”Todos los actores se convierten en una colección de puteadas y gestos extraídos de un manual de sobreactuación. Los bloopers de rodaje que desfilan durante los títulos finales son errores menos importantes que los utilizados en la película ”.[1]
Luis Ormaechea en el sitio web Otrocampo.com opinó:
”Una involuntaria muestra del patetismo, ya no de nuestra sociedad, sino de cierta parte de nuestro cine”[1]