, inclusive algunos aliados suyos y con las mismas ideas arrianas, como por ejemplo Eusebio de Nicomedia, Teognis de Nicea, Maris de Calcedonia, Macedonio de Mopsuestia, Ursacio de Singiduno, Valente de Murcia, Teodoro Stratelates, Patrófilo de Citópolis, y otros. Entre los prelados que no se apuntaron a ningún partido estaban Máximo de Jerusalén (alegaba haber sido engañado, según Sócrates de Constantinopla), Alejandro de Tesalónica y Marcelo de Ancira. Esta vez, Atanasio compareció y llegó con cuarenta y ocho obispos egipcios. El sínodo condenó a Atanasio, que huyó hacia Constantinopla y se enfrentó al emperador personalmente. Además, Arrio y sus seguidores fueron readmitidos.
Resultado del Sínodo
En una audiencia y en presencia del emperador, Atanasio fue declarado inocente de todas las acusaciones, excepto una, la de amenazar con cortar el suministro de granos de Egipto hacia Constantinopla. Esta acusación fue suficiente para su exilio a Tréveris (en la provincia romana de la Galia). Atanasio no retornó de su exilio hasta la muerte de Constantino, en 337.[2]