En 1938 esta obra obtuvo el Premio Municipal de Santiago. Ese mismo año, la poeta Gabriela Mistral visitó Chillán, ciudad adonde había regresado el autor el año anterior, y se refirió a éste como «el futuro poeta de Chile». En dicha ceremonia, Parra le dedicó su poema «Canto a la escuela»,[2] que se publicó al año siguiente en la antología 8 nuevos poetas chilenos.
El libro está conformado por los siguientes poemas:[4]
El matador
Valparaíso, toro de niebla
Péndulo
Remolino interior
Trompo
Asesinato en el alba
Jazmín de muerte
Margarita, quiero matar al río
Lance
El novio rencoroso
Tonada fundamental
El novio se muere por su prima
El vestido (Poema en dos capítulos)
La niña Chela
Pregunta del marido deficiente
Batalla entre la madre y el hijo taimado
Remolino sentimental
Suicidio violento
Adivinanza del estero
La espuela perdida
La niña buena
El gato muerto
Presagio
La niña testaruda
La niña engañada
Estilo
En este libro Parra utiliza la métrica del romance, que conoció gracias a la educación tradicional campesina de su infancia.[5] Los poemas tienen un desarrollo narrativo y la voz tiende a ser activa, como si se tratase de un personaje. Es recurrente también el uso de la personificaciones y metáforas referidas a la naturaleza (específicamente el campo chileno) y la religión (santos, ángeles, sacerdotes).[2] La atmósfera de los poemas es onírica y de escasa densidad dramática. En ellos se puede apreciar una clara influencia de Romancero gitano (1928) de Federico García Lorca, si bien aquí Parra hace uso del humor, el «desparpajo» y el juego.[6]
Este libro fue escrito por un Nicanor Parra de veintitrés años, literariamente inmaduro y que todavía no había tenido la oportunidad de viajar a las grandes ciudades que ampliarían sus herramientas creativas.[6] El propio autor decidió marginarla del resto de su obra, excluyéndola de su primera antología personal, Obra gruesa (1969), e impidiendo que volviese a ser reeditada después de 1937. Casi setenta años más tarde, en 2006, volvió a aparecer en Obras completas & algo + (1935-1972), dentro de una sección aparte titulada «Los trapos al sol», que evidencia su condición de obra marginal.[9] Pese a lo anterior, Parra al menos destaca los desafiantes dos primeros versos de la obra: «Déjeme pasar, señora / que voy a comerme un ángel».[8]